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Dos inéditos de Sebald mantienen viva su memoria en Alemania

A los dos años de su muerte, se publican 'Campo santo' y 'Sin narrar'

Aparte de extraordinario narrador, el escritor alemán W. G. Sebald fue también un brillante ensayista y un sutil poeta. De ello dan fe dos libros publicados recientemente en Alemania con textos inéditos o poco conocidos: Campo santo y Sin narrar (ambos en la editorial Hanser). Como en el conjunto de su obra, Sebald (Wertach, 1944-Norwich, 2001 ) vuelve a desandar aquí los caminos de la melancolía, del desarraigo y de la muerte.

Del autor de Austerlitz, fallecido en el Reino Unido en un accidente de tráfico, se publica también estos días en España Sobre la historia natural de la destrucción (Anagrama), un ensayo sobre la traumática recepción literaria de la destrucción de las ciudades alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin narrar es un precioso tomo con miniaturas poéticas de Sebald contrapuestas a aguafuertes del pintor alemán Jan Peter Tripp, varias de cuyas obras ya habían aparecido en otros libros del escritor. Eran muy amigos y el proyecto de hacer un libro conjunto nació años atrás: Tripp retrataría los ojos de personajes y amigos comunes, mientras que Sebald aportaría pequeños bosquejos literarios. Hasta poco antes de su muerte, el escritor envió sus textos al pintor, que vive en Alsacia (Francia). Para la publicación póstuma, Tripp se hizo cargo de adjudicar qué poema debía ir con cada aguafuerte. "Las rojas / manchas / en el / planeta / Júpiter / son / huracanes / de trescientos años", se lee, por ejemplo, debajo de la mirada ausente del español Javier Marías.

El misterio de la mirada ocupa un lugar central en toda la obra de Sebald, según explica en un epílogo la redactora del Neue Zürcher Zeitung Andrea Köhler. "En todos sus libros, el enturbamiento de la vista y la penetración en la oscuridad son las metáforas centrales para lo que más le preocupaba: la labor de la memoria, el trabajo de dejar testimonio en medio del impetuoso flujo del tiempo". En España, algunos de los 33 textos de Sin narrar han sido publicados, en inglés, en el último número de los Cuadernos de poesía de La Ortiga (Editorial Límite).

Campo santo reúne una veintena de textos en prosa. Casi todos ellos ya habían sido publicados en revistas especializadas, pero su edición en un solo tomo permite seguir la evolución intelectual y artística de quien emigró muy joven de Alemania y fue profesor en el Reino Unido. Hasta los 44 años, Sebald escribía sobre todo textos académicos, que, sin embargo, como en sus aproximaciones a Peter Handke o Günter Grass, "contenían todo lo que vendría después", según el recopilador Sven Meyer. Así, ya en 1982, Sebald había completado gran parte de su argumentación sobre cómo la mayor parte de los escritores alemanes de los años cuarenta y cincuenta "escamoteó" la descripción del infierno de las ciudades bombardeadas. Con ello, sostiene Sebald, desde el ámbito de la literatura se contribuyó al despegue del llamado milagro económico alemán, necesariamente desmemoriado. El tomo incorpora cuatro fragmentos sobre Córcega, una isla sobre la que Sebald quiso escribir a mediados de los noventa un libro similar a Los anillos de Saturno, en el que se narra una caminata por Inglaterra. Uno de estos textos, Campo santo, que da título al libro, es especialmente sobrecogedor. En él, Sebald describe los cementerios y los ritos fúnebres de los corsos. Al igual que los habitantes de esta isla, Sebald creía que los difuntos siguen deambulando por la Tierra. ¿Cómo se les reconoce? "Por el falsete de sus murmullos y porque miden una treintena de centímetros menos que en vida".

¿Existen más textos inéditos? Probablemente, no. Sebald estaba trabajando en un libro sobre sus propias raíces familiares (su padre fue un oficial del Ejército alemán). Tras meses de visitar diversos archivos, "Sebald había llegado al punto de inflexión en el que pensaba que ya podía ponerse a escribir", cuenta su editor, Wolfgang Matz. Se lo impidió un trágico accidente de tráfico el 14 de diciembre de 2001.

W. G. Sebald.
W. G. Sebald.
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