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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La pelota vasca

Había asistido estos días perpleja al huracán mediático-político que ha generado una película entonces sin estrenar, La pelota vasca, la piel contra la piedra, y no había podido resistirme a escribir esta carta estrictamente personal. Lo hacía indignada porque, una vez más, en este país los prejuicios podían con la realidad. Soy absolutamente consciente de las reacciones que provoca cualquier aproximación al problema de Euskadi. Lo soy porque conozco perfectamente la falta de libertad en una tierra donde ser político, periodista o simplemente ciudadana libre y no nacionalista significa vivir atada a un escolta, no poder expresarse, no poder vivir. La situación de Euskadi me ocupa y me preocupa como ciudadana y como política. Desde la política estamos intentando luchar contra el terrorismo y sus cómplices a través del Estado de derecho, sin partidismos ni réditos electorales.

Es precisamente desde ese compromiso desde donde no podía permanecer impasible a esta agitada polémica. Sobre todo, no pude entender cómo se atrevían el ministro del Interior o la ministra de Educación (que al parecer ayer rectificaba) a hacer juicios de valor sobre algo que ni siquiera han visto. La pelota vasca es una mirada al problema de Euskadi que no se corresponde con la mía. No es una mirada socialista, ni constitucionalista, ni nacionalista. Es la mirada de Julio Medem, su director, que por cierto es un hombre comprometido con la paz.

Comparto con otra gente que el documental tiene ausencias (por voluntad ajena al autor), ausencias notables que dejan incompleta y sesgada la fotografía de la realidad vasca. Pero, francamente, creo en la honestidad y en la limpieza con la que Medem ha intentado hacer esta película. Desde la discrepancia por muchas cosas de las que aparecen en el documental, desde la emoción y la cercanía de otras que aparecen, me siento en la obligación moral de defender la libertad de autor y de agradecerle su valentía por intentar aproximarse a una realidad compleja y difícil como es la del País Vasco. Hay que agradecer en cualquier caso el esfuerzo de haber intentado aportar un documento más a esta tortuosa historia llena de angustia y miedo.

Si no somos capaces de respetar la opinión de otros demócratas, aunque discrepemos con ellos, no seremos capaces de respetar nada. Y si hay algo de lo que no tengo ninguna duda es de que, además de un buen director, Julio es un gran demócrata y mejor persona.

Hoy parece, una vez estrenada la película, que los ruidos se calman y las aguas vuelven a su cauce; no hay mejor vacuna que una buena dosis de realidad.

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