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El Día de las Letras Gallegas recuerda hoy la vida y la obra del poeta Antón Avilés de Taramancos

Exiliado durante dos décadas, el escritor vivió "una furia cívica" en sus últimos años

El tema más presente hoy en la vida social y en los medios de comunicación de Galicia no será, previsiblemente, la campaña electoral, sino la vida y la obra de Antón Avilés de Taramancos (Noia, 1935-A Coruña, 1992). Un poeta físicamente menudo, forjador de versos telúricos, al que la Real Academia Galega ha escogido como protagonista del Día das Letras Galegas, una celebración que instituyó hace exactamente 40 años.

Aquella conmemoración semiclandestina en el año 1963, y en buena parte de las posteriores, se ha convertido en un día oficialmente festivo. Los ciudadanos se desayunan con (al menos) la portada de los periódicos en gallego y en algunos lugares son agasajados con libros en el transporte público. Hoy, y a lo largo de la semana, todo tipo de entidades, universidades, asociaciones de vecinos, colegios o centros de la emigración organizan conferencias, conciertos o maratones de lectura. Todo alrededor del autor elegido o de la literatura gallega en general.

"El Día das Letras como reivindicación del libro está en crisis, no se vende el 15% o el 20% de la producción, como en Sant Jordi en Cataluña, y la edición se ha buscado otras alternativas para existir", asegura Manuel Bragado, director de Edicións Xerais, "pero lo que tiene de homenaje al autor o de reivindicación cultural está en alza". La producción editorial en gallego supera el millar de títulos anuales, y Bragado estima que sobre Avilés de Taramancos se editarán este año unos 35 libros, lo que supone casi un tercio del total de ensayo que se publica en Galicia.

El acto oficial central será, esta tarde, una sesión solemne de la Academia en el Teatro Coliseo Noela, de Noia, que Avilés contribuyó a recuperar y restaurar cuando era concejal de Cultura de la localidad. La Xunta adelantó a abril el congreso sobre la figura del autor homenajeado, que habitualmente tiene lugar a finales de mayo, quizá para evitar coincidencias, dada la activa militancia nacionalista del elegido este año.

De hecho, su vida ha ocultado en parte su obra, y Antón Avilés se percibe en Galicia injustamente casi más como un personaje que como un autor. Nació en Taramancos, una aldea de Noia (A Coruña) en una familia campesina y marinera, y pese a ser autodidacta, con 14 años ya ganó premios literarios. Enviado a estudiar a la Escuela de Náutica de A Coruña, frecuentó más a pintores y escritores que a los aprendices de pilotos y patrones de barco. También pisó más los andamios y otros trabajos esporádicos que las aulas. En esa época (1959) salió su primer libro de poemas, A frauta i o garamelo.

La persecución policial sobre sus contactos con el incipiente nacionalismo de izquierdas determinó su exilio a Colombia en 1961. Durante 20 años, fue allí guía en expediciones al Amazonas, vendedor de productos farmacéuticos, mayordomo en una embajada, librero en Cali, y, según cartas a sus amigos, contrabandista, traficante de cabezas reducidas y guerrillero. Experiencias vividas real o literariamente que reflejó en el libro de relatos Nova crónica de Indias. Durante esas dos décadas, escribió y publicó en distintas revistas series de poemas (recogidas, con otras ya editados, en O tempo no espello), algunos con el seudónimo de Ulises Fingal, símbolo de su sentimiento de ausencia.

En 1980, Ulises regresa definitivamente a su Ítaca. Refleja la ausencia de su otra tierra americana en Cantos caucanos (un libro de poemas con ritmos musicales caribeños y andinos con el que ganó el Premio de la Crítica española y fue finalista del Premio Nacional de Literatura de 1985), y el reencuentro con la tierra y el mar natales, en As torres do ar.

Actividad política

Con todo, fuera de sus amistades y a pesar de presidir entre 1986 y 1989 la asociación de escritores gallegos, mantuvo públicamente más una actividad política que literaria. Fruto del sentimiento de no haber contribuido lo suficiente a Galicia en su larga ausencia, tenía "una furia cívica", según la definió su amigo el poeta Salvador García-Bodaño.

El último libro que editó en vida fue Obra viva, una recopilación de 90 artículos y discursos. En el libro que escribió sabiendo que sería póstumo, Última fuxida a Harar, alcanzó la pureza y la desnudez poética que persiguió desde el principio. Según le confió a la escritora Ana Romaní, "llegar a hacer un buen verso debería ser la máxima ambición de un poeta".

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