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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'Prestige' sigue ahí

Si la guerra abrió una brecha en el flanco moral del Gobierno, el Prestige, de cuyo naufragio se cumplen ahora seis meses, fue una bofetada a la credibilidad del Gabinete en lo que parecía uno de sus puntos fuertes, esa imagen de eficacia que le permitió lograr la mayoría absoluta en 2000. Por encima de las ideologías y de la poca brillantez de su presidente, el PP se presentaba como un partido al que se podía confiar la gestión pública de un "país serio", como le gusta repetir a Aznar. Una seriedad y eficacia que quedaron en entredicho cuando miles de marineros, abandonados a su suerte, tuvieron que echarse a combatir la marea negra con sus propios medios y sin ningún tipo de cobertura pública.

Nadie puede culpar al Gobierno del temporal que agrietó el casco del Prestige ni de la ausencia de controles internacionales que permitía seguir navegando a un barco en sus condiciones. Pero todo lo que ocurrió a partir de entonces fue el producto de decisiones del Gobierno español que contribuyeron a aumentar la magnitud de la catástrofe. Hasta se podría aceptar la buena fe del Ministerio de Fomento cuando creyó que lo mejor era alejar el barco de la costa, pero hoy nadie discute seriamente que esa decisión tuvo consecuencias desastrosas. La cerril negativa a admitir la gravedad de la situación y, en consecuencia, a movilizar los medios para hacerle frente, ni siquiera encuentran la disculpa de los buenos propósitos.

Pretender, por tanto, que el Prestige quede al margen de la campaña electoral, y anatemizar a los que lo utilizan para atacar al PP, es voluntarismo interesado. Las secuelas que persisten en la costa son un recordatorio de esa ineficaz gestión. Unos días antes de iniciarse la carrera electoral, la plataforma Nunca Máis volvió a reunir a casi 50.000 personas en una manifestación "contra el olvido". Aunque el Ejecutivo se aferra a la promesa de que todas las playas estarán limpias el 1 de junio, el triunfalismo baja de tono cuando el que habla es su propio comisionado para la catástrofe, Rodolfo Martín Villa, a quien hay que reconocer el mérito de haber roto con el discurso complaciente en el que persiste el Gobierno.

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No sólo la oposición habla del Prestige. También lo hace el PP para pregonar las promesas de inversiones del Plan Galicia y presumir de las ayudas entregadas a los afectados. Y aunque fueron aprobadas con celeridad, presentarlas como un favor de los gobernantes revela la mentalidad caciquil que sigue caracterizando al partido que gobierna Galicia desde hace muchos años.

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