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Huellas genéticas de plantas para uso forense

El ADN vegetal se utiliza en la investigación de asesinatos, intoxicaciones y fraude

Lo mismo que el perfil genético puede identificar a una persona, el ADN empieza a poder usarse también para identificar no sólo especies vegetales, sino poblaciones concretas e incluso plantas individuales. Las aplicaciones son múltiples: identificar la causa de intoxicaciones alimentarias, detectar fraudes -¿es realmente oliva virgen 100%?-, el tratamiento correcto de las plagas agrícolas y, por supuesto, la criminalística.

En 1994 un camionero fue condenado en Tucson, Arizona (EE UU), después de que se confirmara que unas vainas del árbol Palo Verde halladas en la cama del camión pertenecían a la misma planta que aparecía pisoteada en el lugar donde había aparecido el cadáver de una mujer. El test que se realizó fue una especie de determinación de huella genética vegetal, la primera realizada en una planta. Uno de los detectives solicitó ingenuamente que se hiciera, sin saber que nunca se había hecho antes algo así, y un equipo científico aceptó el reto.

El tratamiento en intoxicaciones por setas es muy agresivo si no se sabe cuál es la especie
La distinción entre dos espesantes alimentarios no se puede hacer por métodos químicos

Desde entonces los avances en genética vegetal -y especialmente en las investigaciones básicas en filogenia- están abriendo el abanico de aplicaciones. Los investigadores no necesitan conocer el genoma completo de la especie, sólo identificar los fragmentos con rasgos que le son propios. Esos fragmentos se usan como marcadores. Hay regiones del genoma muy conservadas, es decir, que no han variado mucho a lo largo de la evolución, y otras que sí lo han hecho. Si se trata de identificar una especie los investigadores buscarán marcadores en regiones lo bastante variables como para contener rasgos únicos de esa especie, pero si lo que buscan es identificar una planta en concreto necesitarán marcadores en regiones aún más cambiantes.

Un ejemplo de aplicación es la identificación precisa de setas tóxicas. Al Instituto Nacional de Toxicología (INT) llegan a menudo consultas de hospitales con pacientes intoxicados. Un envenenamiento por Amanita verna -es una de las amanitas más tóxicas, junto con la phalloides y la muscaria, y además se confunde con los gurumelos-, es letal en cuatro días si no se trata; el tratamiento es muy agresivo si no se sabe cuál es la especie culpable, por lo que sería útil disponer de una prueba identificativa para averiguarlo de modo rápido. En desarrollar ese análisis rápido consiste, en parte, la investigación que María Jesús Iturralde, del INT, desarrolla en paralelo a su trabajo de estudiar muestras con ADN humano para investigaciones judiciales.

"A nosotros nos mandan las muestras, pero a menudo con el examen morfológico no basta para identificar la especie", explica Iturralde. Hace poco le llegó una muestra de un paciente que parecía haberse intoxicado con champiñones. Al principio, efectivamente, veía esporas compatibles con champiñón, pero tras analizar el ADN y consultar con la base de datos Genbank comprobó que era otra especie. Genbank es algo así como el archivo universal de material genético; hay infinidad de fragmentos de ADN procedente de todo tipo de organismos que ya han sido secuenciados por laboratorios de todo el planeta, a disposición de la comunidad científica. Cuando los investigadores no saben a qué especie pertenece su secuencia pueden enviarla a la base y, si no está, al menos reciben información de cuáles son las especies más cercanas filogenéticamente.

Otro ejemplo son los trabajos con el cannabis. En Connecticut (EEUU) se demostró recientemente con análisis de ADN que los propietarios de dos plantaciones de marihuana en regiones distintas del Estado estaban vinculados entre sí, al contrario de lo que sugerían las demás evidencias. La identificación fue posible gracias a la base de datos de cientos de perfiles genéticos de muestras de cannabis recogidas en ese mismo Estado, y desarrollada por Heather Miller Coyle, del Laboratorio de Ciencia Forense. Los perfiles genéticos almacenados en la base permiten identificar, si no plantas concretas, sí poblaciones emparentadas entre sí. El objetivo, según Miller Coyle, es "vincular a todos: el usuario, el distribuidor, el productor. Mostrar que no se trata sólo de un chico con una bolsita de marihuana, sino de un grupo de gente".

Ya en 1999 Adrián Linacre, en la Universidad de Strathclyde, en Glasgow (Reino Unido), desarrolló una prueba para detectar cantidades ínfimas -invisibles- de Cannabis sativa en la piel. Hoy Linacre afirma a través del correo electrónico que la prueba, además, "puede vincular muestras entre sí y dar una indicación del origen genético y, por tanto, del lugar geográfico de origen". Este investigador está desarrollando pruebas para identificar las variedades más comunes de césped presentes en el Reino Unido, con fines forenses.

Mari Paz Martín, del Real Jardín Botánico de Madrid, trabaja en la identificación de hongos. "Cuando un hongo ataca una planta y sólo ves las hifas a menudo no puedes distinguir qué plaga es. En cambio con el ADN, sí", dice. En uno de sus últimos trabajos ha demostrado que la antracnosis del olivo la pueden causar dos tipos de hongos, en vez de uno solo, como se creía. Y eso tal vez pueda explicar porqué a veces los tratamientos funcionaban y a veces no. El trabajo empezó tras la observación de que la plaga que afectó en 1997 a los olivos en Cataluña fue mucho más agresiva que la que tradicionalmente atacaba las plantaciones del sur de la península. Los análisis demostraron que en Cataluña había actuado un hongo, Colletotrichum acutatum, distinto, y más agresivo, del conocido, Colletotrichum gloeosporoides. Los investigadores creen que podrían atacar de modo secuencial primero acutatum y después, cuando la planta está ya más débil, gloeosporoides. Saber eso es clave para diseñar mejores tratamientos.

El fraude alimentario es otra aplicación importante. El grupo de Josep Antonio Roselló, del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, ha desarrollado y patentado una prueba para diferenciar entre el espesante alimentario E 410 (la goma de garrofín que se obtiene del algarrobo) y el E 412 (la goma guar, procedente de una especie asiática). Se usan como espesantes en productos como helados y sopas, pero el garrofin es de más calidad y hasta cinco veces más caro. Conclusión: Roselló ha encontrado que 30 productos en cuya etiqueta ponía E 410 contenían en realidad E 412. Ambos espesantes están aprobados por la UE siempre que lo indique la etiqueta. No es posible distinguirlos por métodos químicos.

Ejemplar de <i>Amanita muscaria.</i>
Ejemplar de Amanita muscaria.CARLOS SANZ
Mari Paz Martín (izquierda) y María José Iturralde, en el Instituto Nacional de Toxicología en Madrid.
Mari Paz Martín (izquierda) y María José Iturralde, en el Instituto Nacional de Toxicología en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

Peligroso 'gato por liebre'

Es fácil disfrazar el anís religioso, muy tóxico, de anís estrellado, usado comúnmente en infusiones; basta con que la planta esté en polvo. Y lo mismo vale para variedades de ginseng que se presentan como ginseng rojo, y para otras plantas medicinales. El polvo engaña a botánicos o farmacéuticos, y más aún a empresas farmacéuticas que compran grandes lotes. Para controlar ese fraude, en ocasiones peligroso, lo ideal sería disponer de un método de análisis rápido por ADN. Es lo que pretenden desarrollar en el Servicio Nacional de Identificación de Plantas Medicinales, Tóxicas y Venenosas, recién creado con financiación de la Universidad de Valencia y la Universidad Cardenal Herrera.

"Hay miles de especies vegetales que son tóxicas por ingestión, inhalación o contacto. Muchas de ellas son próximas a otras especies inocuas, pero es difícil diferenciarlas", explica Josep Antonio Roselló, que dirige el servicio junto con Isabel Martínez-Solís. El servicio identificará "especies vegetales relacionadas con la sanidad humana en sus distintas facetas, como medicamentos, psicotrópicos, alergógenos, tóxicos o venenos". Eso incluye hongos y las algas tóxicas que dan lugar a las mareas rojas.

El Servicio de Secuenciación y Diagnóstico Molecular del Jardín Botánico de Valencia ofrece también sus servicios para identificar la presencia de especies en compuestos -por ejemplo la detección de organismos modificados genéticamente (transgénicos) en alimentos- o buscar la manera de caracterizar una determinada especie vegetal o animal, como "las variedades autóctonas de razas, o variedades animales o vegetales, que se utilicen en alimentación y distinguidas con denominación de origen", explica Roselló.

Este equipo planea meterse además con otro fraude: la adulteración de aceite de oliva con otros tipos de aceite, especialmente el de avellano. Aquí, además de dar con los marcadores adecuados, se tropiezan con el problema de cómo detectar las pequeñísimas cantidades de proteína que puede haber en una grasa.

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