Condenado a cinco años por corrupción Cesare Previti, mano derecha de Berlusconi
El procesamiento del primer ministro está en suspenso gracias a una ley de inmunidad
Cesare Previti, ex ministro de Defensa y mano derecha de Silvio Berlusconi durante más de 30 años, fue condenado ayer a cinco años de cárcel por haber tenido un juez a sueldo. El juez Renato Squillante, que en 1991 dirigía la judicatura de Roma, fue condenado, a su vez, a ocho años. El presidente del Gobierno fue el gran ausente en el banquillo de los acusados del tribunal milanés cuando se leyó la sentencia. Berlusconi, que al conocer la decisión denunció de nuevo "una persecución mediático-judicial orquestada", figuraba entre los acusados, pero su procesamiento quedó en suspenso gracias a una oportuna ley de inmunidad.
La sentencia del caso Sme cerró un poco más el cerco judicial en torno a Silvio Berlusconi. Previti no sólo era su abogado, su hombre de confianza desde siempre y el organizador de su partido, Forza Italia; cuando transfirió 434.000 dólares a la cuenta de Squillante, a través de una red de sociedades ubicadas en paraísos fiscales, Previti utilizó fondos de Fininvest, el holding de Berlusconi. También recibió una condena de cuatro años de reclusión Attilio Pacifico, otro abogado vinculado a Fininvest que participó en la operación. No parecía probable que nadie ingresara de momento en prisión, porque los abogados de Previti anunciaron de inmediato su decisión de recurrir.
"Ésta es una sentencia condenatoria que arrastra al propio presidente del Consejo, Silvio Berlusconi", declaró Antonio di Pietro, que fue el fiscal más célebre de Milán durante la época de la operación anticorrupción Manos Limpias, que acabó con la Primera República, y encabeza ahora un grupo político llamado Italia de los Valores. "Si no se hubiera hecho confeccionar una ley de inmunidad a medida, Berlusconi habría sido probablemente condenado, como Previti", añadió.
El abogado Previti fue, sin embargo, absuelto de la acusación más grave, la de "corrupción de jueces", sobre la que se basaba la mayor parte del proceso. Según los fiscales, Previti y Berlusconi "compraron" en 1988 al menos a dos magistrados romanos, Francesco Misani y Filippo Verde, para que frenaran la venta de Sme, la gran empresa pública de alimentación privatizada a partir de 1986, al magnate rival Carlo de Benedetti. El caso Sme originó una durísima batalla personal entre Berlusconi y De Benedetti, con ramificaciones en los medios de comunicación de ambos. El tribunal decidió absolver a los jueces Misani y Verde, al presunto corruptor (en ausencia forzosa del otro presunto, Berlusconi) y a otros implicados menores, por considerar que las acusaciones no se sostenían sobre pruebas sólidas. Se condenó a Previti por pagar al juez Squillante sin obtener de él una contraprestación determinada en el ámbito judicial, es decir, por "corrupción simple".
Berlusconi declaró, poco después de pronunciarse sentencia, que en el juicio no se habían respetado las normas sobre imparcialidad ni los derechos de la defensa. "Previti, de cuya inocencia estoy convencido, tenía derecho a un juicio más justo", dijo. El abogado y el propio presidente del Gobierno hicieron todo lo posible, hasta el último momento, para que el sumario Sme fuera trasladado a Perugia o, en último extremo, a manos de cualquier fiscalía que no fuera la milanesa, a la que Berlusconi acusa de "comunista".
En opinión del presidente del Gobierno, la absolución en el apartado de "corrupción de jueces" supuso "una condena" de "la persecución mediático-judicial orquestada por la parte civil [en referencia a De Benedetti y a medios informativos como L'Espresso y La Repubblica] y por la fiscalía de Milán".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.