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CAMBIO DE GOBIERNO EN BOLIVIA

El nuevo presidente de Bolivia formará un Gobierno sin presencia de partidos políticos

Carlos Mesa convocará un referéndum vinculante para decidir sobre la exportación de gas

El compromiso del nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa Gisbert, de gobernar junto a los que siempre estuvieron excluidos, ha desactivado de un plumazo la revuelta popular. El país andino ha vivido en las últimas horas la cara y la cruz de lo que puede ser el comportamiento de un dirigente político. La huida del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, sin dar la cara ante sus conciudadanos para anunciar su dimisión, contrastó con el discurso integrador y rupturista de su sucesor, el ex vicepresidente Carlos Mesa, quien entró por la puerta grande en el Congreso entre el aplauso de los presentes y el júbilo en las calles. Mesa anunció que formará un Gobierno del que estarán excluidos los partidos y que convocará un referéndum para decidir sobre la exportación de gas, detonante de las últimas revueltas.

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Bolivia amaneció en paz. La tregua que pidió el nuevo presidente entró en vigor de inmediato, pese a que algunas voces insinuaban que los bloqueos no terminarían por el cambio de gobernante. Las calles de la capital, La Paz, exhibían los restos de las batallas que se han librado las últimas semanas, en las que han muerto más de 70 personas. Miles de mineros que llegaron la noche del sábado desde Patacamaya se disponían a regresar. Durante la noche habían festejado la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada, El Goni, con el estruendo de los cartuchos de dinamita, su principal herramienta para abrir boquetes en la mina y su arma predilecta para enfrentarse al Ejército en las huelgas.

Ahora los movilizados vuelven a sus casas, en cumplimiento del requerimiento de su presidente: "Pido un desarme inmediato, rompiendo los escenarios de confrontación en todos los puntos del país". A media noche del sábado, cuando Mesa todavía estaba reunido con sus colaboradores en el Palacio Quemado (sede presidencial), grupos de manifestantes con sus sombreros, ponchos y aguayos se retiraban de la ciudad en silencio.

"Tenemos que mirar a quienes durante siglos han estado excluidos, para que sean ciudadanos de primera. Bolivia no es todavía un país entre iguales". Así comenzó Mesa un discurso magistral en el que, sin ayuda de notas, diseccionó los principales problemas y apuntó soluciones. De sus palabras nadie pudo sentirse olvidado. Habló de los quechuas, aimaras y guaraníes, no en tono excluyente, para recordar que sólo sobre la pluralidad y la diversidad "podrá construirse Bolivia con sentido".

Aplausos indígenas

Su discurso fue interrumpido varias veces por aplausos procedentes sobre todo de los escaños de congresistas indígenas. Al otro lado del Hemiciclo, escuchaban impertérritos los parlamentarios blancos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el viejo partido boliviano fundado por Víctor Paz Estenssoro que gobernó hasta la huida de su presidente.

Al presidente Mesa le aguarda una tarea monumental. Hereda un país quebrado y extremadamente polarizado. Al hablar de los desafíos no se anduvo por las ramas. El primero será el gas, la cuestión más conflictiva en estos momentos. "Del gas depende nuestro futuro y nuestra relación con el mundo", dijo el mandatario, que se comprometió a convocar un referéndum vinculante para que los bolivianos expresen su opinión.

También revisará la ley de hidrocarburos y convocará una Asamblea Constituyente para discutir "qué país" se quiere. Mesa sorprendió a la Cámara y al país cuando anunció que no tiene ninguna voluntad de ejercer la Presidencia hasta el final del mandato, en 2007, tal y como establece la Constitución. "Quiero proponer que el Congreso considere un tiempo de transición histórica para convocar elecciones", dijo. Y ahí vino el gran golpe, que más de un congresista acusó con un silencio revelador. El presidente de Bolivia no contará con la participación activa de ningún partido político, a fin de recuperar la credibilidad de éstos, hoy más baja que nunca. "Necesito el apoyo del Parlamento, a pesar de que les estoy pidiendo el sacrificio de que sus partidos no integren el Ejecutivo", dijo mirando a la cara de los parlamentarios. "Ustedes y yo nos estamos jugando la vida", añadió.

Tres de las medidas anunciadas por Mesa chocan con la Constitución de Bolivia. La Carta Magna no contempla el referéndum consultivo, ni la convocatoria de una Asamblea Constituyente, ni una Presidencia de transición. Para lograr su objetivo necesitará modificar la ley suprema, y para ello se requieren los dos tercios del Congreso. Ayer, de los parlamentarios del primer partido, el MNR, sólo uno votó a favor de la aceptación de la renuncia de Sánchez de Lozada y por la investidura de Mesa. El diputado Luis Eduardo Siles, del ex partido oficialista, adelantó a este diario que no piensan ponerle las cosas fáciles a Mesa. "Dice que va a gobernar sin los partidos, lo cual es un suicidio político. Ya veremos con quién y cómo gobierna".

En su primer día como presidente, Mesa acudió por la mañana a la plaza Murillo y se dio el primer baño de masas sin apenas escolta. Una mujer le suplicó por su hijo, detenido durante los disturbios. "Esta tarde, en cuanto esté formado el Gabinete, será el primer tema que deberá resolver el ministro del Interior: la situación de los detenidos", le respondió el presidente. La mujer le abrazó con lágrimas en los ojos. Quienes le vitoreaban eran gentes humildes que por primera vez en mucho tiempo tienen motivos para la esperanza. Nadie quiere recordar las últimas palabras que dejó el ex mandatario fugitivo en la carta leída la noche anterior en el Congreso. "Éste es un funesto precedente para la democracia boliviana y continental", escribió Sánchez de Lozada en una misiva redactada con resentimiento y sin ápice de autocrítica.

El nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa, saluda a la multitud que le recibió ayer en El Alto.
El nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa, saluda a la multitud que le recibió ayer en El Alto.ASSOCIATED PRESS

El Ejecutivo tomó el camino del exilio

El presidente no huyó solo. Los ministros que formaban el sector más duro del Ejecutivo también tomaron el camino del exilio. Al parecer, temían por su seguridad quienes más se ensañaron a la hora de reprimir las protestas. Gonzalo Sánchez de Lozada viajó a EE UU junto a sus familiares y los ex ministros de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, y de Salud, Javier Torres Goitia. Otro estrecho colaborador del presidente, Yerko Kukoc, ex ministro de Gobierno, viajó con destino a México. José Guillermo Justiniano, ex ministro de la Presidencia, y José Luis Harb, ex viceministro de Gobierno, partieron rumbo a Buenos Aires.

Berzaín y Kukoc fueron los principales halcones del Gobierno dimisionario. Sánchez Berzaín dirigió varios operativos desde un helicóptero y fue el principal responsable del mayor baño de sangre que se produjo en El Alto el 12 de octubre.

La esposa del presidente, Ximena Iturralde, y tres ex ministros abandonaron La Paz a bordo de un helicópetro de la Fuerza Aérea Boliviana. La nave se detuvo en la Academia de Policía, donde recogió al presidente. A bordo de un avión militar voló hasta Santa Cruz de la Sierra, de donde emprendió vuelo en un avión de la línea aérea boliviana con rumbo a la ciudad estadounidense de Miami.

"La huida del presidente y de sus ministros no les exime de un juicio de responsabilidad que les vamos a seguir. El grupo parlamentario del Movimiento al Socialismo (MAS) iniciará un juicio contra estos ministros y ex ministros en los próximos días", declaró el diputado Jorge Alvarado, del MAS.

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