Polémico busto
Justo cuando se lanza la hipótesis sobre la momia de Nefertiti, una polémica estalla en torno a su inmortal retrato expuesto en el Museo Egipcio de Berlín (tras haber sido lleva-do tramposamente de Amarna por el egiptólogo alemán Borchardt). El Gobierno egipcio, que reclama históricamente la pieza -el propio Hitler impidió la devolución en los años treinta-, protestó el sábado con indignación contra la exhibición del busto ensamblado sobre la escultura de un cuerpo desnudo.
Dar con el paradero de la Nefertiti de carne y hueso ha sido siempre una de las cuentas pendientes de la egiptología. Todavía hay controversia acerca de si la momia que se identifica como la de su marido, el célebre faraón hereje Akenatón, hallada en la enigmática tumba 55 del Valle de los Reyes (un revoltijo), es o no la del rey. Los cuerpos de la pareja real fueron objeto de persecución cuando se regresó a la ortodoxia religiosa en Egipto. La tumba preparada originariamente para Akenatón en su capital solar de Amarna fue parcialmente destruida y se cree que Tutankamón volvió a enterrar al que se acepta generalmente que fue su padre en el Valle de los Reyes. En cuanto al paradero de Nefertiti, que pudo disponer de una tumba propia en Amarna o ser enterrada en la de Akenatón, se ha propuesto también que, si como suponen muchos especialistas, fue corregente de su marido y le sucedió en el trono (adoptando el nombre de Smenkara), podría haber tenido su propia tumba real en el Valle de los Reyes. Esa tumba, opinan especialistas como Nicholas Reeves, acaso no haya sido descubierta aún y permanezca intacta.
No obstante, otros opinan que la momia de la reina o fue destruida o camuflada para protegerla, y que fue a parar a alguno de los escondrijos de la necrópolis. Su destino podría entonces haber sido el de la mujer de la tumba 35, u otro similar. Si finalmente la momia es la de Nefertiti, su suerte no habrá sido peor que la de Nefertari, la reina de Ramsés II, de la que sólo nos han llegado las rodillas.
Babelia
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