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La guerra marca la Feria del Libro de Buenos Aires

Los vientos de la guerra soplaron ayer en la Feria del Libro de Buenos Aires. "¿Cuánto tiempo nos queda para escoger entre el infierno y la sensatez?", se preguntó el escritor argentino Héctor Tizón en el discurso de apertura. El novelista, autor de relatos y cuentos cortos, abogado y juez de paz, autor de otras obras como Luz de las crueles provincias, tenía previsto abrir la feria con un discurso fuertemente antibelicista, que no había pronunciado al cierre de esta edición. Y dijo que no quería ser un "aguafiestas" ni un "provocador", pero que "nadie tiene el derecho de permanecer ajeno, hablando meramente de los libros, cuando los pistoleros cibernéticos aplastan pueblos y amenazan con asolar al mundo".

La invasión de Irak y la crisis de Argentina a diez días de las elecciones presidenciales serán sin duda los temas dominantes de la feria. La industria editorial de capitales argentinos que sobrevivió a su vez a la guerra de intereses económicos y financieros de los últimos quince años tiene expectativas modestas. Sólo queda en pie una de las históricas, Paidós, que está ya en proceso de venta a Planeta. Las demás son medianas y pequeñas. El mercado interno está dominado por las empresas de capital extranjero.

La literatura de autor argentino no se publica ni vende. De Runa, la nueva novela del veterano Rodolfo Fogwill, uno de los mejores escritores actuales, se distribuyeron sólo dos mil ejemplares. Los ganadores de los premios de novela organizados por los periódicos Clarín y La Nación no venden más de tres mil ejemplares. Los ensayos, los libros de ciencias sociales, los textos de carreras universitarias y algunas investigaciones periodísticas, como El saqueo de la Argentina, de María Seoane, pueden superar los 20 mil ejemplares de venta.

Las pérdidas se compensan con la exportación, que se ha recuperado "entre cinco y seis veces" con relación a 2001 desde que se produjera a comienzos de 2002 la devaluación del peso.

Y Héctor Tizón insistía: "Quizás habrá algunos a quienes les parezcan estas palabras la consecuencia de una pasión desatinada. Pero los días que el mundo vive, con su injusticia e hipocresía me repugnan y no pienso aferrarme a mis pobres privilegios y no aprovechar cuanto oportunidad tenga de hablar, por todos aquellos que no lo pueden hacer porque están enmudecidos o muertos".

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