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Reportaje:

Búsqueda entre cañas y zarzas

Unos 700 voluntarios siguen rastreando Coín para hallar a Sonia Carabantes

Juana Viúdez

"Tenemos que mirar a ambos lados del carril de la carretera; nos separamos en dos grupos; quedaos con los números de teléfono y nos llamamos para la vuelta". Antonio es maestro "y labrador" en Coín (Málaga). Hoy, además, es el jefe de uno de los grupos, el 45, que se encarga de buscar a Sonia Carabantes Guzmán, la joven desaparecida la madrugada del pasado jueves cuando volvía de las fiestas de su pueblo. El grupo, de 14 voluntarios, acaba de bajarse de una furgoneta blanca con una fotocopia pegada en el cristal delantero. En el papel aparece una foto de Sonia y dos números de teléfono: el de la Guardia Civil (062) y el de la policía de Coín (952 453 267).

Los voluntarios están perfectamente organizados. Llevan bolsas con bocadillos y botellas de agua fresca. Se los acaban de dar en la Peña Cohine, el centro de operaciones desde el que se coordina la búsqueda. En la puerta están colocadas en fila las furgonetas, todoterrenos y camiones que trasladan a los voluntarios que previamente se han inscrito en una lista. Todos con la foto de Sonia. Antes, hay que dar el nombre, número de teléfono, dirección y DNI. Cada cual lleva una pegatina con el número de su grupo y una segunda referencia que especifica si han salido por la mañana o por la tarde.

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Andrés, carpeta en mano, va llamando a los grupos para que suban a los coches. Cuando llegan a su destino, reciben las órdenes del jefe de grupo. "Vamos a buscar durante una hora y media", informa Antonio mientras se ajusta la cantimplora que lleva atada a la riñonera. Miriam, una de las voluntarias, atiende a las instrucciones. La joven tiene experiencia: "Llevo rastreando desde el primer día", comenta. La chica remueve con un palo entre los cañaverales. Lleva los pantalones subidos hasta la rodilla, camiseta de tirantes y gorra amarilla. "Lo peor son las zonas de la sierra. Ayer volvimos con las piernas llenas de arañazos por los zarzales", explica.

El grupo camina por los senderos. Centran su atención en las acequias, pozos, y matorrales aplastados. "Lo primero que hacemos es ubicarles, les damos un mapa con una cuadrícula trazada", explica Juan Miguel Guzmán, coordinador municipal de protección civil desde el centro de operaciones.

En la primera planta tienen paneles con mapas de la zona. Allí trazan las cuadrículas y las asignan a los distintos grupos. Al fondo de la habitación hay una mesa, en la que responsables de la Guardia Civil, Bomberos, Policía Local y Protección Civil, coordinan las tareas de búsqueda.

La cifra de voluntarios, unos 700, se ha reducido a la mitad por ser un día laborable. Hay grupos de toda la provincia. "Si no conocen la zona les ponemos en contacto con un guía o algún lugareño que conozca bien el paraje", completa Juan Miguel. Aconsejan a los voluntarios que cojan cualquier pista con mucho cuidado y que "den parte" si se encuentran con algún pozo o lugar de difícil acceso para que acudan las "unidades especiales".

Macías, coordinador de los bomberos, se encarga de estas unidades. "Ellos están preparados para entrar en zonas escarpadas o pozos", explica. "Examinar todo supone emplear una gran cantidad de medios, por eso lo mejor es fijarse en detalles como si la capa de algas está movida o rota, o si parece que la entrada a los pozos se ha manipulado", comenta. Recomiendan a los voluntarios que no intenten ninguna hazaña.

Las furgonetas dejan a los voluntarios en el mismo lugar en el que los cargaron. El tiempo que tardan varía según la ruta. Pero la media es de dos horas. Entran en la Peña Cohine con gesto cansado. Francisca es vicepresidenta segunda de la Peña. Lleva desde el jueves encerrada en la cocina organizando a "personas mayores, mujeres y niños" que se han ofrecido a "echar una mano en lo que haga falta". El sábado prepararon 5.000 bocadillos, y tienen previsto servir unos 3.000 diarios esta semana. Ayer recibieron 200 kilogramos de embutido procedentes de Cártama. Un restaurante del pueblo ha puesto un camión frigorífico para almacenar los alimentos que les van llegando. Las donaciones provienen de asociaciones, empresas y particulares. "Con tanto trajín hemos tenido que hacer turnos de cinco horas", comenta Francisca. En la barra hay jarras con refrescos y agua, vasos de plástico y bocadillos. Los voluntarios cogen algo de comida, se sientan en las mesas y preguntan si hay alguna novedad. "Si te pones puedes salir hasta cuatro veces al día", asegura uno de ellos.

Un día sin novedades

La familia de Sonia no pierde la esperanza de encontrarla con vida, pero acusa la presión de una desaparición que dura ya seis días. Su madre, Encarna Guzmán, dijo ayer que cada día está "peor" y que no ha podido comer ni dormir "sólo de pensar en cómo estará y en qué le han hecho a su hija".

El sábado por la noche llegaron a Coín (Málaga) los hermanos de Sonia. Antonio y José María Guzmán estaban en Suiza, país del que Sonia y sus padres regresaron hace dos años. Antonio, el hermano mayor de Sonia, asumió ayer la portavocía de la familia y aseguró que hasta el momento, no han visto las pruebas y que desconocen la cantidad de información que manejan los investigadores. Hasta el momento, los voluntarios han encontrado un mechón de pelo, un pañuelo manchado de sangre y un pantalón vaquero similar al que vestía Sonia la noche que desapareció.

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Sobre la firma

Juana Viúdez
Es redactora de la sección de España, donde realiza labores de redacción y edición. Ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS. Antes trabajó en el diario Málaga Hoy y en Cadena Ser. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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