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INVESTIGACIÓN

Un español desarrolla una 'lengua biónica' que imita el gusto

Jeroni Morey participa en un proyecto de la Universidad de Tejas que evita fraudes en la denominación de origen de los vinos y analiza la calidad del agua

Una lengua biónica amenaza con hacer la competencia a los paladares de los sumilleres. El proyecto se desarrolla en la Universidad de Tejas (EE UU) y cuenta con participación española. Jeroni Morey, químico de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), se integró en el equipo en febrero y allí permanecerá hasta marzo de 2004.

El proyecto, liderado por el catedrático de Bioquímica Eric Anslyn, se llama Desarrollo de un sistema que imita el sentido del gusto de los mamíferos: lengua electrónica. Como cuenta Morey, pretende crear un "artefacto biónico" que sustituya labores propias de nuestro apéndice gustativo, en particular la identificación de sabores.

"El dispositivo consiste en un microchip de silicio sobre el que se perforan unos minúsculos pozos del tamaño de fracciones de milímetro, que son luego recubiertos con una resina de polietileno; dentro de cada microcavidad se introduce una determinada molécula (receptor) capaz de interaccionar con otras procedentes del exterior (substratos), así como un ácido base asociado (indicador) destinado a producir unas coloraciones que servirán para identificar los componentes de la sustancia que ha entrado en contacto con la lengua electrónica".

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TEXAS::

El trabajo de Jeroni Morey en Tejas consiste en la preparación, el desarrollo y la adaptación a la lengua biónica de nuevos receptores moleculares, listos para interactuar con sustancias exteriores y disparar el proceso de identificación, tal como hacen las papilas gustativas de los mamíferos.

"Al entrar en contacto con un líquido, cada receptor reacciona de forma desigual con los substratos, lo que origina la variación del pH en el interior de cada pozo". Esta variación se traduce en diferentes gamas de colores en los ácidos base asociados (indicadores), gamas que son recogidas por haces de fibras ópticas y convertidas automáticamente en fotografías en color. La foto de un vino Rioja se diferenciará de la de un Ribera del Duero y, dentro de éste, cada marca dispondrá de su imagen cromática.

Fotos del vino

"La respuesta debe ser única, rápida y exacta para cada muestra", concluye Jeroni Morey, quien añade que la capacidad de análisis y el número de muestras que pueda identificar la lengua electrónica dependen del número de receptores que se hayan depositado en el interior de los pozos. "Por ahora pretendemos analizar los componentes del agua, vinos y licores".

¿Utilidades? Infinitas en un futuro lejano; más modestas en la actualidad. "La posibilidad de almacenar en un banco de datos las fotos de un vino permitirá a un viticultor tener no sólo sus componentes, sino también la proporción individualizada de cada uno, lo que permitirá un control eficaz y veloz de la denominación de origen y evitará los fraudes".

Sus compañeros han abierto otra línea de trabajo: los usos médicos de la lengua electrónica. El dispositivo que imita los mecanismos biosensitivos de los seres vivos se destina a la realización instantánea de análisis sanguíneos, la determinación de los niveles de colesterol y ensayos clínicos en los que interviene el ADN. La conexión del dispositivo con un ordenador permitirá disponer de los resultados en formato digital de manera inmediata.

"La ventaja", remata Morey, "es que no es previsible que la lengua biónica se canse de paladear como le ocurre a cualquier lengua biológica". Para cuando vuelva a su Mallorca natal, su intención es profundizar en el análisis electrónico de la calidad de las aguas comercializadas, los vinos y otros productos alimenticios.

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