"Los americanos son como Alí Babá"
Jefes tribales y vecinos de Tikrit, lugar natal de Sadam Husein, denuncian abusos de las fuerzas ocupantes
No queda rastro de las estatuas de Sadam Husein. Sólo las amplias avenidas, los palacios megalómanos con vistas al Tigris y la esmerada limpieza de las calles recuerdan que Tikrit era la perla de la corona, el lugar natal del ex presidente iraquí y de donde surgió la mayoría de los cuadros dirigentes del partido Baaz y de la Guardia Republicana. Hoy sus habitantes deambulan en espera del destino, bajo un sol de 45 grados, y malmiran el patrullar de los soldados estadounidenses. No hubo un solo disparo al aire de celebración por la muerte de los hijos del dictador. Sólo silencio. Entre Tikrit, Bagdad y Ramadi se extiende el arco suní, donde ha ocurrido la mayoría de las acciones armadas. "La resistencia no es pro Sadam; es una reacción del pueblo a las humillaciones", afirma Hasan Ahmed, funcionario municipal.
"Hemos tenido unas diez denuncias de robos de dinero en metálico"
"La resistencia no es pro-Sadam, es una reacción del pueblo a las humillaciones"
Naji Yabara, de 63 años, es el jefe en Tikrit de la tribu Al Yabur, una de las más importantes del país. "Condenamos algunos comportamientos del Ejército ocupante. Registran casas y detienen a inocentes sin pruebas. Y roban el dinero. El pueblo americano no es así, pero su Ejército tiene gente de muchas naciones. Son mercenarios a los que no les importa la reputación de su país". "No hay resistencia para que regrese el régimen. Es por nuestra dignidad", dice este jeque, que optó por abandonar a Sadam y apoyar la invasión, "porque era lo mejor para el pueblo". "Hay muchas denuncias falsas. Alguien informó a los americanos de que escondía armas en mi casa. Vinieron con tres carros de combate. Les dije que era el jefe de la tribu y que no podían entrar, pero no hicieron caso. Ordenaron salir a hombres, mujeres y niños. Nos encañonaron como a criminales. Pero no hallaron nada".
Alí Suleiman Mohamed pertenece a la tribu Duliemi, mayoritaria en Faluja y Ramadi, localidades con resistencia armada. "Mi casa está a dos kilómetros de Tikrit. Llegaron los americanos y nos obligaron a salir con los brazos en alto. A los hombres nos tumbaron en el suelo. Cuando regresamos no estaba el dinero. Se habían llevado ocho millones de dinares". El jeque Yabara interviene: "Ayer vino a verme una viuda que vive sola. Le han robado 5.400 dólares. Estas cosas son las que multiplican el odio al ocupante, pero no apoyo la resistencia, porque resulta inútil".
"Decir que nadie en la ciudad simpatiza con Sadam Husein sería exagerar, pero todo el mundo sabe que él no va a volver, que su régimen ha pasado. No sé dónde se esconde. Sólo Dios lo sabe. La mala gente podría denunciarle", dice el jeque Yabara. ¿Usted le denunciaría? El jefe de los Al Yabur responde con ironía: "Me considero una buena persona".
Sayed Sabah Abu Aya también habla de atropellos: "Son como Alí Babá. A mi primo le robaron 20 millones de dinares". A su lado, el afectado Haji Abdalah Haduchi, de 72 años, lo confirma: "Fue el 18 de junio en el pueblo de Oyanat. Llegaron a casa y nos obligaron a salir. Se llevaron todo el dinero. No encontraron armas, pero quemaron la casa. Decían que alguien había informado de que escondía a Sadam. Fui el 26 de junio a denunciarlo al cuartel americano, pero me han dicho que regrese en agosto", dice mostrando un papel escrito a mano que reza: "1 Aug 03. To see CMIC-5PC. Ruddy". El jeque de la tribu Albu Diem, Hatim Nayim Zidan, del pueblo natal de Sadam, interviene: "Registraron la casa de mi hermano. Emplearon blindados y helicópteros. Detuvieron a tres personas. No hemos vuelto a saber nada de una de ellas. Sólo hallaron un fajo de 25.000 dinares. Cuando lo vieron, les pareció poco y lo arrojaron al suelo".
La base principal de la 4ª División de Infantería en Tikrit es un gigantesco palacio de Sadam, un complejo de riqueza y delirio. Sus explanadas están tomadas por decenas de blindados, camiones y jeeps. También tiene un helipuerto improvisado del que despegan cinco Apache. El teniente coronel Bill Macdonalds, jefe de prensa de la unidad, asegura que no hay miedo ni nerviosismo por los ataques. "La resistencia no está organizada; son grupos de tres a ocho personas que operan de forma local. En esta zona abundan los simpatizantes del Baaz, son los que más han perdido. En los registros tratamos de mantener un equilibrio entre nuestra seguridad y el respeto, pero es posible que a veces nos extralimitemos". "Cuando capturamos a un sospechoso con armas le confiscamos todo, también el dinero, pero se le entrega un recibo. Permanecen 21 días detenidos. Después de ese periodo, un juez militar revisa el caso. Puede liberarlo o mantenerlo en prisión 30 días más. En las tres provincias a cargo de la división tenemos 900 prisioneros". El teniente coronel asegura que no han recibido denuncias de robos. "No tenemos información. Deben hablar con el CMIC [Centro Civil Militar de Información]".
Ese centro se encuentra en una casa fortificada a tres kilómetros al norte de la base palacio. Los capitanes McFarland y Jones son algunos de los que se encargan de resolver las quejas. "No somos perfectos", dice el primero: "Hemos tenido unas diez denuncias de robos de dinero en metálico. Algunas están descartadas; otras siguen bajo investigación". Jones interviene: "En el registro de una vivienda actúan varios soldados. Es difícil que uno pueda sustraer algo sin que lo vean los demás. Es algo en lo que se deben implicar varios. En ese caso, la investigación resulta más sencilla, porque siempre hay contradicciones entre ellos. En otra unidad ha habido dos casos comprobados. Uno de los soldados está ahora en un calabozo de Alemania y al otro se le envió a Estados Unidos". "Tratamos de analizar todas las quejas", dice McFarland. "Si el registro causa destrozos, pagamos los costes, pero hay personas que tratan de aprovecharse. El caso del dinero es complicado de resolver. La gente tiene la costumbre de guardarlo en casa y carece de papeles que justifiquen su procedencia. Dos millones de dinares en billetes de 250 [los únicos en circulación] abultan bastante. No es fácil esconderlos en una taquilla sin que nadie los vea".
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