Albert Boadella descubre la mediocridad de Franco en un libro y una película
Para el director, no hay venganza en su retrato
Franco y yo (Espasa), último producto del director teatral Albert Boadella, no sólo es una especie de making-off literario de la película ¡Buen viaje, excelencia! Es también el resultado de las reflexiones que su autor hace en torno a diversas cuestiones y a la figura de Franco, contra quien Boadella dice no ejercer revanchismo ni venganza, aunque confiesa que meó en las paredes del palacio de El Pardo cuando fue a visitarlo y que ha descubierto "que era un mediocre".
El libro reconstruye en clave de humor los últimos tiempos de Franco, habla del guión de la película como si fuera una novela, del proceso creativo del rodaje y pone de relieve que Boadella ha realizado una investigación basada en documentos, testimonios, libros... Uno de ellos le ha impactado de manera especial, el del coronel Carlos Blanco, profesor de la Academia Militar de Zaragoza: "Es muy bueno, porque habla de la incompetencia militar de Franco y muestra con documentos y elementos casi científicos la gran mediocridad de Franco".
En ese sentido, Boadella habla de lo que considera que ha sido más importante para él de su inmersión en el personaje de Franco: "Yo creía que era listísimo y perverso, un militar notable, un hombre ingenioso para ciertas cosas, pero mi gran descubrimiento ha sido darme cuenta de que no encuentro otra palabra para definirle que la de que es un imbécil y eso me ha creado una gran frustración porque pienso: ¿pero a quién teníamos delante?...; encima, se tomó todo su tiempo para agonizar y todos resistimos con una oposición tan poco virulenta contra algo semejante". El director y autor piensa que ésa es una reflexión que habría que alargarla a otros personajes: "Hay que ver que hoy en día los imbéciles tienen mucho poder, ya no olvidemos que a los poderes fácticos les interesan los imbéciles, porque dan menos problemas".
Boadella habla casi con fascinación de "esa cantidad de mediocres instalados en los puestos más importantes de la política, no sólo en España", y destaca especialmente que "es muy curioso que personas con un cociente relativamente bajo están en las cumbres de los países... Bush no es un hombre brillante y en Estados Unidos encontraríamos millones mucho más capacitados para un cargo así", y añade: "Eso ha llevado a que en el mundo del poder político se haya refugiado lo peor de nuestra sociedad, desde el punto de vista intelectual y de capacidad encefálica, y comprobar eso ha sido un descubrimiento".
Boadella deja claro que en el libro tan sólo pretende aportar su visión particular sobre el personaje de Franco: "He tenido que estudiarlo minuciosamente, pero han pasado 28 años y, por tanto, ha desaparecido la virulencia de ciertos contenciosos de aquel momento, creo que la mirada es más distanciada y más objetiva".
Asegura que ni el libro ni la película son actos de venganza. Una venganza que en cambio sí llevó a cabo cuando estaba investigando sobre el general Franco y sus pesquisas le condujeron hasta el palacio de El Pardo, residencia del dictador durante varias décadas: "Fue una venganza casi infantil..., no pude evitar mearme en las paredes del palacio; pienso que a mi padre, que era antifranquista, le hubiera hecho mucha ilusión".
Si se le pregunta dónde está la herencia de Franco o sus herederos, dice: "Lo peor de todo lo que ha quedado de aquella época es esa especie de lacra de mediocridad que invade la sociedad profesional española, vivimos una etapa en la que hay una falta total de exigencias, y ésa es una de las herencias y uno de los virus inoculados en el franquismo..., lo peor son las gravísimas consecuencias que ahora tenemos y eso es lo que nos diferencia de otros países como Francia o Inglaterra".
Puesto a dar, también reparte candela en el libro a su generación, sin excluirse él: "El conocimiento de Franco lleva a concluir que es un débil mental, con muy pocas luces, de una gran pobreza intelectual y cultural y de una preparación nula para las cosas más esenciales de la vida...", y añade con un tono de voz severo: "Lo trágico es que uno se da cuenta de que nuestra generación, para autoexcusarse de que muriera en la cama, hizo de él una figura más perversa de lo que era, lo describíamos como alguien mucho más peligroso, quizá para autojustificarnos, ya que nuestra oposición fue moderada, salvo contadas y honrosísimas excepciones que pagaron carísimo esa oposición", concluye, al tiempo que afirma que en su libro es cruel, pero sin acritud.
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