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LA DEFENSORA DEL LECTOR
Columna
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El muro de la vergüenza

El largo conflicto de Oriente Próximo entre israelíes y palestinos, que vive una escalada de violencia en los últimos tiempos, origen de cuantiosas muertes en ambos lados, suele ser frecuente causa de quejas, discrepancias y críticas por parte de los lectores que, a favor de una u otra parte del conflicto, suelen dirigirse a esta Defensora alegando falta de objetividad, sectarismo o manipulación en el tratamiento de la información. Cuando no algo peor.

El titular de esta columna es el mismo que protagonizaba la portada de El País Semanal el 16 de noviembre pasado, seguido del subtítulo: La frontera de hormigón que separa a israelíes y palestinos, vista desde los dos lados. Anunciaba un reportaje sobre el muro que está levantando el Gobierno de Israel sobre territorios palestinos, reportaje que tampoco se ha librado de las protestas. "No recoge la opinión de ningún ciudadano de Israel, ni de ningún representante oficial; ni siquiera explica o expone las razones de Israel para su construcción", critica el portavoz de la Embajada de Israel en Madrid, Jackie Eldan, quien mantiene que la falta de objetividad del artículo es incuestionable. "Que la valla es un motivo de desacuerdo entre israelíes y palestinos es un hecho indudable. Por esta razón el trabajo resulta especialmente tendencioso al ignorar o silenciar las voces de Israel. Es más, incluso el subtítulo de portada -'vista desde los dos lados'- se convierte en falso", concluye el portavoz israelí. Un lector de Bilbao, José Luis Sagarduy, incide en este aspecto: "Pensé que el problema del muro se abordaría desde ambos lados como promete el titular y que junto a la preocupación de los palestinos se ofrecerían opiniones de israelíes (judíos o no), pero nada de ello pude encontrar. Encontré un reportaje simple por lo maniqueo, absolutamente unilateral".

Álex Martínez Roig, subdirector de EL PAÍS y responsable de EPS, contesta: "En lo único en lo que estoy de acuerdo con el portavoz de la Embajada israelí es que no fue afortunada, por confusa, la expresión 'vista desde los dos lados' utilizada en la portada de EPS. La idea del reportaje era retratar cómo la existencia del muro está cambiando a ambos lados la vida de la comunidad palestina, porque también hay 200.000 palestinos atrapados entre ese muro y la frontera israelí. El diario ofrece a menudo informaciones sobre las posiciones del Gobierno de Sharon, de pacifistas israelíes o palestinos, y de la Autoridad Palestina presidida por Arafat, y no pretendíamos repetir esas posiciones. Como tampoco lo hicimos cuando publicamos el 7 de julio de 2002 el reportaje En acción con un comando israelí, de 14 páginas, en el que se explicaba, sin ni una sola voz palestina, cómo era la vida en un grupo de elite del Ejército de Israel que se infiltra en Cisjordania a la búsqueda de milicianos extremistas. Son reportajes directos que retratan una realidad concreta. En este caso, el tremendo cambio que el muro ha provocado en la vida cotidiana de la sociedad palestina".

Tiene razón Martínez Roig cuando dice que el subtítulo de la portada, puesto en Madrid, es confuso y poco afortunado, puesto que se presta a deducir con facilidad que "los dos lados del muro" eran el palestino e israelí, cuando no era así. El reportaje, realizado por el corresponsal en Jerusalén, Ferran Sales, intentaba algo perfectamente lícito y habitual en el periodismo: reflejar cómo un hecho concreto afecta a una comunidad. En este caso el trastorno que el muro -llamado eufemísticamente valla por el portavoz de la Embajada de Israel, siguiendo el lenguaje oficial de su Gobierno- está creando en la vida de los que tienen que padecerlo. Y el muro, así llamado por la ONU, que lo ha condenado por ilegal al tiempo que solicitaba su paralización, afecta sólo a la vida de los palestinos.

Antisemita

Otro lector, Manuel Casal Lodeiro, muestra su desagrado, desde Galicia, y protesta por el uso que hace EL PAÍS del término antisemita: "Es un error considerar antisemita como sinónimo de antijudío o antihebreo. Un ejemplo lo hemos tenido en los titulares del editorial del 16 de noviembre, Odio antisemita, y del domingo 23 de noviembre, Europa se reencuentra con el fantasma del antisemitismo. Con una simple consulta al diccionario cualquiera puede comprobar que los pueblos semitas incluyen no sólo a los judíos, sino también a los árabes (además de otras etnias). Por tanto, es totalmente surrealista acusar de antisemita a un atentado organizado por árabes dirigido contra judíos. Deben usarse términos correctos como antijudio, antiisraelí, antihebreo o antisionista.

Efectivamente, el lector tiene razón en que en cualquier diccionario -consultados los de la RAE, Julio Casares, María Moliner y Manuel Seco- el calificativo de semita, adjudicado a los descendientes de SEM según la tradición bíblica, comprende un grupo étnico originario de Asia occidental que engloba a los árabes, hebreos, caldeos y asirios. Pero, sin embargo, el término antisemita, en todos ellos también sin excepción, tiene un único significado: "Enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su influencia". Y con este sentido se ha venido aplicando en Occidente, más o menos, desde la segunda mitad del siglo XIX.

Fotos desagradables

No es la primera vez que esta Defensora se ocupa de reflejar quejas de los lectores por fotografías publicadas en el periódico, y en especial en su portada, tachadas de morbosas, insensibles, crueles o amarillistas. Cada día son más las protestas causadas por imágenes que perturban nuestra buena conciencia o digestión, como si la, a veces cruel y despiadada realidad, resultara insufrible de aceptar.

La imagen publicada, a cuatro columnas, en la portada del periódico del domingo 30 de noviembre, que reflejaba a varios iraquíes pisoteando los cadáveres de los agentes españoles muertos en una emboscada al sur de Bagdad, ha provocado nuevamente el descontento de algunos lectores en cartas y llamadas telefónicas. "Estoy escandalizada", dice Eva Souvannavong, "un periódico como EL PAÍS tiene el deber moral de poner límites a lo que se puede publicar: estos límites eran muy fáciles de determinar en el asunto que nos interesa. Bastaba con ponerse en la piel de los familiares de los fallecidos y dejarse penetrar por la desesperación, la impotencia, la rabia, la humillación y la pena de ver un ser amado pateado. Con un poco de compasión, quien decide hubiera llegado a la conclusión de que no merecía la pena". "¿No es suficiente el sufrimiento de familiares y amigos de estos desgraciados jóvenes para tener que soportar todavía estas fotos, que nunca más saldrán de sus mentes. ¡No me vengan con el derecho a la información!", mantiene Brigitte Schlemermeyer, de Madrid. Y Fabián Pérez, desde Sevilla, añade: "En innumerables ocasiones el periódico, su línea y contenidos, han sido tema de conversación en mi grupo de amigos. El jueves pasado repetimos el tema, en este caso sobre las fotos de portada. Todos recordábamos alguna distinta, y coincidíamos en lo mismo: qué cercanas a ese maldito color para la prensa seria y responsable: el amarillo. La del domingo se lleva la palma. Lamentable".

El subdirector Antonio Caño, responsable del periódico ese domingo, explica por qué decidió publicar la foto: "Con cierta frecuencia llegan a las redacciones del periódico fotografías sobre espantosos dramas humanos que nos obligan a decidir sobre los límites entre nuestra obligación de informar y nuestra responsabilidad de no infligir a las víctimas el daño añadido de la humillación. Así ocurrió recientemente con la aparición en las playas de Rota de los cadáveres de varios náufragos de una patera, y ha ocurrido otras veces en el pasado. En el caso de la patera de Rota se decidió prescindir de las imágenes más explícitas porque consideramos que las que ofrecimos a nuestros lectores reflejaban suficientemente el alcance de la tragedia, sin incidir en su ángulo más morboso. Por lo que respecta a la foto que ahora suscita la queja de algunos lectores, creímos que contenía elementos informativos de valor imprescindible para comprender la noticia en toda su dimensión, por cruel que ésta resulte. Además, esa imagen, que no había sido tomada por nosotros, sino por un camarógrafo de la cadena británica Sky News, había dado ya la vuelta al mundo y no consideramos apropiado privar a los lectores de EL PAÍS de su conocimiento. Particularmente, la foto me parece, en efecto, dura, impactante, pero no la considero humillante para las víctimas, sino para los protagonistas del comportamiento despiadado que esa imagen recoge".

El Libro de estilo de EL PAÍS establece que las fotografías con imágenes desagradables sólo se publicarán cuando añadan información. Y en este caso la añadían: la reacción de la sociedad civil iraquí frente a las fuerzas de ocupación. Pero hay más. Esta Defensora cree que sin imágenes de hechos todavía mucho más duros, crueles y desagradables, a veces sumamente revulsivos, como los sucedidos en la guerra de Vietnam, el genocidio de Ruanda o la guerra de los Balcanes, por citar sólo algunos casos que todos tenemos en la cabeza, es difícil percatarse de la brutalidad a la que el ser humano es capaz de llegar en determinados conflictos. La ética de actuar como revulsivo es también una obligación del periodismo. Y algunas de esas imágenes son ya parte de la historia del siglo XX.

Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electrónico (defensora@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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