"En Italia todo se resuelve con favores, pero los favores se pagan"
Un mar de problemas (Seix Barral en castellano y Edicions 62 en catalán), la décima novela del comisario Guido Brunetti, transcurre en Pellestrina, una isla de pescadores al sur de la laguna de Venecia. Dos pescadores de almejas, un padre y un hijo, son asesinados.
En Pellestrina impera la ley del silencio, que le hace las cosas muy difíciles a Brunetti. Tan complicado es todo, que el comisario permite que se instale en la isla la atractiva e inteligente signorina Elettra, la secretaria del vicequestore Patta. Todo irá a peor.
Donna Leon (Nueva Jersey, 1942), residente en Italia desde hace 20 años, concentra en esta novela todas sus bestias negras: la falta de confianza en los cuerpos de seguridad del Estado, la hipocresía, la corrupción, la especulación, el mal funcionamiento de la justicia, el machismo, su preocupación por la degradación del medio ambiente... Como sucede en Amigos en las altas esferas (Seix Barral / Edicions 62), la única manera de seguir adelante es a base de favores.
"¿No puede un hombre amar a una mujer sin meterse en la cama con ella?"
Pregunta. Tú me ayudas y luego yo te ayudaré a ti. ¿Así funciona la justicia en Italia?
Respuesta. En Italia la gente sabe dibujar una línea que marca hasta dónde puede llegar. Cuando se trata de algo muy importante se saltará la línea. Resulta cómodo para conseguir algo, que de otro modo resultaría muy difícil. Lo malo es que el que ha pedido el favor tendrá que pagarlo. Así son las cosas.
P. En un Mar de problemas, usted mata a uno de sus personajes más entrañables, a Bonsuan, el piloto que lleva a Brunetti por los canales.
R. Es terrible, pero tuve que hacerlo. Esa escena, después del naufragio, cuando Bonsuán está en el escondrijo y Brunetti le mira desde arriba y ve que tiene una rama de árbol clavada en el pecho... Horroroso, pero tuve que escribirlo.
P. ¿Planifica sus novelas?
R. No. Tengo un tema y a partir de ahí no sé que pasará. Estoy escribiendo la novela número 14 de la serie, maté a alguien en la página 10 y ahora voy por la 250 y aún no sé quién le mató ni por qué.
P. Quizá por eso sus finales son tan ambiguos.
R. Eso es bueno, porque cuando termino un libro ya estoy deseando escribir el sisguiente para saber qué pasará. Es divertido.
P. La enigmática Elettra, la que sabe más que nadie de la questura cómo obtener información, la que establece los turnos de los agentes, se mete a policía y no le va muy bien.
R. Ah el amor. Se enamora del hombre equivocado.
P. Ambigua es también la relación entre Elettra y Brunetti.
R. Es situación en que no se habla. Brunetti espera que hable ella, y ella, a que lo haga Brunetti, y éste no quiere hablar del tema con Paola, su mujer.
P. ¿Pero se enamoran?
R. Es tan aburrido que un hombre y una mujer se gusten y acaben en la cama, es lo banal, lo obvio. ¿No puede un hombre querer a una mujer sin meterse en la cama con ella? No sabemos lo que piensa Brunetti, quizá le gusta la idea, pero lo cierto es que nunca ha tocado a Elettra.
P. En Un mar de problemas vuelve una vez más a la manipulación de la historia.
R. Le contaré una historia. Tengo un amigo italiano, desde hace más de 30 años. Ahora tiene 75. Un día me explicó cómo fue con el Ejército italiano a Etiopía. 'Nos esperaban, nos daban vítores, nos querían a los buenos italianos', me explicó. ¿Y las bombas que tiraron sobre la población civil? ¿Y el gas venenoso que utilizaron? Quise preguntarle por todo eso, pero cerré la boca. Sólo se acuerdan de lo quieren recordar. En España pasó lo mismo con Franco. ¿Y en Vietnam? Los norteamericanos querían la guerra. Luego, la borraron de su memoria, como si no hubiera existido.
P. El lector que haya leído su novela no se atreverá a comer almejas ni gambas en Venecia.
R. Si lo hacen, mejor que miren el pasaporte de las almejas. Junto a uno de los extremos de la laguna hay una petroquímica. Ahí está prohibido pescar, pero el agua esta caliente y pescan ahí.
P. ¿Es cierto que por la laguna pasan enormes petroleros?
R. Sí, van a esa petroquímica. Un juez intentó cerrarla, porque es muy peligroso. Al día siguiente se manifestaron los trabajadores porque temían quedarse sin trabajo. El verano pasado hubo una fuga de gas tóxico y los de protección civil alertaron a los conductores a que cerraran las ventanillas, también a los vecinos a que cerraran puertas y ventanas. Veinticuatro horas después dijeron que no pasaba nada, que no había peligro.
P. Brunetti, cuando tiene que hacer una llamada importante la hace fuera de la comisaría.
R. Los venecianos están convencidos de que sus llamadas son grabadas, de que sus faxes y e-mail son copiados y actúan en consecuencia. Si uno quiere hablar de dinero, le dice al otro que queden para tomar café.
P. ¿Es un Estado policial?
R. No quiero decir que escuchen todo lo que graban o que lean todo lo que copian, pero todo queda en sus archivos.
P. ¿No exagera?
R. Ficción aparte, la gente sabe que lo que yo cuento en mis libros es verdad.
P. Con la opinión que le merece Italia, ¿cómo puede vivir en Venecia?
R. Adoro Italia y a los italianos. Además, ¿no pasa lo mismo en España? ¿No compran pescado contaminado en los mercados? ¿No tienen prostitución del Este? ¿No queman sus bosques para edificar los terrenos?
Babelia
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