Otra manera de sentir
En 1952, dos años después del suicidio de Pavese, se publicó su diario El oficio de vivir. Este volumen abarca desde el año 1935, cuando, acusado de conspiración política, es detenido, hasta el mes de agosto de 1950, cuando lo cierra con estos gritos desesperados: "Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más". Un asunto capital atraviesa el volumen: la soledad del escritor. El diario está repleto de referencias a la imposibilidad de comunicación con los demás provocada por el afán de no contaminarse con los otros, con quienes interrumpen el silencio, el sacrificio, el dolor, el esfuerzo de todo aprendizaje trascendente, que el mismo Pavese llega a equiparar con la oración. "Todo lo que no podemos hacer solos disminuye nuestra libertad", dice. Y añade: "Los artistas son los monjes de la edad burguesa".
Este diario íntimo, este esfuerzo oscuro, este autoanálisis denigratorio, este examen de conciencia, este diálogo consigo mismo es un aprendizaje para estar solo, pues la soledad es la única compañía que no falla jamás. Pavese combatió el fascismo y militó temporalmente con los comunistas, que también desconfiaron de él, pero en este diario apenas se hace referencia a la política. Habla del liberalismo como "la posibilidad de ignorar la vida política... Sientes la vida política solamente en tiempos de crisis totalitaria". Su compromiso con la creación está ajeno al éxito. Tener éxito en algo, en lo que sea, "es ambición, sórdida ambición". La obra literaria, reconoce Pavese, necesita público, pero incluso podía nacer sin el de su tiempo. El suicidio es otro asunto capital no sólo para este diario, sino en toda su obra ("es un acto ambicioso que se puede cometer solamente cuando haya sido superada toda ambición"). El autor de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, al inicio de estas páginas, no se refiere al suicidio como un acto inmediato, sino que teoriza sobre la vida suicida, un estado de ánimo trágico en donde la muerte no es algo ajeno y remoto, sino una obsesión presente, otra manera de sentir: "Sé que estoy condenado al suicidio ante todo obstáculo y dolor. Es esto lo que me aterra: mi principio es el suicidio, nunca consumado, que no consumaré nunca pero que me halaga la sensibilidad". Pavese habla de vivir trágicamente y no voluptuosamente, de vivir espiritualmente y no materialmente, a pesar de la contradicción de un "alma bella que ha perdido las alas al primer par de muslos que se han abierto para ti". ¿Cómo vencer el deseo? ¿Cómo ser casto con la escritura? ¿El deseo no es la fuente de la propia creación? Pavese niega el suicidio tanto como el placer, ambos actos que también se llevan a cabo desde la inconsumación reiterada. El escritor debe sufrirlo, debe contarlo, pues es el único que mira el abismo sin caer en él. A medida que el diario avanza, las referencias explícitas sobre este asunto se convierten en implícitas. Sólo al final, en los últimos días de 1950, renacen ya como un indicio de la consumación: "La idea del suicidio era una protesta de vida. ¡Qué muerte no querer morirse!". Natalia Ginzburg comentaba que algunas veces Pavese estaba muy triste, "pero durante mucho tiempo pensamos que se curaría de esa tristeza cuando se decidiera a hacerse adulto".
El oficio de vivir es la radiografía del pensamiento agónico pavesiano. Pero el lector también encontrará jugosos comentarios de lecturas clásicas y contemporáneas; anotaciones sobre su propia obra literaria; opiniones sobre la poesía, el teatro y la novela; críticas a la vanguardia y al realismo social, a favor del simbolismo, los mitos y lo alegórico; incisivas meditaciones sobre el arte moderno y la ciencia de la que tanto desconfiaba. El libre albedrío, el destino, la piedad son otros temas relevantes. El diario dialoga consigo mismo y, finalmente, llega a la triste conclusión de que el arte de vivir "es el arte de saber creerse las mentiras. Lo tremendo es que, no sabiendo quid sit veritas [qué es la verdad], sí que sabemos lo que es la mentira". Pavese encuentra más consuelo en la lectura que en el escribir. Hay muchos intentos en estas páginas de abandonar la creación, pero jamás hay la más mínima deserción del estudio. "Al leer no buscamos ideas nuevas, sino pensamientos ya pensados por nosotros que adquieren en la página un sello de confirmación". Y si expresa sus dudas sobre la literatura (una defensa contra las ofensas de la vida), no lo hace así con respecto a la filosofía, "contemplación desinteresada". La mujer para él es siempre una fuente de dolor. La cultura no fue suficiente anestésico para superar el desamor. "¿Cómo es posible que con el transcurrir de los años se sufra cada vez más?", se pregunta poco antes de quitarse la vida. El oficio de vivir es la más descarnada obra de este autor imprescindible. Un escritor demasiado humano en un mundo deshumanizado. Ángel Crespo llevó a cabo una magnífica traducción como ya hiciera de otro magistral diario, El libro del desasosiego, de Bernardo Soares. Precisamente Pavese escribe algo que bien hubiera podido firmar Pessoa: "Hay que aprender no sólo a ser muchas personas diferentes, sino también a hacer estas personas escogiéndolas y escogiendo sus rasgos".
Babelia
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