La exportación de gas divide a los bolivianos
La población del departamento de Tarija, donde se encuentran los principales yacimientos del país, planta cara a los movimientos indígenas y defiende su principal fuente de ingresos
Desde que corrió la voz de que Tarija era el Kuwait de América Latina esta ciudad boliviana vive un boom migratorio, que moviliza a numerosas familias en busca de mejor vida. El 87% de las reservas de gas natural del país andino se encuentran en el subsuelo de esta población del extremo sur de Bolivia, a 1.600 kilómetros de La Paz y colindante con Argentina, cuyos habitantes se declaran mestizos, occidentales y castellanohablantes. Esta semana, los tarijeños han salido a la calle masivamente para reclamar el derecho a exportar el gas y rechazar el referéndum vinculante que prepara el nuevo Gobierno de Carlos Mesa para resolver una cuestión incendiaria, que provocó la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
"En un clima tan caldeado, ¿cómo puede organizarse una consulta sobre la venta de gas?"
La vulnerabilidad de La Paz provoca un éxodo de empresas hacia el este y el sur
El gas divide a los bolivianos entre quienes están a favor y en contra de la venta del recurso natural como mejor vía para el desarrollo del país. Hasta ahora, han sido los movimientos indígenas quienes han hecho oír con más fuerza su rechazo a la exportación del gas, a través de bloqueos de los accesos a La Paz, las rutas del altiplano o de las zonas cocaleras del Chapare. Bolivia estuvo al borde del abismo, y sólo la dimisión del primer gobernante, entre masivas protestas que dejaron decenas de muertos, apaciguó los enfervorizados ánimos.
Ahora, los tarijeños han roto el silencio y exigen ser escuchados. "En un clima tan caldeado, ¿cómo puede organizarse una consulta sobre la venta del gas? Predominará la pasión. Si vamos a un referéndum, perderemos", señala Luis Lema Molina, superintendente de hidrocarburos de Tarija. Las autoridades, desde el prefecto hasta el alcalde, pasando por el presidente del Comité Cívico, han hecho sus cuentas sobre los beneficios económicos que tendrá la exportación del gas para los 150.000 habitantes de la ciudad y los 450.000 que residen en el departamento.
Los 27 billones de pies cúbicos de reservas probadas en cuatro campos suponen 16.000 millones de dólares de venta en 20 años, según el prefecto, Paul Castellanos. La máxima autoridad del departamento muestra con orgullo el proyecto titulado Polo Petroquímico Paz del Chaco, para obtener valor agregado a la industrialización del gas, primero con una planta de polietileno en Villa Montes (Tarija), cerca de los pozos de gas, y en un futuro para producir fertilizantes. "Esta zona va a generar 5.000 millones de dólares anuales en polietileno, fertilizantes y otros derivados", dice entusiasta el prefecto.
Las principales empresas petroleras tienen licencia para operar en el departamento de Tarija, en muchos casos a la espera de obtener algún día la luz verde para la venta de gas. Desde 1997, la inversión extranjera alcanza los 3.500 millones de dólares, esencialmente en labores de prospección.
De momento, Bolivia sólo exporta a Brasil a través de un contrato de 20 años de vigencia firmado con la compañía Petrobras, que significará unos ingresos de 600 millones de dólares para todo el periodo. "Nos ayudará a dejar de ser miserables para pasar a ser pobres", observa Roberto Ruiz, presidente del Comité Cívico, entidad que representa a la sociedad civil tarijeña. "Bolivia", añade, "tiene que evitar ser como Nigeria, donde la renta del petróleo no sirve a la población a causa de la corrupción".
Más de 100 demandas, algunas más justificadas que otras, han sido unificadas con el grito de guerra "No al gas", que ha sido el caballo de batalla de los movimientos indígenas. Los últimos estallidos sociales han puesto de relieve que Bolivia ha cambiado considerablemente en los últimos años, pese a que la pobreza sigue siendo la nota predominante.
Agotadas las minas de plata y estaño, el polo Potosí-Oruro se trasladó al oriente, con el desarrollo de la agroindustria y, sobre todo, del cultivo de coca. Santa Cruz, la ciudad más dinámica que disputa la hegemonía a La Paz, ha sido centro de blanqueo del dinero del narcotráfico.
Los constantes bloqueos de carreteras y la vulnerabilidad de la capital boliviana, que puede ser aislada sin grandes dificultades por los indígenas, provoca un éxodo de empresas que se trasladan hacia el oriente y el sur. El nuevo polo económico Tarija-Santa Cruz ha dado un fuerte empuje a las corrientes nacionalistas de estos departamentos, que cuestionan el viejo modelo político centralista. Los tres millones de habitantes que habitan estos departamentos están claramente a favor de la exportación de gas. Los tarijeños no están dispuestos a renunciar al 11% de las regalías que reciben por la venta de gas o a su rebaja. Un informe del Banco Mundial considera excesivo dicho porcentaje.
Las autoridades comentan con satisfacción que Tarija tiene la red de gas mejor distribuida de todo el país. "En 15 años, hasta el mes de abril de 2003, hubo 3.700 conexiones. Desde abril hasta hoy hemos realizado 7.000 conexiones", explica el prefecto. Pese a ello, en la capital del gas hay apagones. A las siete de la tarde, la hermosa plaza Luis de Fuentes y Vargas, en homenaje al fundador español de la ciudad, queda a oscuras. La escena suele repetirse con frecuencia, según explican los lugareños.
Bolivia tiene gas para consumo interno para los próximos 600 años. El Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada estaba embarcado en un proyecto de 250.000 conexiones domiciliarias, lo que representaría 1,5 millón de metros cúbicos por día adicionales a los tres que se consumen en todo el país. Ello beneficiaría a unos tres o cuatro millones de los ocho millones de bolivianos, sobre todo al callejón central de la república, en La Paz, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz.
"¡Viva Bolivia, muera Chile!"
En las escuelas bolivianas los alumnos izan la bandera y cantan el himno nacional, que concluye con el grito "¡Viva Bolivia, muera Chile!" En clase, el profesor explica que el país perdió el acceso al mar en un aciago domingo de carnaval, porque el Gobierno subió los impuestos a las empresas inglesas que sacaban salitre y guano y éstas recurrieron a Chile, que ocupó el territorio del vecino. Como era carnaval, Bolivia no reaccionó con la rapidez deseable, añade el maestro. A los niños se les enseña que la guerra del Pacífico (1879-1883) se definió en la gran batalla del Alto de la Alianza, tras la que Chile se adueño de 120.000 kilómetros cuadrados del litoral de Bolivia.
Nada como el antichilenismo para unir los sentimientos de los bolivianos. Así fue cuando se planteó la posibilidad de que la venta de gas a EE UU se hiciera a través de un puerto chileno. Desde los movimientos más radicales hasta las Fuerzas Armadas lo rechazaron. Poco importaba que en el aspecto técnico y económico la vía chilena fuera más viable que la peruana.
Frente a estas opciones han surgido voces diferentes. Julio Garrett, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, recomienda: "No exportar el gas a EE UU sin conseguir un puerto propio para Bolivia, porque el gas tiene que hacernos libres". La propuesta pide "no exportar el gas por Chile ni por Perú, sino a través de un enclave boliviano situado en el Pacífico, para construir en él un puerto, una terminal gasífera y plantas de licuefacción y petroquímica".
Hay otros que recuerdan que el antichilenismo no existe a la hora de hacer negocios. El alcalde de Tarija, Óscar Montes, asegura que La Paz vive del comercio con Chile y que las frutas del trópico boliviano salen por puertos chilenos. "Es mentira eso de que no hay que tener relaciones con Chile", dice el regidor. Es cierto que ambos países no han intercambiado embajadores, pero también que desde 1956 un oleoducto que llega hasta el Pacífico, en Chile, transporta crudo desde Cochabamba a Arica, sin que nadie haya levantado la voz.
Parecía que Chile y Bolivia estaban a punto de solucionar el eterno contencioso con el famoso abrazo de los dictadores Hugo Bánzer y Augusto Pinochet. Se pactó un canje de territorios que no llegó a hacerse oficial. "Hay gran hipocresía con el tema chileno. Se odian de día y se acuestan de noche", comenta el periodista Humberto Vacaflor.
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