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La inversión directa extranjera en Brasil cae un 63,6% desde la llegada de Lula al poder

España es uno de los mayores protagonistas del frenazo al sólo dedicar 10 millones de dólares

Los esfuerzos de Lula da Silva por cumplir con las exigencias de la comunidad internacional no han evitado que la inversión directa en Brasil se haya desplomado un 63,6% en la primera mitad del año. Las autoridades brasileñas atribuyen la caída al repliegue general de la inversión en el mundo, pero los expertos consultados la explican por una actitud de esperar y ver cómo progresa el control del déficit y la inflación, y también por la incertidumbre reguladora en telecomunicaciones y energía. El frenazo inversor viene, sobre todo, de Francia y de España, que apenas ha destinado al país 10 millones de dólares.

Desde su llegada al poder, el 1 de enero de este año, Luiz Inácio Lula da Silva ha vencido algunos de los fantasmas que acosan a la economía brasileña, pero una nueva sombra acecha al crecimiento económico de su país. La inversión directa extranjera cayó hasta los 3.800 millones de dólares en la primera mitad del año, un 63,6% menos que en los primeros seis meses del año pasado. En ese periodo de 2002 la cifra se elevó a 9.617 millones de dólares, y ello a pesar del ambiente de incertidumbre que existía sobre los resultados de las elecciones presidenciales.

La inversión directa extranjera, que se refiere a la implantación de empresas o a la participación en ellas y que no incluye los flujos de capital hacia instrumentos financieros como bonos o acciones, es uno de los principales motores de crecimiento a medio y largo plazo en un país cuyo producto interior bruto (PIB) creció el año pasado un 1,9% y que para 2003 estima que sólo crecerá un 1,6%.

El retroceso inversor en Brasil no ha estado tanto protagonizado por el primer país con intereses allí, Estados Unidos (1.880 millones), como por diversos países europeos. En conjunto, las inversiones de Alemania, Francia, Reino Unido y España en el primer semestre apenas sobrepasan los 1.000 millones. Francia ha congelado las suyas, mientras que España, que en 2002 destinó 511 millones a este país, se ha quedado en apenas 10 millones.

El ministro de Economía brasileño, Antonio Palocci, ha tratado de quitarle dramatismo a la caída, y asegura que la falta de capital externo se está compensando con una mayor financiación del sector privado doméstico. El Banco Central de Brasil ha relativizado igualmente la disminución de inversiones con el argumento de que se produce en un contexto de repliegue generalizado de inversiones. Según datos de Naciones Unidas, la caída en el mundo fue del 27%, mientras según las estadísticas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el continente latinoamericano sufrió una disminución del 33% en 2002. Brasil equivale a más del 50% de la economía latinoamericana.

Pero los expertos añaden otras explicaciones.

Antoni Correo de Lacerda, del instituto de investigación brasileño Sobeet, asegura que la incertidumbre legislativa en industrias claves como la energía y las telecomunicaciones está frenando las inversiones extranjeras. Brasil está debatiendo reformas en las regulaciones del sector energético. La ministra de Minas y Energía, Dilma Rouseff, ha presentado una propuesta para modernizar el sector, pero el plan causó reacciones negativas en las empresas eléctricas, ya que también busca reducir las tarifas del mercado. En la industria de las telecomunicaciones se ha aprobado una nueva ley para reformar la estructura de tarifas que las empresas deseaban, pero la Administración de Lula ha bloqueado su aplicación.

Otros expertos como el consejero económico y comercial de la embajada española en São Paulo, Francisco Corrales, achacan la caída a la resaca poselectoral que se ha vivido desde la toma de poder de Lula, cuando las empresas extranjeras todavía no estaban seguras de qué dirección iba a tomar su política económica. La mayor parte de las empresas extranjeras habría preferido esperar y comprobar si Lula será capaz de controlar el déficit presupuestario y la inflación.

De momento, Lula ha dado pasos en la dirección de la austeridad presupuestaria y en el control de los precios como exige el capital extranjero. Hace sólo una semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio el visto bueno a las cuentas del sector público brasileño, que por primera vez en las últimas décadas registró un superávit, sin tener en cuenta los pagos a la deuda externa, de más del 5%. Y, por lo que respecta a la inflación, clave también para que el FMI desembolse el segundo tramo de un crédito de 31.000 millones de euros acordado en 2002, parece, con un crecimiento estimado para 2003 del 8,5%, menos desbocada que el año pasado. Además, la Administración de Lula acaba de dar un primer paso para realizar una ambiciosa reforma del sistema de pensiones que ayudaría a reducir los gastos del Estado.

Así las cosas, el Banco Central confía en que el descenso de la inversión extranjera se atenúe en el segundo semestre. Pero, aun así, la cifra anual alcanzaría según esta previsión los 10.000 millones de dólares, la cifra más baja desde 1995. El año pasado la inversión directa extranjera se situó en 16.000 millones. De acuerdo con algunas predicciones como las formuladas por Economist Intelligence Unit, la entrada de capital extranjero volverá al mismo nivel de 16.000 millones a partir de 2004.

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