Todo lo bueno... no debería engordar
La industria alimentaria se apunta a la lucha contra la epidemia mundial de la obesidad
A nadie sorprende ya que las cajetillas de tabaco empiecen a parecer una página de esquelas, en las que se advierte claramente de que "fumar mata". Esta frase es un sueño de los médicos que ha tardado varias décadas en hacerse realidad. ¿Pero alguien se imagina que un bote de mayonesa advirtiera de que "El uso continuado de este producto puede provocar obesidad"? Pues los expertos en nutrición empiezan a hacer chistes con el tema. Y la industria alimentaria, como hizo la tabaquera, parece concederles la razón.
La semana pasada la multinacional estadounidense Kraft Foods anunció que iba a poner en marcha medidas contra la obesidad, como reducir las grasas en algunos productos, investigar alternativas más dietéticas y dar más información sobre su composición.
"Un etiquetado más completo puede ayudar a que se deje de abusar de ciertas dietas"
Las multinacionales velan no sólo por la salud de sus clientes, sino por sus accionistas
"La gente nunca sustituye su dieta, sino que añade elementos a ella", dice una médica
En España, pertenecen a Kraft marcas conocidas como los quesos Philadelphia, El Caserío, y Mama Luise, el café Saimaza, y las golosinas de Suchard, Toblerone, Tang o Sugus.
El anuncio ha sido muy bien recibido entre los especialistas en obesidad, una enfermedad crónica que la OMS ha calificado como la epidemia del siglo XXI. "Luz y taquígrafos a la alimentación", proclama el doctor endocrino Basilio Moreno, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). "Esto de Kraft es un principio de algo", continúa. "Un etiquetado más completo puede ayudar a que se deje de abusar de ciertas dietas".
La iniciativa, sin embargo, no es nueva. Ya hace tiempo que las empresas cuyos productos se asocian instantáneamente a la grasa y los michelines se esfuerzan por dar una imagen más saludable. McDonald's, por ejemplo, ha anunciado que hará hamburguesas de pescado y más postres de frutas. Hace años que la composición íntegra de sus menús está a disposición del público de sus 30.000 clónicos restaurantes en 119 países. La página web de McDonald's ofrece un completísimo manual sobre nutrición.
Otra multinacional, Nestlé, afirma que investiga constantemente para que la composición de sus productos sea lo más dietética posible. "Estamos muy sensibilizados con este problema de impacto mundial", afirma Nuria Badía, responsable de nutrición de la empresa en España. A su vez, la composición de sus productos varía en función de los avances en dietética. Por ejemplo, la nueva leche condensada La Lechera, de Nestlé, sólo tiene un 0,6% de materia grasa, frente al 9% habitual.
"La industria debe favorecer la elección responsable y motivando a una vida saludable", continúa Badía. "Nosotros ofrecemos el mejor chocolate, pero también intentamos que tenga el mejor perfil nutricional posible". Además, se declaran "muy comprometidos" con la información en el etiquetado. En los alimentos Nestlé se especifican cuatro datos: calorías, proteínas, hidratos y grasas. En los lácteos y refrigerados con algún reclamo nutricional (como "con calcio" o "con vitaminas"), se detallan hasta ocho elementos de su composición. "Ofrecemos al consumidor la posibilidad de hacer una elección responsable", concluye Badía.
Pero, además del interés por la salud de los clientes, las grandes multinacionales de la alimentación demuestran velar por el de sus accionistas. Se están protegiendo frente a acciones judiciales como las que ha sufrido la industria tabaquera. El perfil es el mismo: millones de clientes satisfechos, identificados con la marca, que compran voluntariamente el producto, pero... le culpan de sus enfermedades.
El primer intento de hacer directamente responsable a la industria alimentaria del sobrepeso se produjo en EE UU el año pasado. McDonald's fue demandada en nombre de un grupo de personas con patologías asociadas a la obesidad. El hábil argumento era que los clientes de este restaurante no son plenamente conscientes del riesgo real que corren por comer hamburguesas. Son cosncientes de que engordan, pero no de que puedan morir de un accidente cardiovascular o desarrollar la diabetes tipo 2. La demanda fue desestimada, pero aún hay al menos otras cuatro en curso.
Pese al fracaso de este precedente, el mundo financiero parece contar ya con que se producirán otros. JP Morgan elaboró recientemente un estudio sobre el riesgo que tenían las grandes empresas de alimentación de ser demandadas. Hershey, fabricante estadounidense de barritas de chocolate, aparecía como el más firme candidato a ser demandado porque más del 90% de sus productos entran en la categoría de "no muy saludables". A continuación están multinacionales como Cadbury (88% de productos que engordan), Coca-Cola, PepsiCo, Kraft, Kellogg...
"A largo plazo todos esos productos llevarán advertencias en las etiquetas, igual que el tabaco. Sólo que serán recomendaciones dietéticas", sentencia Amelia Rodríguez Martín,
catedrática de Salud Pública de la Universidad de Cádiz.
Pero ¿qué hay de malo en estos alimentos? La doctora Rodríguez explica que "en su elaboración se utilizan grasas saturadas". Los ácidos grasos ricos en colesterol (que acaban obstruyendo las arterias) son un componente esencial de aperitivos, precocinados, bollería, fritos, gusanitos, etc. Esas grasas pueden incluso ser vegetales, como el aceite de palma, por lo que la etiqueta "hecho con aceite vegetal" no es garantía de que no las contengan. Las grasas saturadas aumentan lo que se llama palatilidad. La palatilidad es el gusto del producto. Es más rico un queso con grasas saturadas que uno sin ellas. Las grasas saturadas provocan también menos sensación de saciedad. Las patatas fritas engordan mucho más que los garbanzos. Pero es que además uno se harta de comer garbanzos mucho antes que de comer patatas fritas. Estas grasas engordan más y sacian menos: por tanto, las calorías se disparan. 400 calorías de proteínas sacian lo mismo que 600 de azúcares y 800 calorías de grasas.
"Los alimentos industriales son cómodos, baratos, de colores... todo eso, en una sociedad que además tiene poco tiempo, provoca el abuso", dice la doctora Susana Monereo, presidenta de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).Monereo ve con recelo la iniciativa de estas empresas, y explica que "la industria entiende que esta es una forma de vender más". La tendencia que recalca Monereo es que, curiosamente, cuantos más productos se presentan como saludables, más gordos hay. Dice: "La gente no sustituye su dieta, sino que va sumando elementos a ella. Es decir, cuando algo tiene un valor añadido, como bajo en grasa
, se toma además de la dieta normal. Tomamos leche normal, y además un Actimel, porque nos protege el estómago. Tomamos yogur, y además un Bio, porque nos regenera por dentro".
El aumento de productos saludables es también causa, por tanto, del aumento de la obesidad. "La información debe consistir en decir que no se coma el doble de algo porque tenga la mitad de grasa", concluye Monereo. "Tengo niños con obesidad mórbida porque comen yogur como si fuera agua. Y es porque se presenta como algo que te da vitalidad, bacterias beneficiosas, etcétera". La gente "nunca sutituye".
Precisamente los niños son otro de los aspectos de la campaña. Kraft anunció también que retiraría toda su publicidad de los colegios. En el condado de Los Ángeles (California, Estados Unidos) a partir de enero de 2004 estará prohibido vender bebidas gaseosas en los institutos.
El sociólogo especialista en salud Diego Jiménez Benítez explica que "en España aproximadamente una tercera parte de los adolescentes (9-16 años) no desayunan en casa, y luego tienen que tomar algo a media mañana". Y lo encuentran en "los centros escolares, que empiezan a poner productos de bolsa, industriales. Al final, malcomen".
Además, Jiménez ha estudiado que por la tarde en la tele "cada hora hay unos 20 anuncios, y aproximadamente la mitad son de alimentos de tipo bollos, refrescos y snac
ks".
En el aumento de peso influyen la dieta, el ejercicio físico y el modo de vida. Dos elementos son responsabilidad de la persona, y el tercero de los fabricantes. Quizá, como dice Monereo,
"si realmente queremos frenar el aumento de la obesidad, más que bajarle la grasa a Kraft, deberíamos bajar el precio de la fruta y la verdura, que es un escándalo".
Un problema de salud pública
La obesidad es la "epidemia del siglo XXI", según ha sido calificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Unos 1.000 millones de personas en todo el mundo tienen peso superior al normal. El número de obesos se ha duplicado aproximadamente en 10 años.
El tratamiento de la obesidad y las enfermedades asociadas a ella suponen el 6,9% del gasto sanitario español, según cálculo de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). El 80% de los diabéticos es obeso. También lo son el 60% de los hipertensos y el 50% de las personas con el colesterol alto.
En España la obesidad ha comenzado a considerarse un verdadero problema médico desde la Administración en el último año. El director general de Salud pública, José María Martín Moreno, añade al dato anterior que "el gasto directo está estimado en el 2,4% de la sanidad pública, 721 millones de euros".
"Nos preocupa", afirma Martín Moreno, "que esto pueda llegar a un punto en que no se pueda abordar.Hemos puesto en marcha un grupo de trabajo sobre nutrición y actividad física". "Los poderes públicos", admite, "tenemos una responsabilidad a la hora de diseñar programas de educación. En esto influye hasta el aspecto urbanístico, el hecho de que haya o no espacio para caminar".
Una de las principales demandas de los endocrinólogos es que la Administración comience cuanto antes a financiar los medicamentos que ayudan a perder peso. Los endocrinólogos comparan el caso con el de la píldora Viagra contra la disfunción eréctil, que cuenta con financiación pública cuando se receta de casos graves.
En España sólo se comercializan dos fármacos contra la obesidad: Reductil (laboratorios Abbot) y Xenical (Roche Farma).
El doctor Ángel Azpeitia, médico asesor del área de metabolismo de Roche, afirma que "una reducción de entre un 5-10% de peso reduce un 50% el riesgo de accidente cardiovascular, un 60% el riesgo de diabetes, mejora el control del colesterol, de la tensión, de la glucosa, se duerme mejor y disminuye la carga para los que tienen artrosis". Una caja de Xenical cuesta 95 euros. Trae 84 cápsulas, que sirven para unos 28 días. El tratamiento ideal dura seis meses.
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