Un tinto joven y frutal

Cada vez son más los enamorados del vino ansiosos por dotar a sus negocios de cierta aur

eola hedonista y artística. Entonces invierten en fincas, plantan viñas y construyen bodegas a la última. Es el caso de Señorío de Aylés, un proyecto ambicioso, obra de Federico Ramón Usán, amante de la caza, para cuya práctica compró una finca de 3.000 hectáreas. El gusanillo del vino le impulsó a dotarse de un viñedo y una impresionante bodega de aires neoclásicos y mudéjares. Los primeros tintos no alcanzaron los niveles de calidad esperados, pero la incorporación de Jorge Navascués ha significado un revulsivo y los resultados son ya alentadores.

Por ejemplo, este Aylés de 2002, la última producción de la casa, es un buen tinto joven a base de garnacha, tempranillo y cabernet sauvignon. Es un vino de concepción moderna, que basa todo su atractivo en la gran frutosidad, la concentración, y un paladar ligeramente goloso y agradecido. Tiene una nariz sensual, basada en la buena conjunción de la fruta madura con el frescor de los frutillos silvestres, y un atisbo de notas vegetales que deben ser superadas. La boca es carnosa; los taninos, expresivos, y el regusto, muy frutal.