La belleza de los mitos del mal gusto
La exposición 'Cultura basura' propone en el CCCB un viaje de los 'freaks' a Tamara
Hay cultura basura y cultura basura. La que se exhibe desde mañana en el Centro de Arte Contemporáneo de Barcelona (CCCB) es de la primera, es decir, de aquella que en inglés se llamaría trash culture y que en otras épocas se acercaría al concepto de camp, kitsch o "de culto". Un ejemplo, que no está en la exposición Cultura basura. Una espeología del gusto, sería el archifamoso filme The Rocky Horror Picture Show, pero también entrarían en esta categoría toda la filmografía de Ed Wood, Tamara o los espectáculos de freaks. La exposición, abierta hasta el 31 de agosto, realiza un divertido viaje por algunos de los mitos de esta cultura que "extrae belleza de allí donde nadie pensaría que la hay", según explica su comisario, el periodista Jordi Costa.
"La cultura basura se inicia con la mirada de un espectador que identifica el error como un elemento expresivo medular de una obra, y tiene que ver primero con el humor y después con la fascinación ante el reconocimiento de una extraña forma de belleza en la fealdad", afirma Jordi Costa. Sabe de lo que habla, porque lleva años estudiando este fenómeno -su libro Mondo Bulldog (Temas de Hoy, 1999) ya desarrollaba esta tesis-, que considera una forma democrática y crítica de enfrentarse a la cultura dominante. El título de la exposición, hay que reconocerlo, es ambiguo. "Cultura basura es una expresión que suele utilizarse de forma peyorativa", reconoce Costa. "Delimita una frontera entre el buen y el mal gusto, y el que la utiliza se sitúa siempre en el primer caso. La exposición no reivindica nada, simplemente pretende explicar el origen del fenómeno, cuáles son sus mecanismos y qué piezas lo integran. Y tampoco esquiva los peligros a los que lleva cuando es utilizado por la publicidad o la televisión con el único objetivo de aumentar audiencia".
De lo que habla la muestra es de estos fenómenos extraños que se producen cuando algo que podría ser considerado irrelevante por la cultura oficial se eleva a la categoría de mito entre un reducido, o no tan reducido, colectivo. La exposición, explica Costa, sitúa el origen de este fenómeno en las ferias ambulantes de principios del siglo XX, que, sobre todo en Estados Unidos, exhibían "monstruos" humanos, los denominados freaks (desde mujeres barbudas a hombres elásticos), cuyo mecanismo se importó después al sistema del star system de Hollywood.
Los niños de Keane
"Quien ha acuñado el concepto de trash
culture ha sido el mundo anglosajón, y es algo que se ve en la exposición", reconoce Costa. Es el caso, por ejemplo, de una sala que se dedica a la pintora estadounidense Margaret Keane, de gran éxito comercial en su país, con unos cuadros de niños desvalidos de grandes ojos, pero prácticamente desconocida en España excepto para iniciados.
El caso Keane es, en cierta manera, similar al de Ed Wood, "el peor cineasta de la historia", que alcanzó gran popularidad fuera del circuito de los entendidos gracias al filme sobre su figura que realizó Tim Burton. O al de cantantes como Haino, Luixy Toledo, Daniel Johnston, el mismísimo Raphael o la famosa Tamara. Algunos son éxitos de la cultura popular, pero al mismo tiempo son reivindicados por diferentes colectivos, que los han transformado en fenómenos "de culto".
"La cultura popular es algo mucho más amplio que englobaría todas las formas no elitistas del arte. Tiene que ver con los gustos mayoritarios y la moda de una época", indica Costa. "La cultura basura, en cambio, es una pequeña barricada que intenta cuestionar cuál es el lugar del arte y la cultura tanto en relación a la cultura de élite como al gusto popular mayoritario". En este sentido, indica, es una consecuencia del proceso iniciado con las vanguardias de principios de siglo, "pero mientras Duchamp, cuando firmó su urinario, situaba al artista como el único que podía decidir lo que era y no era arte, en la cultura basura el centro es el espectador, que es quien decide qué obra le provoca una experiencia estética y emocional". Y advierte: "No todo vale. No se entroniza cualquier cosa, sino aquellas que en los subterráneos de la cultura oficial destacan por su singularidad, excentricidad, autenticidad y diferencia".
Lo curioso, y lo que diferencia la cultura basura de otras formas de culturas alternativas como el gore o el cómic underground, es que no hay una voluntad por parte del artista de que su producto sea cultura basura. Es el espectador, y no el creador, el que, primero a través del humor y después de la fascinación o el reconocimiento, lo sitúa en esta categoría. "Lo interesante es que nos convierte a todos en teóricos, porque obliga a explicar por qué se aísla un fenómeno y qué tiene de extraordinario", indica Costa.
Basta echar un vistazo a nuestro entorno, cosa que también hace la exposición a través de vídeos y montajes de programas televisivos, para constatar que la cultura basura está en constante evolución. Por eso, comenta Costa, si ha comenzado con los entrañables freaks, acaba con un apartado dedicado a páginas web personales, que reflejan hasta qué punto los "monstruos" ahora somos todos.
Babelia
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