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EL FUTURO DE LOS GRANDES CENTROS DE ARTE

El director del Rijksmuseum defiende la privatización controlada de los museos

De Leeuw cree que la independencia no es deseable y que el secreto es ser flexibles y entretenidos

Ayer pasó por Madrid, para visitar las obras del Museo del Prado y dar una conferencia sobre las relaciones hispano-holandesas en la Fundación Carlos de Amberes, el director del Rijksmuseum (www.rijksmuseum.nl) de Amsterdam, Ronald de Leeuw. Ex responsable también del Museo Van Gogh, De Leeuw reivindica la privatización de las pinacotecas "que puedan ser rentables" y pide que se mantenga "la supervisión del sector público".

Con el Rijksmuseum (un millón de obras y 1,2 millones de visitantes al año) parcialmente cerrado (aunque las 200 joyas del XVII, con Rembrandt, Vermeer y Frans Hals, están expuestas ahora más horas que antes) tras la aparición hace unos meses del asbestos cancerígeno, y ante el inminente inicio de las obras de ampliación y reforma que han proyectado los españoles Ortiz y Cruz, De Leeuw afirma que los grandes museos no deben tender a ganar espacio de exposición, sino a mejorar sus colecciones, seleccionar mejor lo que exhiben, modernizar sus ofertas y la forma de exponer. "Un museo grande no mejora por ser más grande, sino por ofrecer más servicios: educativos y culturales, cines, teatros, bibliotecas, buenos bares y restaurantes, nuevos talleres de restauración y espacios agradables. Nuestro futuro es que la gente pueda pasar allí el día entero si lo desea".

"Un museo grande no mejora por ser más grande, sino por ofrecer más servicios"
"Hay que aprender del mundo comercial para que el visitante goce la visita"
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Pero modernización no es necesariamente igual a privatización incontrolada. "Primero debes ser rentable; si no, es mejor no privatizarse. La del Van Gogh, primera que hemos hecho en Holanda, ha sido muy positiva. El Prado ha enseñado su potencial y no tendría nada que temer".

"Cuanto más independientes, mejor, pero siempre debes tener la supervisión de un comité, unas leyes, unos inspectores", agrega De Leeuw. "Está bien tener un jefe. Al fin y al cabo, el trabajo de los gestores de museos no es para su generación, sino para las generaciones del futuro, y los gobiernos deben estar encima. La independencia total puede ser el caos".

¿Por el peligro de caer en la comercialidad más vulgar? "El miedo a la comercialidad es relativo, porque los museos no especulan y funciona bien la autorregulación. Los préstamos, por definición, no se cobran, y si eres vulgar y haces cosas vulgares, los otros museos enseguida te condenan al ostracismo".

Sí, quizá las entradas serán más caras, acepta De Leeuw. "Pero si uno es listo, siempre puede acceder a descuentos. En Holanda, por 20 euros, entras a todos los museos del país durante un año. Los turistas deben pagar los gastos extra. La ópera es 20 veces más cara que un museo. El secreto es ser flexibles, adaptarse al estilo de vida de la época".

De Leeuw reconoce que el Rijks se ha quedado viejo, y no precisamente por culpa del edificio original. "Teníamos cinco museos dentro del museo: el de artes decorativas, el de pintura, el de historia... Tabiques postizos por todas partes, falsos techos... Vamos a tirarlo todo, a volver a la estructura original, que es fantástica, y a proponer un recorrido lógico, que se pueda empezar por el sitio y la época que el visitante quiera. Sobre todo, si tenemos obras muy buenas, hay que enseñarlas muy bien, con muy buena luz, lugares abiertos y sentido didáctico: se trata de explicar la historia a través del arte, no de confundir a la gente con laberintos. Debemos ser más acogedores, darle aire y transparencia, una luz más refinada. Y vamos a intentar que sea más entretenido".

¿Disneymuseum? "Hay que aprender del mundo comercial para que el visitante no odie la visita, sino que la goce. El lema no es enseñar todo, sino lo mejor. Hay que ser más selectivos. No eres más atractivo por enseñar 20 jarrones y 60 cerámicas parecidas. La gente está muy interesada en la función de los objetos, así que eso hay que explicarlo mejor. Y en cuanto a los ordenadores, los souvenirs y los gadgets, mejor ser cuidadosos. El exceso estorba, y ésa no es la función de un museo. Nosotros tenemos una página web estupenda para que la gente pueda imprimir lo que quiera. Pero lo importante es que cuando vengan a verlas en directo esas obras estén perfectas. No oscuras, grises y pequeñas".

El secreto, según De Leeuw, es dotar a los grandes museos de grandes obras. "Mimar las colecciones permanentes, adquirir más arte extranjero para abrir la visión. Nosotros compramos cuatro velázquez y resultaron anónimos, pero en fin. Hablando con Zugaza, el director del Prado, vemos que lo único que puede hacer un director es comprar bien. La gloria de la reforma es del arquitecto; las exposiciones temporales se olvidan. La posteridad es comprar bien".

Ronald de Leeuw, ayer en la exposición <i>Anton van Dyck y el arte del grabado,</i> en la Fundación Carlos de Amberes, en Madrid.
Ronald de Leeuw, ayer en la exposición Anton van Dyck y el arte del grabado, en la Fundación Carlos de Amberes, en Madrid.GORKA LEJARCEGI
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