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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Peligra Kioto

Rusia ha puesto el Protocolo de Kioto contra las cuerdas. Vladímir Putin ha dicho que la decisión definitiva sobre el pacto medioambiental se adoptará después de un estudio a fondo y de acuerdo "con los intereses nacionales" de su país. Rusia firmó el protocolo en marzo de 1999 y nunca antes había puesto en duda su ratificación.

El acuerdo impone a las naciones industrializadas, entre 2008 y 2012, una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 5,2% de media sobre los niveles de 1990. Para que entre en vigor deben ratificarlo 155 Estados (ya lo han hecho 119) y de ellos un número suficiente de países industrializados como para que se supere el 55% de las emisiones que producían esos mismos países en 1990. Como Estados Unidos ya anunció que no va a ratificarlo, la firma de Rusia es necesaria para su entrada en vigor. Más aún: entrará en vigor en cuanto lo ratifique Moscú o no lo hará nunca.

De manera inmediata, el acuerdo de Kioto es muy beneficioso para Rusia porque le permitirá vender muchos millones de toneladas de emisiones a países que sobrepasen los límites que les impone el protocolo. Desde 1990 las emisiones rusas se han reducido el 32% a causa del hundimiento de la industria soviética. Pero para los partidarios de la no ratificación, este beneficio puede perjudicar el crecimiento la próxima década. Consideran también que en un país frío el calentamiento va bien para ahorrar energía y mejorar la agricultura.

Los que desean su ratificación constatan el quebranto económico que suponen las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos; y subrayan, sobre todo, el desastre que supondría la descongelación del permafrost, que cubre el 60% del territorio ruso, y acarrearía el hundimiento de un sinnúmero de infraestructuras (incluidos oleoductos) y casas.

Abordar el cambio climático que está provocando la actividad humana desde el mero egoísmo nacional, como pretende Moscú, es una apuesta por el desastre. Kioto es, por el momento, el único intento serio por contener unas alteraciones de incalculables consecuencias.

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