Un tribunal de Miami autoriza desconectar a una mujer en coma en contra de sus padres
Los progenitores acusan al yerno de solicitar la eutanasia para cobrar 700.000 dólares
Un hombre de Florida al que los suegros acusan de querer matar a su mujer por dinero, obtuvo ayer permiso judicial para desconectarla de las sondas de alimento que la mantienen viva desde 1990. Terri Schiavo, de 39 años, cayó en un estado de coma a causa de un desequilibrio de potasio cuando hacía una dieta de adelgazamiento. Los padres dicen que les responde, que llora y se sonríe, y que puede recuperarse con rehabilitación, pero el marido, que pensaba como ellos en un principio, cambió de opinión cuando ganó 700.000 dólares en una demanda por negligencia médica.
Desde entonces, Michael Schiavo ha dicho que su mujer hizo un "testamento oral" y le pidió cuando estaba sana que si un día sufría un accidente no permitiera que la prolongaran la vida artificialmente. Él ha insistido todos estos años en que quiere dejarla morir por amor, y sus suegros, Robert y Mary Schindler, están convencidos que lo hace exclusivamente por dinero. Por qué si no, afirma Robert Schindler, les "prohibió verla e impidió que los médicos iniciaran una rehabilitación". "Por qué enseguida se echó una novia", ha declarado Schindler a EL PAÍS.
La batalla legal entre Schiavo y la familia Schindler empezó en 1993 y culminó ayer con un fallo del Tribunal Estatal de Apelaciones en el que los magistrados se solidarizan emocionalmente con los padres y racionalmente con el cónyuge.
"Entendemos por qué unos padres que han criado a un hijo con amor se sientan esperanzados de que pueda recuperar las funciones cognitivas. Si Terri Schiavo fuera nuestra hija también tendríamos la misma fé", dictaminaron los jueces. "Pero al final, de lo que trata este caso no es de las aspiraciones del cariño de unos padres por sus hijos". Y continúan: "Aunque no existe total acuerdo entre los médicos sobre la extensión del daño cerebral de la señora Schiavo, sí coinciden todos en que el daño es grande y permanente. El único debate es sobre si tiene o no tejido vivo en el córtex cerebral". Robert y Mary Schindler, profundamente desesperados y entristecidos por la decisión judicial, dijeron ayer que piensan apelar al Tribunal Supremo. Será su tercer recurso ante la más alta instancia judicial de Florida, que en las dos ocasiones anteriores desestimó su petición. Si esta vez no intervienen, Michael Schiavo podrá dejar morir a su mujer de hambre.
El caso, convertido en símbolo del debate sobre la eutanasia en Estados Unidos, ha entrado en la recta final pero el drama familiar vive los peores momentos. Se sienten impotentes, aunque al mismo tiempo tranquilos de que han hecho todo lo que estaba en sus manos por su hija. Ha sido un camino tortuoso. Durante años no les permitieron que médicos independientes evaluaran a su hija, lo cual según ellos le restó posibilidades de recuperación. Finalmente el juez de un tribunal de primera instancia aceptó el testimonio de dos médicos de los Schindler y tres de Schiavo, pero en el laberinto de demanda y contrademandas pesaron más los del marido.
Llegó un momento en que tuvieron que recurrir a filmar los gestos de Terri cuando la hablaban o la acariciaban en el hospicio en el que ha permanecido desde 1990. Pero el vídeo sólo les sirvió de cara a la prensa, porque los jueces no lo admitieron como prueba. Su gran desventaja judicial, creen, ha sido el que Michael Schiavo es el custodio legal de Terri. No obstante, han hipotecado su patrimonio económico y moral en demostrar que había esperanzas de recuperación. Después de muchas vueltas en los tribunales, el caso llegó a juicio en el año 2000. El juez que presidió la causa, George Greer, aceptó como válido el "testamento oral", descartó que la motivación de Schiavo fuera la herencia, y excluyó el testimonio de su primera novia Cindy Shook, (ahora tiene otra) que declaró bajo juramento que él le confesó haber inventado el "testimonio oral".
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