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30 AÑOS DE LA PRIMERA CRISIS DEL PETRÓLEO.

El petróleo no da tregua a la economía

El crudo es desde hace 30 años un factor determinante del crecimiento, los precios y el empleo

Fernando Gualdoni

El 19 de octubre de 1973, dos semanas después de que comenzara la cuarta guerra árabe-israelí, los grandes exportadores de crudo, encabezados por Arabia Saudí, aprobaron un embargo petrolero contra EE UU y los aliados de Israel. Esta decisión provocó la primera crisis del petróleo, que cambió la estructura de la economía mundial y supuso el inicio de una reconversión industrial que acabaría con millones de empleos en el mundo. "Para finales de siglo, Europa no tendrá más lugares de trabajo que oficinas, laboratorios y salas de visita", vaticinó el por entonces ministro de Economía alemán y más tarde canciller, Helmut Schmidt.

Fue el primer uso explícito del petróleo como arma. Acabó de un plumazo con los años de oro de la economía japonesa y arrampló con el crecimiento de EE UU y Europa. Por no hablar del daño que hizo a las economías de países en desarrollo. El embargo de 1973 cuadruplicó el precio del crudo y condujo a las economías industrializadas a una recesión con una inflación y un paro de dos dígitos que no dio cuartel hasta casi dos años después. Y para cuando muchos países comenzaban a recuperarse, la revolución iraní de 1978-1979 y la guerra entre Irán e Irak de principios de los ochenta terminaron por disparar la cotización hasta superar los 35 dólares. El barril de petróleo alcanzó a finales de 1981 los 34 dólares. Con respecto a 1973, se había incrementado más de 10 veces.

Entre 1973 y principios de los ochenta el precio del barril se incrementó más de 10 veces
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Hoy, 30 años después, Israel recientemente bombardeó un campo palestino en Siria y un día después intercambió disparos de mortero con la guerrilla Hezbolá en la frontera del sur de Líbano. La inestabilidad de la región nunca ha dado un respiro al mercado petrolero y el barril llegaba a superar los 31 dólares durante la semana pasada. En plena crisis de la economía mundial, los altos precios del oro negro y la inestabilidad del mercado de esta materia prima, de lejos la más negociada del mundo, representan una vez más una seria amenaza para la recuperación económica tras los atentados terroristas del 11-S.

"Tras la primera crisis del petróleo, los países consumidores fueron por primera vez conscientes de que el recurso era escaso y tenía un alto precio. El petróleo se convirtió desde entonces en un elemento determinante del crecimiento económico, de los precios y del empleo", concluye José María Marín, director de comunicación de Cepsa. Aunque el embargo duró cuatro meses, el impacto fue muy grave. La factura energética de las economías europeas pasó del 1,5% del producto interior bruto (PIB) al 5%, a pesar de que el volumen total del petróleo consumido había disminuido. La inflación mundial, que desde 1958 había ido creciendo a un ritmo del 2% anual, aumentó un 5% entre 1969 y 1972, y llegó a dos dígitos tras la primera crisis petrolera.

"No cabe duda de que el mayor impacto de la crisis fue en el empleo. En España se perdieron unos dos millones de puestos de trabajo entre 1975 y 1985, años nefastos para la economía", explica Clemente Polo, catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona. "Creo que, en el caso español, la transición política en esos años fue clave para que todo no fuera peor, porque, aunque no fue una transición corta, sí fue ordenada en términos económicos", añade Polo.

Todas las economías de los países industrializados debieron recurrir a planes de austeridad que, de forma inevitable, produjeron una disminución del consumo y una rebaja del nivel de vida. Las empresas tuvieron dificultades crecientes y el paro se incrementó. El desempleo en los países de la OCDE sobrepasó el 5% entre 1974 y 1975, y en el periodo 1980-1982 ya había llegado al 10%. Para mediados de los años ochenta, casi el 30% de los puestos de trabajo industriales desaparecidos no habían sido reemplazados. Aquella crisis del 73 provocó tal desastre que forzó a los países importadores a crear un sistema de reservas mínimas, a buscar proveedores en países ajenos a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y a comenzar a invertir en el desarrollo de energías alternativas.

El embargo forzó a los Gobierno de Europa a regresar de lleno al uso del carbón como fuente de energía y a poner en marcha las centrales nucleares. El consumo de crudo se estancó entre el 73 y el 95, a pesar de que la demanda energética se incrementó. "Fue como salir de un sueño, se habían acabado los años de energía barata. Hubo que reconsiderar toda la política energética y la geopolítica mundial", recuerda Aurelio Ayala, ex presidente de la Asociación Española de Operadores Petrolíferos (AOP). "Tal fue el impacto, que Kissinger impulsó en 1974 la creación de la Agencia Internacional de la Energía". La AIE es el guardián de los intereses energéticos de los países ricos (casi todos importadores netos de crudo) y ejerce una constante presión para que al mercado no le falte crudo, es decir, para que no se repita lo sucedido hace 30 años.

Aunque está claro que los países consumidores sufrieron mucho las crisis petroleras, la OPEP no salió indemne. La cuota de mercado de la organización pasó del 49% al 29% tras las crisis, y, aunque más tarde recuperó parte de ésta, desde entonces no ha superado el 40%. A pesar de que las empresas petroleras nacionalizadas en los setenta por los países de la OPEP lograron incrementar la producción del cartel hasta los 20 millones de barriles a finales de los ochenta, las compañías públicas y privadas de los países ajenos al cartel empezaron también a sacar la mayor tajada posible del incremento del crudo explotando sus propios recursos.

El Reino Unido y Noruega aumentaron su producción en el mar del Norte, las petroleras de Occidente no dejaron yacimiento sin explorar ni tecnología de extracción sin utilizar. Canadá, Angola, Omán, Guinea Ecuatorial... En cada rincón del planeta había una empresa petrolera europea o estadounidense buscando crudo. Más tarde cayó la URSS y la nueva Rusia y ex repúblicas soviéticas como Kazajistán también se unieron a la pugna por los beneficios del petróleo.

La invasión de Irak a Kuwait socavó la ya escasa cohesión de la OPEP y la organización se mantuvo sumida en un limbo durante un decenio. El precio medio del crudo tras la primera guerra del Golfo y hasta 1998 fue de 18 dólares por barril, una cifra con la que Occidente aprendió a convivir. Pero, a finales del 97, la OPEP cometió un serio error de cálculo y aprobó un aumento de la producción sin tener en cuenta la crisis que en julio de ese año se había desatado en el sureste asiático. El crecimiento de la región se frenó y con éste la creciente demanda de energía. Repentinamente, la OPEP se encontró extrayendo mucho crudo para muchos menos clientes. El precio del barril se desplomó por debajo de los 10 dólares en diciembre de 1998, el más bajo desde la primera crisis petrolera.

Arabia Saudí, el mayor poseedor de reservas petrolíferas y exportador del mundo, utilizó su peso en la OPEP para reactivar una táctica -mal utilizada en el pasado- para impulsar los precios a través del control de la oferta y, al mismo tiempo, preservar las cuotas de mercado de los miembros. A finales de 1998, en la residencia del embajador mexicano en Madrid, el presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, y el ministro del Petróleo saudí, Alí al Naimi, sellaron un acuerdo de cooperación que sacudió a las economías del mundo y dio paso a lo que muchos consideraron la tercera crisis petrolera, tras pasar la cotización del barril de 10 a 35 dólares entre 1999 y mediados de 2000.

"Desde la crisis del 98, la OPEP ha tenido éxito en mantener el precio dentro de su banda de entre 22 y 28 dólares", concluye Nordine Ait-Laoussineo, presidente de la consultora suiza Narcosa y ex ministro de Energía argelino. "No obstante, el cartel pierde cuota de mercado y hay diferencias internas, porque los niveles de producción asignados no responden a la realidad y más ahora que Irak ha regresado al mercado y a la organización. El actual nivel de precios será difícil de mantener a largo plazo y, si la OPEP no revisa sus prioridades, quedará nuevamente a merced de los vaivenes del mercado", añade.

"En el largo plazo estamos todos muertos", sentenció en 1923 el economista John Maynard Keynes, así que, por lo que respecta a la situación actual de la economía mundial, 30 años después el precio del petróleo sigue siendo una factor determinante de la recuperación económica y una permanente amenaza teniendo en cuenta su alta cotización de estos días.

Un ejecutivo de la petrolera Saudi Aramco observa los trabajos del yacimiento de Al Hotwa.
Un ejecutivo de la petrolera Saudi Aramco observa los trabajos del yacimiento de Al Hotwa.AP

Adictos al crudo

España es un país industrializado muy dependiente de las importaciones de crudo y, desafortunadamente, la situación poco ha cambiado a pesar de las crisis petroleras de 1973 y 1979 y la escalada de precios de 2000. A pesar de que los vaivenes del mercado petrolero frenaron el consumo de crudo e impulsaron el uso más racional de la energía y la búsqueda de energías alternativas, el oro negro aún representa el 53% de toda la energía que se utiliza en el país.

En los 20 años posteriores al embargo árabe y la segunda crisis petrolera como consecuencia de la revolución iraní y la guerra de Irán e Irak, el ritmo de crecimiento del consumo de petróleo en España apenas superó el 2% anual. Pero durante los últimos cinco años la demanda se ha acelerado hasta crecer cada año el 7%.

Si se observa lo que el sector energético representa dentro de la economía española, se ve que es de vital importancia, lo que implica que cualquier estrangulamiento o interrupción del suministro provocaría la paralización de la actividad. El tener supeditadas más de las dos terceras partes del consumo nacional al abastecimiento exterior implica un riesgo muy grande.

Por ello la escalada del crudo suele afectar más a España que a otros países más industrializados, incluso a pesar de que hay un menor consumo de energía por habitante.

"La crisis puso fin al uso intensivo de la mano de obra y los recursos energéticos en España, y ello dio paso al desmantelamiento de las industrias naval y siderúrgica. Se perdieron muchos empleos...", dice Juan Francisco Santacoloma, catedrático de Economía de la Universidad de Deusto. "Lamentablemente, aprendimos la lección a medias, puesto que todavía existe un considerable despilfarro de energía. Aún debemos profundizar en las políticas de ahorro energético", opina Santacoloma.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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