Personalidad y maridaje
Qué misión tan difícil intentar maridar el queso y el vino en armoniosa convivencia. En esta cultura nuestra donde el queso se sirve al final de las comidas, parece que la única asociación posible es con el vino tinto. Todo lo contrario ocurre en otros países, donde la leche cortada y cuajada siempre es un aperitivo antes del gran banquete.
Si usted tiene un temperamento clásico para el maridaje, siempre contará, sin salir de Navarra, con esos tintos jóvenes que empiezan a salir del anonimato. Elaborados a partir de la garnacha son mostos cálidos y frescos, donde las notas de fruta, monte bajo y notas especiadas hablan de todo el potencial de esa variedad. Buen ejemplo puede ser un Artazuri de Bodegas y Viñedos Artazu, donde el joven Juan Carlos López de la Calle trabaja por rescatar y dignificar la garnacha navarra.
Si su talante es cosmopolita e inquieto y quiere experimentar nuevas sensaciones, le recomendamos un blanco fermentado en barrica, elaborado a partir de esa variedad reina que es la chardonnay. Bodegas Castillo de Monjardin saca todo el potencial a esta casta. Sus blancos potentes con recuerdos de mantequilla y maduros con un paladar suave y sabroso, con una marcada acidez, aliviarán esos puntos picantes que todo buen queso del Roncal debe tener.
Siempre en Navarra y sólo para amantes de riesgo, podemos lanzarnos al maridaje de queso y vino dulce, que tantos adeptos esta ganando, con una variedad como la moscatel de grano menudo. Bodegas Piedemonte elabora un blanco dulce de prodigiosa personalidad y aromas muy armónicos en boca y con viva acidez para quienes buscan el contraste de los puntos salados del queso y el dulzor del vino sin que ello sea un sacrilegio.
Aunque al final, como en otros ordenes de la vida, lo que queda es el gusto del comensal y contra esto no se puede luchar. Así que disfruten del queso y del vino según sea su carácter.
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