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Las científicas denuncian su lento avance laboral

Milagros Pérez Oliva

Muchas mujeres científicas se identificaron con la historia de una investigadora que contribuyó de forma esencial al descubrimiento más importante del siglo: la estructura del ADN. Fue ignorada e incluso menospreciada por quienes, sin mencionar su contribución, recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962. Era Rosalind Franklin, que había muerto cuatro años antes, a los 37, tras publicar en su corta vida "más que muchos otros científicos en una vida más larga". Así lo explicó el viernes la galardonada biógrafa británica Brenda Maddox, premiada por sus biografías de Nora Joyce, D. H. Lawrence y W. B. Yeast, en una conferencia pronunciada en el Aula El PAÍS en colaboración con la Fundación Dr. Antoni Esteve.

La conferencia incluía una semana de debates dedicados a la Mujer y la Ciencia, que pusieron de manifiesto que, medio siglo después de que Rosalind Franklin obtuviera una imagen de la estructura del ADN, las mujeres se han incorporado a la investigación pero la mayoría permanecen en la base y no alcanzan puestos relevantes. Así, en el CSIC, en 33 años, el porcentaje de profesoras de investigación, la categoría más alta, sólo ha crecido del 8% al 15%. Las investigadoras, que en 1973 eran el 25%, se mantienen en 2003 en el 28,7%, mientras que las titulares, la categoría más baja, han pasado del 21% al 38,6%, según los datos de Flora de Pablo, presidenta de la Asociación de Mujeres Científicas.

En la Universidad la cosa no está mejor. El 53% son licenciadas, pero sólo el 36% llega a profesor titular y el 16% alcanza las cátedras. Muchas de ellas, como hizo Rosalind Franklin, participan en investigaciones importantes y luchan por el reconocimiento. Franklin murió sin ser consciente del agravio sufrido, pero fue uno de los responsables de ese agravio, el Nobel James Watson, quien la rescató del olvido contra su voluntad. En su famosa autobiografía La doble hélice se refirió a ella con comentarios tan despectivos que provocó la reacción de quienes la conocían y posteriormente la magnífica biografía con la que Brenda Maddox la ha rescatado.

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