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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La primera piedra

Las piezas parece que comienzan a encontrar su casilla en el rompecabezas de Oriente Próximo. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, y su homólogo palestino, Abu Mazen, se han entrevistado de forma preliminar para poner la primera piedra de la llamada Hoja de Ruta. Mazen ha hablado de encuentro "franco", lo que incluye seguramente una negociación a cara de perro. Y, lo que es más importante, el presidente Bush va a prestar su concurso. La semana próxima verá en Sharm el Sheik al primer ministro palestino y a los líderes de Egipto, Jordania, Arabia Saudí y Bahrein, para hacerles ver la necesidad de que apoyen incondicionalmente la lucha contra el terrorismo, de forma que Washington pueda implicarse a fondo en una negociación que de otra forma no tendría sentido; y, al día siguiente, en Jordania, verá de nuevo a Mazen y a Sharon para lo que se presume como comienzo práctico de las conversaciones.

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Lo inmediato es que cese sin matices la violencia terrorista, lo que Mazen se muestra tan confiado en lograr que cabe presumir alguna negociación previa con los agentes del terror. De la misma importancia es que comience la retirada militar israelí de los territorios, de lo que también hay signos alentadores. Ello permitirá entrar a debatir cuestiones sustantivas que conduzcan a la creación en 2005 de un Estado palestino viable -según dice el itinerario fraguado por Estados Unidos, la UE, Rusia y la ONU-, bien que aún de carácter provisional.

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Para que todo ello sea posible, Sharon tendrá que renunciar a la aplicación de las 14 objeciones que mantiene al guión de paz y asumir, por ejemplo, el fin del crecimiento de los asentamientos en los territorios, más alguna componenda sobre Jerusalén Este. Y los palestinos, por su parte, resignarse a dolorosas renuncias territoriales, al igual que al regreso de millones de refugiados a lo que hoy es Israel.

Pero todo ello no bastará si no media un absoluto compromiso de la parte estadounidense capaz de contener las reivindicaciones de unos y otros, hasta hallar ese medio, probablemente siempre injusto para alguno o para ambos, que haga posible una paz de compromiso. En ello, la mayor tarea será la de arrastrar a un primer ministro israelí a posiciones que se ha pasado toda su vida denostando acremente.

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