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Una enfermedad intestinal impide al Papa asistir a la tradicional audiencia

Juan Pablo II aparece extremadamente frágil en unas imágenes tomadas por la televisión

Enric González

El papa Juan Pablo II no pudo acudir ayer a la tradicional audiencia general de los miércoles en el Vaticano, a causa de una indisposición de intestino que, según su médico, no revestía importancia. El propio Pontífice quiso demostrar que su estado no había sufrido ningún empeoramiento sustancial y envió por radio una bendición a los fieles. Pero una cámara le filmó mientras hablaba ante el micrófono y su aspecto, pese a los mensajes oficiales de tranquilidad, reflejaba una salud cada vez más frágil: aparecía fatigado y con el rostro crispado por el dolor.

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Los primeros rumores sobre la indisposición sufrida por el Papa surgieron el martes por la noche. El propio médico personal del Pontífice, Renato Buzzonetti, confirmó que Karol Wojtyla tenía problemas intestinales y no podría celebrar su audiencia semanal. "No hay ningún problema, estoy tranquilo y a punto de acostarme", declaró el médico al diario La Repubblica en una breve conversación telefónica.

Mientras se disparaban las especulaciones sobre la salud del Papa y decenas de periodistas alarmados llenaban la sala de prensa del Vaticano, la oficina de comunicación de la Santa Sede hizo público el programa del viaje que Juan Pablo II tenía previsto realizar a Pompeya el próximo 7 de octubre. De esta manera se quería comunicar indirectamente que se mantenían todos los planes y que, por lo tanto, no existían motivos para preocuparse.

La noticia de que el Papa no asistiría a la audiencia general fue oficialmente confirmada ayer por la mañana. Pero el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, insistió poco después en el mensaje de tranquilidad: "Todo sigue sin cambios", declaró, "se trata de una afección intestinal menor".

El portavoz explicó que el Papa había sido "convencido" por su médico de la conveniencia de permanecer todo el día en la residencia estival de Castelgandolfo. Juan Pablo II, de 83 años y víctima de un atentado en 1981, padece un parkinson avanzado y una artritis aguda.

La audiencia no fue, sin embargo, suspendida. Se encargó de ella el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano. Hasta ayer, Juan Pablo II no había sido sustituido nunca en la recepción a fieles y turistas. No hubo audiencias tras el atentado de 1981, ni en julio de 1992, cuando se le extirpó un tumor benigno, ni durante los problemas de apendicitis hasta la operación de noviembre de 1996, ni el 5 de febrero de 1997, a causa de una gripe.

El Vaticano quiso demostrar ayer así, tal vez, que se mantenía la normalidad institucional a pesar de la fragilidad del Papa, cuyo agotamiento ya dio motivos para la alarma en el reciente viaje a Eslovaquia. Durante aquel desplazamiento, Navarro Valls atribuyó los problemas papales, que le impedían incluso leer, al calor estival. "Muchos otros ancianos europeos han padecido por las elevadas temperaturas", dijo en Bratislava.

Pero no todo se desarrolló ayer por los cauces habituales en la liturgia vaticana. El cardenal Sodano no recibió a los fieles en la plaza de San Pedro, escenario habitual para el Papa, sino en el Aula Pablo VI. El propio cardenal anunció, ante una concurrencia que se mostraba desilusionada e inquieta, que Juan Pablo II les dirigiría unas palabras por circuito cerrado.

"Siento no estar con vosotros", dijo el Papa. "Os llevo en el corazón y os bendigo con afecto". El papa Wojtyla fue filmado mientras pronunciaba, con voz relativamente firme, la breve bendición, pero su imagen no pudo contemplarse durante la audiencia. Sí fue distribuida a las televisiones comerciales.

Rictus de dolor

Juan Pablo II aparecía en la pantalla sumamente fatigado, con la cabeza inclinada y el rostro crispado en un rictus de dolor. El doctor Renato Buzzonetti visitó al Pontífice tras su breve intervención ante las cámaras y le encontró, según declaró a los medios de comunicación, "mejor que la víspera".

La agenda del Papa para los próximos días era leve. Mañana viernes debería abandonar la residencia de verano de Castelgandolfo para instalarse de nuevo en el Vaticano y estar presente el sábado en una misa oficiada por el cardenal Joseph Ratzinger, en memoria de los dos pontífices fallecidos en 1978, Pablo VI y Juan Pablo I. El 7 de octubre tenía previsto desplazarse a Pompeya, en su viaje número 143 por Italia, con el objetivo de rezar un rosario a la Virgen por la paz en el mundo.

Una guardia suiza ayer, en la sala de la audiencia de los miércoles.
Una guardia suiza ayer, en la sala de la audiencia de los miércoles.AP

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