La furia y la calma de las palabras
EL PAÍS inicia el próximo domingo una nueva colección de libros de autores del pasado siglo
Hay prosas que están cargadas de borrascas, como la de Louis-Ferdinand Céline en Viaje al fin de la noche: "Entonces, ¡que vivan los locos y los cobardes! O, mejor, ¡que sobrevivan! ¿Recuerdas, por ejemplo, un solo nombre, Lola, de uno de los soldados muertos durante la guerra de los Cien Años...? ¿Has intentado alguna vez conocer uno solo de esos nombres...? No, ¿verdad?... ¿Nunca lo has intentado? Te resultan tan anónimos, indiferentes y más desconocidos que el último átomo de este pisapapeles que tienes delante, que tu caca matinal...".
Otras, en cambio, transmiten frescura, alegría de vivir. Ocurre en El amante de Lady Chatterley, de David Herbert Lawrence: "Y aquella vez su estar dentro de ella fue todo suavidad e iridiscencia, una pura suavidad de arco iris por encima de cualquier consciencia. Todo su ser se estremeció, inconsciente y vivo como un plasma. No llegaba a saber lo que era. No lograba recordar lo que había sido. Sólo que superaba en delicia a cualquier cosa imaginable. Eso nada más".
Está la eficacia narrativa de Zweig y el mundo crepuscular de Lawrence Durrell
Octavio Paz y César Vallejo asimilaron las vanguardias de manera muy distinta
Dos maneras de ver el mundo, las de Céline y Lawrence, y hay otras muchas más, así hasta sumar 45, que se podrán conocer a través de los títulos esenciales que ofrece EL PAÍS en una nueva colección de Clásicos del Siglo XX a partir del próximo día 14.
Así que está la furia de Céline y la celebración del erotismo de Lawrence, pero luego hay toda una larga variedad de registros. El de Robert Musil, por ejemplo, que en Las tribulaciones del estudiante Törless ya ponía su escritura al servicio de la narración del final de un mundo, el del imperio austro-húngaro, que se precipitaba ya inexorablemente hacia las cloacas de la historia. O está, justo en las antípodas -es decir, mirando al futuro-, la novela de Aldous Huxley que adelantaba algunos rasgos de la sociedad actual, acrítica pero bobaliconamente mecida en su propia autocomplacencia, en su apasionante Un mundo feliz.
El gatopardo es la historia de don Fabrizio, el príncipe de Salina, que también asiste, ahí en Sicilia, al final de una época, y que tan magistralmente contó Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Otro friso de un tiempo remoto se encuentra en las páginas de las Memorias de Adriano, con las que Marguerite Yourcenar se acercó al gran público para procurarles un viaje apasionante a las entrañas de la civilización romana.
La variedad de propuestas que encierran los títulos de la nueva colección pasa por la capacidad de seducción de la que hizo gala Georges Simenon con las historias de su mítico comisario. La novela elegida ha sido Las memorias de Maigret.
En otro orden de cosas, tres registros muy distintos si uno repara en algunos de los autores italianos elegidos -además del ya tratado-. Está el inmenso personaje de Curzio Malaparte, viajero, político, escritor satírico, conspirador, hombre de ideas exaltadas y de rabiosa expresión, que en La piel, que publicó en 1949, describió el grado de degradación al que puede llegar un pueblo hambriento. Luego está la templanza y el sentido del humor y la lúcida mirada de Leonardo Sciascia, que se sumergió en los meandros de la corrupción y el poder, y que noveló las maneras de la mafia en Sicilia. Por ejemplo en Todo modo, el volumen que se publicará en la colección. Por último, Giorgio Bassani, un autor que perteneció a la generación neorrealista de la posguerra, junto a nombres como Vittorini, Pavese y Moravia, que fue muy popular en su tiempo y que, en El jardín de los Finzi-Contini, retrató a la burguesía judía de Ferrara antes de que el fascismo dictara sus leyes racistas y se desencadenara el horror de la II Guerra Mundial.
Variedad de propuestas: Stefan Zweig muestra su eficacia narrativa en Carta a una desconocida. Luego está el mundo crepuscular, la fascinación oriental que desgranan las páginas de Justine, primera novela del Cuarteto de Alejandría, y acaso la mejor de todas ellas porque abre el mundo de Lawrence Durrell al lector, que empieza allí a recorrer los extraños recovecos de las pasiones que tan bien supo recrear. ¿Otro salto? Pues a André Gide y a sus hondas meditaciones morales que trasladó en Los monederos falsos a través de la narración de las historias de la juventud parisina.
Son muchas las corrientes que alimentan la literatura del siglo XX, y así se va dando saltos de un lado a otro. De París a Nueva York, de Gide a John Dos Passos. Es Manhattan Transfer la novela que la colección rescata: una crónica precisa y diáfana sobre la vida en Nueva York entre 1890 y 1925 y que el autor construyó con fragmentos de canciones populares, titulares de prensa, pasajes de monólogo interior y fragmentos de las experiencias de una multitud de personajes sin relación entre sí. Y de Nueva York a Londres, donde Gilbert K. Chesterton situó El hombre que fue jueves, una maravilla de novela en la que las peripecias de los personajes cobran vida más allá de las páginas del libro.
Mención especial merece la presencia de un puñado de grandes autores latinoamericanos con algunos títulos indispensables dentro de la literatura del siglo XX. Hay, por lo pronto, dos poetas. Ambos bebieron de las vanguardias, pero las entendieron y plasmaron de una manera bien distinta. En el caso del mexicano Octavio Paz, lo que primó fue la disposición espacial del poema, su respiración, las maneras con que incorporó la variedad de ideas y conceptos en el nervio de la escritura. De él se publica Libertad bajo palabra. Las maneras del peruano César Vallejo, en cambio, fueron más bruscas. Lo que heredó de los distintos ismos fue una tremenda libertad para hacer explotar el lenguaje, para empujarlo a los límites y revelar un profundo grito, una plegaria. De él aparecerá España, aparta de mí este cáliz.
En el ámbito narrativo, un puñado de textos que muestran la riqueza de la literatura latinoamericana. Aparecerá una novela de corte político, contada con el barroquismo de Miguel Ángel Asturias: El señor presidente. Luego estará el profundo pesimismo de Juan Carlos Onetti y sus personajes, esos perdedores natos que recorren el mundo dando tumbos -Dejemos hablar al viento-. El obsceno pájaro de la noche, del chileno José Donoso, revela el afán aventurero de los narradores del boom, su afán de romper con los convencionalismos, el riesgo de soltar la imaginación, el afán de no detenerse ante lo más sórdido. De Adolfo Bioy Casares aparecerá una de sus grandes novelas, una pieza de perfecta relojería: La invención de Morel. Y de Manuel Mújica Láinez se publicará El laberinto. En fin, estará también esa escritura mínima y ese humor inmenso, la mirada jovial y también melancólica, la tristeza, todo, con las pinceladas de Augusto Monterroso en sus Cuentos, fábulas y lo demás es silencio.
Otras formas, otros estilos
Gran parte de la novela europea del siglo XX está cargada de ideas y de referencias filosóficas. Muchos de los títulos imprescindibles que han definido este género incluyen numerosas páginas que a veces parecen más un tratado que la narración de una historia. La novela, la libertad en la novela, la ha abierto a las más diversas experimentaciones, y a todas ellas ha sobrevivido y le han servido para ganar en complejidad y riqueza.
Pero, al mismo tiempo que la novela se abría a los más diversos géneros, muchas de las propuestas que surgían desde otras disciplinas, o cultivando otras formas, pasaban paulatinamente a formar parte del bagaje de lecturas de cualquier aficionado a la narrativa.
Entre los próximos títulos de la colección que publica EL PAÍS hay varias de estas perlas atípicas. Una de ellas es el ensayo La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell, donde el filósofo y matemático que obtuvo el Premio Nobel de Literatura de 1950 da cuenta de muchas claves de su pensamiento cargado de resonancias morales y revela la elegancia de su estilo, sobrio, distante, impecable. El otro ensayo incluido en la colección es más atípico y más transgresor. Se trata de La función del orgasmo, de Wilhem Reich, donde el psicoanalista austriaco revela la importancia de la sexualidad en la maduración de las personas.
Pero, además de ensayos, habrá en la colección una brillante crónica, uno de los textos más apasionantes sobre la Guerra Civil española: el Homenaje a Cataluña, de George Orwell. Habrá una biografía, la que escribió Simone de Beauvoir con el título La ceremonia del adiós. Y estarán también las estremecedoras páginas de un diario, ésas que escribió el italiano Cesare Pavese -El oficio de vivir- y que constituyen una de las más desgarradoras invitaciones a sumergirse en el precipicio de la condición humana.
Los más próximos y familiares
Entre los títulos que publicará EL PAÍS tienen un destacadísimo lugar los escritos por autores españoles. Es, de hecho, el libro de Antonio Machado Proverbios y cantares el que inicia la colección. Además de los versos del gran poeta vinculado a la generación del 98, hay también otros títulos de poesía. Así, por ejemplo, Ocnos, uno de los libros más originales de Luis Cernuda, donde vuelca su mundo en fulgurantes prosas poéticas. El otro representante de la generación del 27 es Vicente Aleixandre, que obtuvo el Premio Nobel en 1977, y del que aparecerá uno de sus títulos esenciales: La destrucción o el amor. Estarán también los versos directos de Miguel Hernández en sus Poemas de amor y guerra.
Entre los títulos narrativos, cabe destacar en primer lugar una de las novelas más importantes de la literatura española del siglo XX que vino a poner patas arriba cuanto se hacía por entonces: Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Apareció en 1962 y sigue conservando toda su capacidad de seducción. De Ignacio Aldecoa, enmarcado en la tradición realista y de la misma generación que el anterior, aparecerá Gran Sol. Entre los autores que escribieron antes está Pío Baroja, con su Zalacáin el aventurero; Ramón Gómez de la Serna y sus fantásticas Greguerías, o Manuel Azaña con su novela El jardín de los frailes. Hay otros títulos de indudable interés: el Don Juan, de Gonzalo Torrente Ballester; el Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender, o La calle de Valverde, de Max Aub.
De Josep Pla, el gran escritor catalán, aparecerá Madrid. El advenimiento de la República, una brillante crónica de un momento histórico decisivo. Y del gallego Álvaro Cunqueiro se publicará Merlín y familia, con toda su carga de imaginación y fantasía.
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