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VISTO / OÍDO
Columna
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Arte de la punición

Se le ocurrió a Noruega que sería interesante saber por qué hay terrorismo, y en qué consiste; convocó una conferencia en el seno de las Naciones Unidas; allí habló Aznar, bien oiréis lo que decía: que sólo procedía de la maldad intrínseca. Está de lleno nuestro jefe de Gobierno y Jefe Nacional del Movimiento en la línea de la política punitiva, en la tradición medieval de que todo lo que no sea castigo es complicidad. No cree que haya diferencias entre un vasco y un iraquí; yo creo que las hay a favor del iraquí, al que están destrozando cada día, y abundo como el Jefe en que no se puede utilizar a Dios y a la Patria para estas sublevaciones del orden lógico, me parece que el abusón es Bush y, desde luego, su vicario Aznar, y el tonto de Blair. La tontificación de Blair se ha debido producir lentamente; algún gas raro en el congreso laborista que le designó. No por los conservadores, porque les quitó el monopolio de la política represiva.

En el caso de Aznar se sabe que es así, con este carácter, desde que nació. Se conservan sus viejos escritos, sus púberes declaraciones. Su mérito está en haber vivificado en una parte de españoles este espíritu cuyas modalidades, sin duda, le preceden. Veo ahora que ese impotente sexual, como ha revelado su compañera -mujer, esas son cosas que no se dicen- no es un loco, sino que tiene "un trastorno grave de personalidad", dicen que no es lo mismo. De otros se dice que tienen "trastornos de comportamiento". El objeto de estas clasificaciones equivale a la que hace Aznar en la ONU con los terroristas: son todos punibles. Si yo tuviera algún desliz y declaran de nuevo que a los rojos hay que castigarles, preferiría ir a la cárcel que al psiquiátrico penitencial: es ligeramente menos horrible. No en el caso del desgraciado asesino inglés, al que probablemente matarán en la cárcel, donde hay, como en la aristocracia, un código de honor, dichosa palabra. En una prisión de EU UU han matado al sacerdote (anglicano) que había sexualizado con niños.

Los barullos mentales de códigos, dogmas, religiones y costumbres y morales se han creado en las sociedades contemporáneas. La española es una de las más distinguidas, y el castellano vocacional José María Aznar es un filósofo de la confusión: un orden punitivo, y la idea de que la represión debe preceder al delito. La represión de Sharon, la de Bush, la suya propia. Y la de Blair, que parece un caso especial dentro de la psicología del poder.

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