_
_
_
_
INTERNACIONAL

Cambios en Brasil y Argentina

Más vale dejarse llevar por el entusiasmo o al menos sentirse tranquilizado por lo que ocurre en Brasil y Argentina. Porque los demonios del pasado no están muertos y los intelectuales latinoamericanos conservan casi intacto su gusto por las ideas falsas y por los caminos que conducen con mayor seguridad a la catástrofe. Hablemos claramente: es sobre todo en Argentina donde se hacen oír voces que, a la vez que se felicitan por la elección de Lula en Brasil y de los resultados de las elecciones presidenciales en ese país, desarrollan ideas que me parecen contradictorias con las intenciones declaradas por el nuevo presidente brasileño y retoman los discursos más tradicionalmente peligrosos en lo que respecta a Argentina. Afortunadamente, el Brasil de Cardoso y de Lula tiene unas bases sólidas que deben permitirle progresar y realizar una política responsable, democrática y capaz de preparar unas transformaciones sociales profundas. Nos gustaría poder decir lo mismo de Argentina. Pero es imposible, porque los comentarios que llegan de este país, y sobre todo de la oposición de izquierdas, me parece que eligen el mal camino en vez del bueno. Aquello que los separa puede definirse sencillamente: el mal camino es aquel que explica enteramente la situación nacional por la dependencia respecto a un orden internacional que es urgente cambiar por completo; el bueno, por el contrario, es aquel que conduce hacia una mayor capacidad de acción y de análisis de las fuerzas que hay que movilizar, los obstáculos que hay que superar y las estrategias que hay que adoptar. Los que ganan son los que creen que pueden ganar; los que pierden son los que denuncian un mundo malvado donde todos son víctimas y nadie tiene la capacidad de lograr cambios. Estos caminos toman en América Latina una forma que demuestra sus direcciones opuestas.

Desconfío de quienes quieren ante todo equiparar a Lula y a Chávez e inventar un nuevo bolivarismo a escala continental

Plantearse como objetivo la unión de una Latinoamérica indignada por el rechazo del orden económico internacional y de la hegemonía de EE UU conduce al fracaso por lo diferentes que son las situaciones nacionales y, sobre todo, los sistemas políticos. Confío en quienes quieren construir en torno a Brasil, más que un mercado común, un verdadero actor económico y político. Desconfío de quienes quieren ante todo equiparar a Lula y a Chávez e inventar un nuevo bolivarismo a escala continental. Y aquí es donde se manifiesta la distancia que separa demasiado a menudo a los analistas argentinos de los dirigentes brasileños. Éstos ya están acostumbrados a la gestión democrática y a la elaboración de programas de acción realistas. Lula ha proclamado desde el principio su intención de actuar dentro del marco de la economía internacional tal cual es y de las instituciones democráticas. Argentina apenas tiene capacidad nacional de decisión; al contrario, es la principal víctima de la globalización, y depende de las redes financieras internacionales más que de una clase dirigente y de unos líderes políticos nacionales. Uno tiene la tentación de dar un consejo a los brasileños: haced todo lo que podáis para salvar a los argentinos, pero permitidles que tomen el menor número de decisiones posible. Sólo Brasil tiene la capacidad de tener éxito en la vía que ha elegido. Argentina acaba de escapar a grandes catástrofes y el nuevo presidente ha realizado unos gestos que han devuelto la confianza en su país. Pero mientras que todo el mundo retoma una vez más los ataques contra la globalización y el liberalismo, nadie o casi nadie reflexiona sobre las condiciones, las luchas y las formas de acción política que hay que emprender.

El gran interrogante

Brasil, felizmente, se orienta hacia sí mismo dada la amplitud de su mercado interior, y no pretende unir a todos los países en una gran campaña continental que sólo podría dar nuevas tribunas a aquellos que quieren revivir los discursos de los setenta. Esto no quiere decir que una política eficaz pueda ser sólo moderada e institucional. El gran interrogante actual, en Brasil y en otros países, es: ¿cómo combinar la fuerza dinámica de un movimiento popular con la solidez de unas instituciones democráticas? Lula todavía no ha aportado una respuesta tras fijarse como objetivo que cada brasileño coma tres veces al día. Pero sabe que para alcanzar esta meta hay que tomar los recursos de los más adinerados, que demasiado a menudo se libran de los impuestos, lo que supone un apoyo parlamentario muy sólido y una fuerte presión popular. Ésta sólo puede formarse en las grandes ciudades, y en primer lugar en los barrios, para exigir seguridad, infraestructuras urbanas indispensables y un gran movimiento por la mejora del nivel escolar, tema fundamental en el que Brasil ya ha realizado grandes progresos gracias a Fernando Henrique y a Paolo Renato. No puede haber transformación social profunda sin un movimiento social que presione sobre quienes toman las decisiones. Pero tampoco puede haber transformación social si no se definen sus objetivos y sus métodos dentro de las instituciones democráticas y la capacidad de acción real del país. No opongamos las instituciones democráticas al movimiento social; el éxito sólo puede proceder de su unión, y ésta es posible dada la fuerza del apoyo que los brasileños han brindado a Lula. Tenemos confianza y entusiasmo en lo que respecta a las posibilidades de Brasil, pero también es necesario que sus dirigentes aprendan a combinar aquello que se consideraba como el agua y el fuego. Hay que desconfiar, en todos los países y en especial en Argentina, de la vuelta de las ideologías que se creen revolucionarias y no hacen sino ocultar la impotencia para convertirse en los actores de su propia historia.

Alain Touraine es director del Instituto de Estudios Superiores de París. Traducción de News Clips

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_