Eliseo Alberto y Rafael Rojas reviven la conflictiva disidencia de Raúl Rivero
La Casa de América reivindica al poeta y periodista cubano encarcelado por Fidel Castro
En abril de este año, el poeta y periodista Raúl Rivero fue condenado a 20 años de cárcel por "realizar actividades subversivas encaminadas a afectar la independencia e integridad territorial de Cuba". Con esa medida, Fidel Castro conseguía, en buena medida, silenciar la disidencia interna a su régimen, tal como explica el ensayista Rafael Rojas. Hoy, en la Casa de América, tendrá lugar el primero de dos actos en el que se rinde homenaje a un hombre que "considera que hoy están en Cuba en el poder los contrarrevolucionarios", dijo el novelista Eliseo Alberto.
"Su encarcelamiento ha sido un gesto de ciega soberbia", dice Eliseo Alberto
"En su obra no hay ni el menor atisbo de resentimiento", comenta Rafael Rojas
A las ocho de la tarde, en la Casa de América de Madrid, Eliseo Alberto (La Habana, Cuba, 1951) y Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965) participarán hoy junto a Joaquín Ordoqui -presentados por María Asunción Ansorena, directora de la institución, y coordinados por Juan Cruz- en el primero de dos homenajes al poeta y ensayista Raúl Rivero, recientemente encarcelado y condenado a 20 años de prisión por el régimen de Fidel Castro. El próximo día 30 tendrá lugar el segundo acto, en el que Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero, Luis Muñoz, Benjamín Prado, Ana Rossetti y Álvaro Salvador leerán poemas del escritor cubano.
"Desde su primer libro, Raúl Rivero mostró su vocación de poeta revolucionario", comentó ayer Eliseo Alberto, autor del furibundo Informe contra mí mismo y de la novela Caracol Beach (ambos en Alfaguara), durante una conversación en la que también participó Rafael Rojas, actual codirector de la revista Encuentro y del que hace poco la editorial Colibrí ha publicado José Martí: la invención de Cuba y El arte de la espera.
"Nacido en Camagüey en 1945, Rivero fue muy amigo de Nicolás Guillén, todo un símbolo de los grandes cambios que se produjeron en Cuba, y estuvo muy próximo al régimen (en Moscú, por ejemplo, como corresponsal de la agencia Prensa Latina) hasta que las cosas se torcieron", contó Eliseo Alberto.
Y se torcieron cuando en 1991 fue uno de los firmantes de la Carta de los 10. "Si se leen hoy las reivindicaciones que hacían entonces aquellos intelectuales, casi te da la risa", comenta Alberto. "Pero el caso es ahí empezó su calvario. El que atraviesa cualquiera que disiente con Castro. No se vaya a pensar, sin embargo, que Raúl Rivero es alguien afín a EE UU, o al que le encantaría un régimen parecido al de Puerto Rico. Nada de eso: es un nacionalista que considera que los que hoy gobiernan Cuba son los contrarrevolucionarios, y que reclama un cambio gradual hacia la democracia".
"Raúl Rivero ocupaba un lugar muy importante dentro del mundo de la disidencia. Era la voz hacia fuera, quien permitía que se supiese lo que pasaba dentro de Cuba", dice Rafael Rojas. "Lo que le ha ocurrido es que toda esa gente escribe bien", apostilla Eliseo Alberto. "En Cuba nadie se mete directamente con nada, porque está prohibido, pero ellos saben contar las cosas con mucho ingenio, muy sutilmente, con valentía. Es lo que ocurre en las dictaduras, donde funciona aquella fórmula de 'hablar de la cadena pero no del mono", añade.
Rafael Rojas continúa: "Rivero no ha sido de los que renuncian a su pasado. Su poesía, su obra entera, está tocada por el afán de perdonar, de olvidar afrentas. Es una poesía piadosa, en la que no existe el menor atisbo de resentimiento". "Ahora en la prisión", cuenta Eliseo Alberto, "pidió que le llevaran dos libros, las memorias de Nicolás Guillén y un libro de poemas de Eliseo Diego. Sólo le dejaron que leyera la Biblia".
Así están las cosas. Desde la Carta de los 10, Rivero empezó a sufrir todo tipo de hostigamientos. "Órdenes de registros, allanamiento de morada, visitas a la cárcel", recuerda Eliseo Alberto. "Y, mientras tanto, la culpa de todo, Rivero se la echó al paso del tiempo", dice Rojas, "no se ensañó con sus verdugos".
Las cosas empezaron a complicarse un poco más cuando Raúl Rivero fundó en 1995 la agencia de noticias Cuba Press. "Eran cuatro gatos que se ponían delante de la ventana para contar lo que veían, ni más ni menos", dice Eliseo Alberto. "Aprovecharon los resquicios legales que les permitían hacer un trabajo más o menos libre, en un tiempo en que al régimen no le venía mal dar una imagen de apertura", añade Rojas. "Se podía hablar, claro, de los problemas sociales, pero no se podía tocar ni a Castro ni a la revolución".
La tarea de Rivero y compañía permitió que los cubanos de dentro contaran lo que les pasaba. "Pero iban a por ellos. Faltaba una oportunidad", dice Rojas. "Y llegó cuando los Estados Unidos se metieron de lleno en esta política neoimperial. Castro aprovechó la polarización que provocó la guerra contra Irak, y desencadenó la fantasía de que las bombas del poderoso vecino iban a caer en cuestión de días sobre La Habana. No era mal momento para denunciar a Rivero y a una presunta trama financiada por Estados Unidos para derrocar a Castro. El parecido con Sadam no es muy lejano". "Y luego siempre hay un pato bobo que se traga la historia", comenta Eliseo Alberto.
Y añade: "El encarcelamiento de Rivero es un gesto de ciega soberbia de Castro, la clásica pataleta de un anciano". También dice que su salida de prisión "sólo vendrá de un milagro". Y, lo que es más grave, termina: "Estamos hablando de Raúl Rivero, que es alguien conocido, pero es que hay otros 77 cubanos que se están pudriendo entre rejas por el único afán de reclamar la democracia".
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