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Los 40 años de 'La ciudad y los perros'

Hoy se celebra la aparición de la primera novela de Vargas Llosa, obra con la que alcanzó la gloria literaria

Ángel S. Harguindey

"Comencé a escribir La ciudad y los perros en el otoño de 1958, en Madrid, en una tasca de Menéndez y Pelayo llamada El Jute, que miraba al parque del Retiro, y la terminé en el invierno de 1961, en una buhardilla de París. Para inventar su historia, debí primero ser, de niño, algo de Alberto y del Jaguar, del serrano Cava y del Esclavo, cadete del Colegio Militar Leoncio Prado, miraflorino del Barrio Alegre y vecino de La Perla, en el Callao; y, de adolescente, haber leído muchos libros de aventuras, creído en la tesis de Sartre sobre la literatura comprometida, devorado las novelas de Malraux y admirado sin límites a los novelistas norteamericanos de la generación perdida, a todos, pero, más que a todos, a Faulkner. Con esas cosas está amasado el barro de mi primera novela, más algo de fantasía, ilusiones juveniles y disciplina flaubertiana.

En el el colegio militar Leoncio Prado se quemaron 1.500 copias de la edición peruana
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El cadete

El manuscrito estuvo rodando como un alma en pena de editorial en editorial hasta llegar, gracias a mi amigo el hispanista francés Claude Couffon, a las manos barcelonesas de Carlos Barral, que dirigía Seix Barral. Él lo hizo premiar con el Biblioteca Breve [1962], conspiró para que la novela sorteara la censura franquista, la promovió y consiguió que se tradujera a muchas lenguas. Éste es el libro que más sorpresas me ha deparado y gracias al cual comencé a sentir que se hacía realidad el sueño que alentaba desde el pantalón corto: llegar a ser algún día escritor".

Así explicaba Mario Vargas Llosa en agosto de 1997 algunos entresijos relacionados con su primera y extraordinaria novela, La ciudad y los perros, de la que hoy se celebran los 40 años de su primera edición con un acto, en Madrid, en la Casa de América, en el que su autor dialogará con el periodista Iñaki Gabilondo. En ella se narran las venturas y desventuras de un grupo de jóvenes cadetes del colegio militar Leoncio Prado, en Lima, en el que fue internado el adolescente Vargas Llosa a los 14 años de edad. El talento literario del narrador le permite trascender el relato autobiográfico para conseguir una primera obra en la que a través de los diversos personajes y las condiciones de vida en las que deben desenvolverse -un microcosmos en el que la brutalidad más descarnada encuentra cobijo en la concepción castrense del orden, de la disciplina y del mundo- se ofrece una demoledora visión social y política del Perú de los años 50.

Sobre su calidad literaria poco o nada se puede añadir a lo ya dicho por los mejores críticos de los más de treinta países en los que se ha publicado desde 1963. Una muestra: el neoyorquino Alastair Reid escribió: "El libro de Mario Vargas Llosa hace que, en comparación con él, la mayoría de las novelas escritas en nuestros días parezcan pobres y faltas de vigor... La narración en sus grandes líneas está magníficamente estructurada, pero lo mismo ocurre con los detalles: los estados de ánimo, las constataciones contradictorias, los pequeños pormenores reveladores, las dolorosas confusiones de la adolescencia. El libro manipula la realidad y es manipulado por ella... La ciudad y los perros no es sencillamente un libro que uno ha leído; es una experiencia que ha vivido, torturadora y maravillosamente".

De algunas de las repercusiones sociales de su publicación, sobre todo en Perú, recojamos el fruto de un apresurado sondeo en Internet: tras la aparición de la novela se quemaron 1.500 copias de la edición peruana en el patio del colegio militar Leoncio Prado, en una ceremonia de inequívoca significación inquisitorial. Por su parte, el presidente del CEHM de Perú, general Felipe de la Barra, expresó tajantemente: "Es un libro repugnante que injuria la memoria del héroe de Huamachuco, Montezuma (Cuba), Torata y Abato como fue Leoncio Prado. Si algún enemigo del Perú hubiese buscado un detractor de la catadura de Vargas Llosa, seguramente que el autor de La ciudad y los perros hubiese aparecido ofreciéndose con la novela bajo el brazo". "El general recalcó que por respeto a la cultura peruana las autoridades deberían impedir la circulación de ese libro infernal que sólo refleja las bajas pasiones de su autor. Y añadió que todos los peruanos deberían hacer una cruzada para rechazar ese libro por profilaxia en sus hogares, a fin de evitar que surja un traidor a la patria".

Cuando un periodista le contó todo esto a Mario Vargas Llosa, su lacónica respuesta fue: "Bueno, pues, ahora al menos me doy cuenta que ya leen".

Si la celebración del 40º aniversario de la publicación de una primera novela, obra que se ha reeditado constantemente desde entonces y en numerosas lenguas, sitúa a su autor en el clasicismo contemporáneo, y en su caso además en plena y afortunada actividad creadora, la aparición del libro del joven peruano Sergio Vilela Galván El cadete Vargas Llosa. La historia oculta tras "La ciudad y los perros" (Planeta) es una excelente guinda a la tarta literaria del cumpleaños. En dicho texto, y como explica el propio Vilela Galván en esta misma página, se recorren los lugares que describe Vargas Llosa y se recopilan los comentarios y recuerdos de quienes compartieron las dichas y desdichas leonciopradinas con quien en el otoño de 1958, y en una tasca de Madrid, pergeñó las primeras líneas de una narración que proporcionó a su autor la gloria y a sus millones de lectores una inolvidable e intensa emoción.

Mario Vargas Llosa, en marzo de 1976.
Mario Vargas Llosa, en marzo de 1976.CÉSAR LUCAS

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