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Tribuna:LA POSGUERRA DE IRAK | El papel de los chiíes
Tribuna
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Irak es un ensayo

En medio del caos actual de Irak, la duda fundamental que es preciso resolver es quién gobierna el país: ¿los iraquíes o una camarilla en Crawford, Tejas? Como es natural, las principales figuras laicas y religiosas de la oposición a Sadam Husein quieren que sean los iraquíes, con la ONU como mediadora. Los estrategas políticos estadounidenses tienen una concepción totalmente distinta. Parecen empeñados en imponer un régimen de dependencia, como han hecho en otros lugares de la región y, sobre todo, en las regiones que están bajo dominio de EE UU desde hace medio siglo: Centroamérica y el Caribe. Brent Scowcroft, asesor de Seguridad Nacional de Bush padre, acaba de repetir algo obvio: "¿Qué ocurrirá la primera vez que celebremos elecciones en Irak y venzan los radicales? ¿Qué vamos a hacer? Desde luego, no vamos a dejar que se adueñen del poder".

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La región se muestra muy escéptica respecto a los motivos de EE UU. Desde Marruecos hasta el Golfo, pasando por Líbano, casi el 95% de la población cree que el objetivo de la guerra de Irak era garantizar "el control del petróleo y el sometimiento de los palestinos a la voluntad de Israel", según decía en The Washington Post Youssef Ibrahim, que citaba un sondeo encargado por Shibley Telhami, de la Universidad de Maryland.

Si nos fiamos de la experiencia, el equipo de relaciones públicas de George W. Bush querrá poner en marcha algún tipo de democracia formal en Irak, siempre que tenga escasa sustancia. Es difícil pensar que Washington vaya a otorgar verdaderamente voz a la mayoría chií, que probablemente presionará para que haya un Gobierno islámico e intentará estrechar los lazos con Irán, lo último que desea la gente de Bush. O que vaya a conceder una voz a la minoría kurda, que seguramente buscará algún tipo de autonomía dentro de una estructura federal.

Turquía sigue siendo una base fundamental para el poder de EE UU, pese a las tensiones surgidas porque el Gobierno turco obedeció la voluntad de su pueblo y no permitió a las tropas estadounidenses que invadieran Irak desde su territorio. Una democracia activa en Oriente Próximo tendría consecuencias incompatibles con el objetivo estadounidense de reforzar su dominio en la región.

La Administración Bush ha anunciado públicamente que los próximos objetivos pueden ser Siria e Irán, y es de imaginar que para ello sería necesaria una gran base militar en Irak; otra razón más por la que hay pocas probabilidades de que se permita una democracia dotada de contenido. Además, unas bases militares en el corazón de la zona con los principales recursos energéticos del planeta tienen claras repercusiones a la hora de asegurar el control de dichos recursos. La guerra de Irak es un ensayo para dejar claro al mundo que el Gobierno de Bush quiere que se tome en serio su Estrategia de Seguridad Nacional, anunciada en septiembre. El mensaje es su intención de gobernar el mundo por la fuerza, una dimensión en la que no tiene rival, y de hacer que sea una situación permanente, para lo que debe eliminar cualquier posible desafío. Éste es el meollo de la nueva doctrina de la guerra preventiva.

Antes de comenzar la guerra contra Irak, EE UU se sintió obligado a hacer que el mundo aceptara su postura, y no lo consiguió. Lo habitual es que el mundo ceda. Por ejemplo, en la primera guerra del Golfo. Entonces, EE UU ejerció una presión considerable para que el Consejo de Seguridad aprobara su plan de guerra, pese a que gran parte del mundo se oponía a él. En cualquier sistema legal serio, las decisiones tomadas bajo coacción carecen de valor. Sin embargo, cuando los poderosos manejan los asuntos internacionales, las decisiones tomadas bajo coacción son perfectamente válidas. Se llaman diplomacia.

La ONU se encuentra en una situación muy peligrosa. EE UU puede intentar desmantelarla o, al menos, reducirla. La posición extremista del Gobierno actual supone un grave peligro para la organización y todo el marco legal internacional que con tantos esfuerzos se construyó después de la II Guerra Mundial como fundamento para un mundo más pacífico.

Por supuesto, también es importante conservar el poder en casa. El otoño pasado, en las elecciones parciales de mitad de mandato, la Administración Bush habría salido mal parada si se hubiera centrado la atención en los problemas sociales y económicos. Por eso se destacaron los aspectos relacionados con la seguridad, como la supuesta amenaza de Irak. Cuando lleguen las elecciones presidenciales, el Gobierno habrá encontrado ya otro dragón que matar.

Mientras tanto, para los ciudadanos estadounidenses debería ser prioritario garantizar que Irak esté gobernado por iraquíes y que EE UU proporcione toda la ayuda necesaria, pero dejando que sean los iraquíes quienes decidan cómo utilizarla; probablemente, no para subvencionar a Halliburton y Bechtel con el dinero de los contribuyentes estadounidenses.Asimismo, tienen que hacerse serios esfuerzos para evitar la avalancha de ventas de armas que algunos prevén alegremente como consecuencia de la guerra y que contribuirá a hacer del mundo un lugar más peligroso. Lo más importante en el orden de prioridades es, como siempre, intentar averiguar qué ocurre en el mundo, hacer algo al respecto y hacerlo mejor que ningún otro, puesto que podemos. Pocos tienen nuestros privilegios, nuestro poder y nuestra libertad; de ahí la responsabilidad que tenemos. No debería hacer falta explicarlo.

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