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Columna
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Un padre de la abstracción

Victoria Combalia

Kandinsky ha tenido mucho predicamento en Cataluña últimamente. En 1994, la Fundación La Caixa presentó Kandinsky/Mondrian: Dos caminos hacia la abstracción, mostrando del pintor ruso el paso de la figuración a la abstracción, y más tarde, en 1997, pudimos ver en el Macba Vasily Kandinsky, la revolución del lenguaje pictórico, con mas de 70 obras procedentes del Centro Pompidou de París. Ahora este Kandinsky, la disolución de la forma 1900-1920 (con un título ambiguo, puesto que Kandinsky lo que hace realmente es inventar un nuevo repertorio de formas y lo que diluye es el motivo, el referente) nos muestra un conjunto de 40 piezas procedentes de la galería Tretiakov de Moscú. Solo porque estas obras suelen viajar poquísimo ya vale la pena acudir a verlas, pero además deberíamos recordar que Kandinsky es uno de los padres de la abstracción, de la cual aún vivimos hoy en día. La abstracción encontró la idea de la inmaterialidad de las cosas, la emoción del color puro, la ingravidez del espacio, todos ellos conceptos que nutren nuestra percepción artística actual. Kandinsky, a diferencia de Picasso o Miró, que como buenos sureños abstraen de una realidad en la que creen firmemente, pertenece al sentimiento metafísico del norte. Inventa un sistema de signos autónomo, reflejo de su voz interior, que se nutre, entre otras cosas, de música y de teosofía.

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