Las elecciones de hoy en el Ulster, plebiscito sobre el proceso de paz
La crisis de confianza en el electorado amenaza con un ascenso de los partidos más radicales
Los ciudadanos de Irlanda del Norte están llamados hoy a las urnas para elegir una Asamblea técnicamente suspendida. Pero, lejos de ser un tecnicismo, las elecciones se han convertido en un plebiscito del proceso de paz. Una victoria del Sinn Fein entre los católicos dificultaría el restablecimiento de la autonomía. Pero el mayor peligro lo representa el DUP del pastor Iain Paisley, que quiere la renegociación de los acuerdos de 1998 y puede superar a los moderados de David Trimble y convertirse en el primer partido unionista.
Irlanda del Norte ha llegado al momento que el Gobierno de Londres tanto ha intentado evitar: elecciones con la autonomía suspendida desde hace un año y con los partidos radicales al alza en las encuestas. El complejo sistema electoral de transferencia del voto, gemelo al que se aplica en la parte sur de la isla, hace que el recuento no empiece hasta mañana jueves y el resultado final pueda demorarse incluso al viernes.
Y el peculiar sistema institucional exige que tanto el ministro principal como su adjunto tengan el apoyo de la mayoría de las dos comunidades religiosas. Eso ha convertido en trascendental el ascenso del DUP (Partido Democrático del Ulster), que quiere renegociar los Acuerdos de Viernes Santo, y, aunque en la pasada legislatura participaron en el Gobierno autónomo, Paisley lleva años diciendo que nunca presidirá un Gobierno que tenga al líder del Sinn Fein, Gerry Adams, como número dos.
Con esas condiciones previas, una victoria del DUP y del Sinn Fein entre el electorado de sus respectivas comunidades amenaza con convertir en ingobernable la nueva Asamblea y mantener de manera indefinida la suspensión de la autonomía, a la espera de que la fecunda imaginación de los políticos de Irlanda del Norte permita romper el impasse.
Tony Blair ya advirtió el lunes de que no aceptará la renegociación, entre otras cosas porque tampoco la aceptan ni el Sinn Fein ni el partido tradicionalmente mayoritario entre los católicos, el SDLP (Partido Socialdemócrata y Laborista) que lidera Mark Durkan. "La política en Irlanda del Norte ha llegado a un punto en que yo no puedo tomar más decisiones. No puedo renegociar acuerdos y no puedo reescribir lo ya ha acordado. Espero que la gente elija el futuro, no el pasado", declaró el primer ministro británico.
Los sondeos son confusos, contradictorios. Unos apuntan a un ajustado triunfo de las fuerzas más moderadas y otros, al revés, predicen una victoria de los dos partidos más radicales. Hay varias combinaciones posibles. La peor para el proceso de paz tal como se entiende ahora mismo sería una victoria del DUP y del Sinn Fein, aunque tendría la ventaja de que forzaría a clarificar el panorama.
Tanto a Londres como a Dublín le haría la vida más fácil un triunfo del UUP (Partido Unionista del Ulster) y el SDLP, aunque ni siquiera en ese caso habría nada seguro porque en el partido de Trimble crece el sentimiento antiacuerdo y el desbloqueo político dependería de que realmente se pudiera constituir una mayoría proacuerdo entre los diputados unionistas. Una victoria del UUP y del Sinn Fein conllevaría tensiones, pero tendría la virtud de situar en el primer plano del Gobierno el pulso político que libran el unionismo moderado y los republicanos. La última posibilidad, que ganaran el DUP y los socialdemócratas del SDLP, quizá permitiría ver como ministro principal al número dos de Paisley, Peter Robinson.
Frente a esta confusa sopa de letras, el mayor peligro que afronta mañana el proceso de paz es la apatía del electorado. La población de Irlanda del Norte es una de las más politizadas del planeta, pero cuatro suspensiones de la autonomía desde que Londres devolvió el poder a Belfast no parecen el mejor acicate para movilizar a los votantes. Acostumbrados a celebrar sus elecciones en el benigno mes de mayo, los rigores de noviembre amenazan también con incrementar la abstención. El pronóstico anuncia aguanieve y tiempo gélido al caer la noche, el momento que tradicionalmente aprovechan los norirlandeses para ir a votar. Algunos temen que prefieran quedarse en casa viendo el fútbol.
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