El director italiano defiende la utopía y la pasión
La nueva lección de buen cine de Bernardo Bertolucci, Los soñadores, es un viaje al París del 68, en su opinión, una época fundamental en nuestras vidas y que merece ser recordada, según declaró el director durante un encuentro con la prensa.
Cuando cayó en sus manos el libro The Holly Innocents, de Gilbert Adair (guionista en Los soñadores), se sintió tentado de llevar a la pantalla grande un tema que considera de suma actualidad. "He querido prolongar al máximo de manera intencionada la escena final, cuando dos de los protagonistas se unen a una manifestación y se enfrentan a la policía. Así lo he hecho para recordar el G-8 de Génova [en julio de 2002, donde un joven fue asesinado por la policía]. Esta secuencia es el cordón umbilical entre el 68 y nuestros días". Y a propósito de la actualidad, a su llegada a Venecia un grupo de jóvenes antiglobalización lo esperaban para saludarle. Él les respondió levantado la mano con el puño cerrado, en señal de triunfo.
"Es terrible darse cuenta del paso del tiempo. Es terrible ver cómo los jóvenes de hoy desconocen aquel sentimiento de utopía, de pasión, de deseo, de interés por la política y por el cine que nosotros vivimos", comenta el director, que se presenta caminando con la ayuda de un bellísimo bastón de madera.
Regreso al pasado
El padre de El último tango de París (1973) y ganador de cinco oscars por El último emperador (1985) dice que ésta es una obra muy personal. "Me pertenece en lo más profundo. Durante el rodaje me sentía como si hubiese regresado al pasado. No he querido realizar una crónica, sino expresar el sentimiento del 68, porque cuando íbamos a dormir, no pensábamos en el mañana sino en el futuro, y si éste cambiaba era, en parte, nuestra responsabilidad".
Así se explica por qué la película se centra en el trío amoroso-político de Isabel (Eva Green), su hermano gemelo, Théo (Louis Garrel) y un estadounidense, Mathew (Michael Pitt). Lejos de las manifestaciones, encerrados en un apartamento, los chicos exploran emociones, descubren juegos prohibidos, discuten de política y recrean escenas de filmes clásicos. "Es que para nosotros el erotismo también podía ser revolucionario. De hecho, sugiero una revolución sexual, pero muy inocente. Por primera vez en mi vida me he sentido padre".
A la pregunta de si los ideales del 68 han muerto, responde: "Muchos padres no hablan de ello y lo considero un error histórico. La gente no recuerda que, hoy por hoy, nuestro comportamiento es consecuencia de los ideales de aquella gloriosa época. El 68 es la cuna del feminismo, por ejemplo. No creo que los ideales hayan sido sepultados del todo, lo que ha habido es una gran dispersión".
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