"Con Lula hay una sensación de alivio"
El ex presidente de Brasil desde 1995 hasta 2003, Fernando Henrique Cardoso, fue el primero que disfrutó de dos mandatos en su país. Tiempo exiguo para que pueda apreciarse un vuelco en un Estado 17 veces más grande que España y con 170 millones de habitantes, de los cuales varias decenas de millones viven en la indigencia. Convencido de que en su país la democracia se ha consolidado, Cardoso opina en conversación telefónica desde Washington que su sucesor, Luiz Inácio Lula de Silva, tiene tiempo para superar un arranque de mandato "escaso de imaginación". Cardoso asistirá en los primeros días de noviembre en la capital de España a la reunión del Club de Madrid, que reúne a ex presidentes y ex primeros ministros de todo el mundo para debatir sobre la influencia de las políticas de los organismos financieros internacionales en los procesos de transición a la democracia.
"Sin cambios sociales, hablar de democracia en ciertos países va a ser complicado"
Pregunta. Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia en enero pasado. ¿Cómo juzga su labor hasta el momento?
Respuesta. La duda más fuerte que se tenía en cuanto al Gobierno de Lula hacía referencia a la cuestión financiera, al control de la inflación, al pago de la deuda... En eso el Gobierno ha actuado de forma responsable. Incluso profundizó algo de lo que ya hicimos nosotros: el rigor fiscal es muy fuerte, tiene un superávit alto. Hay una sensación generalizada de alivio. No hay pérdida de control de la situación. También es verdad que en la parte política ha controlado el Congreso. La misma base que me sostuvo está sosteniendo a Lula.
P. ¿A qué se debe este aumento de su apoyo?
R. Mi partido, el de la Social Democracia Brasileña, y el Frente Liberal votamos por las propuestas de Lula porque son iguales a las mías. Y consiguió el respaldo como se hace en Brasil tradicionalmente. Los partidos de centro derecha, clientelísticos, digámoslo así, se adhieren a los Gobiernos porque dependen de ellos. Suele ocurrir: los Gobiernos ganan sin mayoría en el Congreso, el partido del presidente nunca consigue más del 20% o 25%. Lo que me sorprende es la falta de imaginación en todo lo demás. No hay política social innovadora, hay mucha parálisis de la Administración. Hay que esperar al año que viene para ver si propone algo.
P. Pero crecen las críticas hacia Lula por el carácter asistencialista de sus programas sociales.
R. Más aún. No hay coordinación administrativa. Hay que dar un poco de tiempo. Pensaba que tenía un proyecto para el país distinto del mío. Veo que no.
P. ¿Cuánto tiempo cree que puede durar el idilio de Lula con la sociedad?
R. Creo que Lula tiene mucho prestigio personal. Ocurrió conmigo también. El presidente siempre está por encima del Gobierno en cuanto a popularidad. Lula es muy capaz de utilizar simbólicamente su fuerza como ex líder sindical. Yo creo que tiene tiempo si el Gobierno se repone.
P. ¿Cree que sería bueno que Lula también saliera reelegido?
R. La posibilidad de la reelección es buena porque da más continuidad a la Administración. Es temprano para evaluar si Lula tendrá esa oportunidad. Y, además, yo creo que va a depender mucho de la situación económica global. Los Gobiernos tienen muy poca capacidad de influir en la reactivación económica.
P. Hablando de influencias. ¿No cree que la Administración de George W. Bush está dejando muy al margen de sus prioridades a América Latina?
R. Yo tengo una opinión muy particular. Cuando un país o un continente no está en el radar del Gobierno de EE UU, mejor. Porque ese radar registra sólo las cosas que no están bien. Me preocupa que estamos apareciendo en ese radar por la cuestión del comercio, por la agricultura, por el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
P. Siempre ha defendido que el ALCA no debería perjudicar a Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay). ¿Teme que ello ocurra con este tratado?
R. Ha de ser una relación de igualdad. No nos interesa un ALCA que no nos permita acceder a los mercados norteamericanos de agricultura, por ejemplo.
P. En Cancún (México), en la reciente cumbre de la OMC, se escuchó nítida la oposición de Brasil y otros 20 países al proteccionismo de los más desarrollados. Pero no hubo acuerdo. ¿Quién sale ganando?
R. De donde salimos fuertes fue de la ronda de Doha. Hicimos fuerza para conseguir un tratamiento con más igualdad. En Cancún no avanzamos. Hay que reanudar las negociaciones. Claro está que la señal en Cancún es que no vamos a aceptar cualquier negociación. Hay que ser firme en las posiciones, pero no hay que exagerar en la adjetivación. Hay que evitar que un choque sobre una cuestión específica comercial aparezca como un desafío global a EE UU o Europa.
P. ¿Cómo juzga las políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial?
R. Han sido variables. Ha acertado en algunos países, se ha equivocado en otras.
P. ¿En Argentina?
R. Argentina consiguió lo que ningún otro ha conseguido: dilación del pago de la deuda por dos o tres años, no hay reparación a los bancos que perdieron dinero... Creo que hubo un fuerte apoyo de EE UU a Argentina. Esto es positivo.
P. ¿Cree que se puede hablar de democracia cuando se dan elevadísimos índices de pobreza?
R. Si no se va más deprisa en el proceso de cambios sociales, no sólo económicos, hablar de democracia en ciertos países va a ser cada vez más complicado. Con la televisión, la información creciente y las comparaciones que se hace con otros países, los pueblos cada vez están más inquietos. Se plantea el peligro de que la gente deje de creer en la democracia. Hay que hacer más hincapié en el valor de la democracia en sí misma independientemente del desarrollo económico.
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