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Columna
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¡Keynes, despierta, se han vuelto locos!

Joaquín Estefanía

La economía está llena de paradojas en su relación con la política y con la realidad. A principios de los noventa eran hegemónicos en Europa los socialdemócratas y la coyuntura era buena; entonces se firmó el Tratado de Maastricht, que comprendía las condiciones más ortodoxas para guardar los equilibrios macroeconómicos (inflación y déficit bajos, deuda contenida, tipos de cambio estables y tipos de interés reducidos). Una década después, los dominantes son los conservadores -algunos de las cuales se autocalifican de liberales-, Europa lleva dos años intentando salir del estancamiento y para lograrlo han llegado a la conclusión de que tienen que aplicar una política económica con dos ejes: recorte de impuestos (para estimular el consumo) y mayor gasto público en infraestructuras e I+D (para cebar la bomba, reducir el paro y estimular la demanda). Un programa típicamente keynesiano.

La venganza es un plato frío. ¡Qué reconocimiento para el viejo Keynes volver a ver sus recetas después de tantos años de experimentos fracasados! El paradigma más aproximado de sociedad ideal es, para los neoliberales, EE UU... que en estos momentos aplica la reducción de impuestos (para las clases más favorecidas) y la multiplicación del gasto público en defensa y seguridad. Resultado: más de 400.000 millones de dólares de déficit público, casi ¡el 5% del PIB! Y sin anatemas.

Para evitar la peor coyuntura posible -recesión, deflación, paro...- la UE se dispone a hacer oficial esa fórmula de policy mix, que consiste en bajar los impuestos y construir infraestructuras multimillonarias en euros. Menos ingresos y más gasto público, igual a más déficit. Adiós al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que no solamente pretendía tener un déficit público inferior al 3% del PIB, sino, al mismo tiempo, tender poco a poco al equilibrio presupuestario (déficit cero). Ni lo uno ni lo otro. Alemania, Francia e Italia, los países más importantes de la UE, hablan mucho más de crecimiento que de estabilidad. A Pedro Solbes, el comisario de Economía, no le queda más remedio que actuar de guardián de la ortodoxia y recordar que el Pacto de Estabilidad sigue vigente y que el que lo abandone será multado con hasta el 0,5% de su PIB (lo cual, para mayor paradoja, aumentaría su déficit en el mismo porcentaje). ¿Qué pasaría si Solbes dijera: "Adelante, olvidémonos del déficit público"? Pues que éste, en vez de rondar el 3%, se multiplicaría. Hay otro modelo, el español, que practica el déficit cero al mismo tiempo que se queda definitivamente rezagado respecto a la media europea en los aspectos relacionados con la sociedad de la información (cumbre de Lisboa) y respecto al modelo social (gasto social en relación al PIB) como acaba de recordar en su memoria el Consejo Económico Social.

Además de Keynes, hay otro rehabilitado de su misma cuerda: Jacques Delors, antiguo presidente de la Comisión Europea, que en 1993 presentó un Libro Blanco sobre infraestructuras, boicoteado por el Ecofin (reunión de ministros de Economía de la UE) y olvidado por el Consejo Europeo. Una década después, Delors ve cómo se desempolvan sus proyectos y se seleccionan 22 de ellos, con una inversión aproximada de 600.000 millones de euros, a gastar hasta el año 2020. La comisaria de Transportes, la española Loyola de Palacio, antigua militante del PP, ha declarado a Le Monde: "Hoy, los problemas de transporte, la congestión de los grandes ejes, la falta de infraestructuras, cuestan medio punto de crecimiento anual a los Quince". Y pronto entrarán otra docena de países en la UE.

¿Cómo financiar esos 600.000 millones de euros? A través de los créditos, avales e instrumentos financieros del Banco Europeo de Inversiones (BEI), que ha de actuar como imán de las inversiones privadas, y con proyectos que puedan autofinanciarse mediante peajes o tasas pagadas por los usuarios (no por los contribuyentes).

Solbes ha dicho que se proponen "gastar más sin aumentar los déficit". Otra mentira piadosa de un comisario técnicamente impecable, que tiene que jugar su papel.

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