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Tribuna:CUATRO AÑOS DE EXISTENCIA DE LA UTIG
Tribuna
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La atención a las personas transexuales en Andalucía

Recientemente un tribunal de justicia catalán ha condenado a la Consejería de Salud de la Generalitat catalana a pagar los gastos de la atención privada de una persona transexual. En Asturias una sentencia parecida daba la razón a una persona transexual en su derecho a ser atendida en el sistema público. Mientras estos y otros casos se dirimen en los tribunales van a cumplirse pronto los cuatro años de funcionamiento de la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) de Andalucía.

En febrero del 1999 el Parlamento andaluz decidió que las personas con trastornos de identidad de género fueran atendidas en el sistema público sanitario andaluz (SAS) y en octubre de 1999 la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía creó, tras concurso, en el hospital regional universitario Carlos Haya de Málaga la Unidad de Trastornos de Identidad de Género de Andalucía (UTIG). Desde entonces se han atendido 350 personas de las que se han intervenido quirúrgicamente total o parcialmente 70 personas hasta el momento. Por primera vez los transexuales españoles han tenido la oportunidad de sentirse ciudadanos al encontrar un lugar dentro del sistema público dónde además de ser intervenidos quirúrgicamente con todas las garantías, se les atiende con respeto y se les ayude con la competencia que da el conocimiento científico, psicológico y endocrinológico y, además, con la independencia que imprime el trabajo en un sistema público. Y no ha pasado nada. Ni el SAS ha entrado en quiebra por ello ni el número de transexuales ha aumentado porque ahora se les haya hecho visibles. Entonces, ¿por qué esta obstinación en otras CCAA?

Un conocido intelectual español, autor de columnas muy celebradas en periódicos conservadores y de algunos bestsellers de dudosa calidad literaria, cuando apareció la noticia de que el SAS había abierto la Unidad de Trastornos de Identidad de Málaga, escribió un artículo en el que insultaba a los miembros de la UTIG llamándoles bárbaros por intervenir médica y quirúrgicamente a estos pacientes en lugar de tratarles psiquiátricamente. Según el laureado escritor sería como si a alguien que se cree Napoleón se le hiciera la cirugía plástica para complacerlo. Es sorprendente tanta ignorancia en determinados intelectuales. Al poco tiempo de abrir la Unidad de Málaga un joven médico MIR que reconoció militar en una organización católica muy conservadora, expuso sus reparos a participar en la atención de estos pacientes. Los profesionales de la UTIG le instaron a que tan sólo les acompañara a hacer la historia clínica de algunos de ellos, a conocerlos, conocer su identidad y la de las personas con las que conviven, su sufrimiento, sus dudas y sus certezas, entre ellas la convicción de estar viviendo su identidad prisionera de un cuerpo equivocado. Al poco tiempo reconoció haber acudido con prejuicios morales y religiosos y después de "conocer" había "comprendido" que estaba equivocado. Es lo normal en personas honestas e intelectualmente solventes. Sin embargo este velo de la ignorancia aún prevalece en algunos ciudadanos, en todas las instancias sanitarias de nuestro país excepto Andalucía y aún en algunos juzgados, aunque afortunadamente no en la mayoría.En otros momentos en los que hemos escrito sobre esta cuestión hemos intentado justificar el estatuto clínico de las personas transexuales.

Después de estos cuatro años de experiencia lo único que cabe es exigir desde aquí que se cumplan los derechos constitucionales de igualdad para todos los ciudadanos. La transexualidad es una entidad antropológica que no es escogida por el sujeto, bien establecida como entidad clínica desde hace ya más de cuarenta años, a la que la medicina actual puede ayudar psicológica, endocrinológica y quirúrgicamente. Eso es todo. Quienes se oponen a la atención médica de la transexualidad esgrimen dos razones: la ausencia de una causa orgánica última que la justifique (causalidad), la ausencia de una prueba diagnóstica final (objetividad). Los clínicos conocemos bien estas dos falacias de la causalidad y de la objetividad. Si las aplicáramos con rigor, prácticamente no podríamos ni prescribir un solo medicamento. Por otro lado yendo un poco más allá, el de la causalidad es el empeño fáustico de quienes sustituyen a la ciencia por la teología y el de la objetividad es el mito de quienes han olvidado aquel aforismo de nuestro Bergamin cuando exclamaba aquello de que "si fuera un objeto sería objetivo pero como soy un sujeto soy subjetivo".

La creación de la UTIG en Málaga por la Consejería de Salud ha despertado un gran interés en el resto de las Comunidades Autónomas y también fuera de nuestro país. Incluso la Agencia Nacional de Evaluación Tecnológica ha elaborado un protocolo de buena práctica clínica a este respecto, en la que se recoge, sobre todo, la experiencia de los profesionales de la UTIG de Málaga. La Consejería de Salud ha dado un ejemplo político al resto del país y los profesionales de la UTIG con su empeño han conseguido que sea normal, lo que sencillamente es increíble que aún no lo sea en el resto del país. Excluir a una minoría de parte de sus derechos (en este caso de atención médica en igualdad de condiciones que el resto), sólo porque determinada moral siga ignorantemente considerando las disforias de género como una aberración, es una usurpación de las funciones del Estado. Es ésto lo que ha dejado de ocurrir en Andalucía y es ésto lo que aún ocurre en el resto de España.

Para los miembros de la UTIG ha sido un camino complejo pero apasionante y un empeño que ha merecido la pena. Esperan haber sido útiles al proyecto sanitario y a las personas que han acudido a Málaga, pero como suele ocurrir en medicina, es mucho más lo que han recibido de los pacientes que hasta ahora han atendido. En 1930 Marañón en su libro La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales escribía:... "hay que sustituir el misterio del sexo por la verdad del sexo, la castidad peligrosa de la ignorancia por la castidad serena de la sabiduría. ¿Y la moral?, se nos dirá. Por la moral, contestamos, no hay que preocuparse. La moral -eterna y divina moral, no la que han inventado los fariseos- está siempre del lado de la luz".

Federico J. C-Soriguer Escofet es jefe de servicio de Endocrinología y Nutrición en el hospital universitario Carlos Haya de Málaga.

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