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DESAPARECE EL CREADOR DEL DESASOSIEGO
Columna
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Llegó hasta las estrellas

Con la muerte de Jorge Oteiza, llegan a grandes trancos los momentos felices del recuerdo. Aquellos encuentros donde aparecía divertido, gritón, colérico, dulce, tierno, imaginativo en cada idea propuesta, con el añadido de erigirse en campeón de la pedagogía del entusiasmo.

En cada encuentro con él dejaba marcado a quien se pusiera delante. En Oteiza siempre ha existido la voluntad de probar cariños y admiraciones. Ansiaba alcanzar un mar de afectos continuados, hasta el punto de convertir en virtuales enemigos a aquellos que no se entregaban con el suficiente ardor a su persona. Como enemigo real vertía todo su talento radical tirando dardos con su vozarrón tronante.

Dio muchos saltos en su vida, y alguna vez llegó hasta las estrellas. Pero no se lo dijo a nadie para no sentirse superior a sus amigos. Fue estrella y también río oscuro. Fue un hombre de barba blanca que amó a su país profundamente. Vivió entre nosotros toda su vida sin que se le hiciera mucho caso, salvo en los ultimísimos tiempos, donde cada dos por tres le salían falsos admiradores.

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Cosa diferente fue el espaldarazo que le llegara a través de Frank Gehry y Richard Serra. Para el primero, Oteiza era como Picasso y Le Corbusier; el segundo consideraba a Oteiza como el mejor escultor vivo del mundo. Fui testigo de esos hechos de viva voz en dos encuentros celebrados en los días finales de los meses de septiembre y mayo de 1997, respectivamente.

Líneas pegadas

Aunque la realidad del autor de la desocupación de la esfera, las maclas, el par móvil y las impresionantes cajas metafísicas, entre otros hallazgos plásticos, posea una enorme parte colérica y altamente controvertida, en esta hora saltan al recuerdo los momentos alegres de nuestra amistad. Cuando no le era posible los encuentros personales, se las ingeniaba para contactar con los amigos a través de la máquina de escribir, donde lo que contaba iba dispuesto en líneas pegadas unas a otras. No buscaba el ahorro de papel. Quería juntar las letras como si cada palabra estuviera mojada por una saliva invisible de incontenible cariño tras las teclas. Otras veces pulsaba las comunicaciones por fax o por simple correo ordinario, con su letra ligera.

Unas palabras suyas, extraídas del Propósito Experimental 1956-1957, resaltan la búsqueda decisiva de sus creaciones: "Mi escultura abstracta es arte religioso. No busco en este concepto de la Estatua lo que tenemos, sino lo que nos falta. Derivo, así, de lo religioso a la Estela funeraria. Lo que estéticamente nace como desocupación del espacio, como libertad, trasciende como sitio fuera de la muerte. Tomo el nombre de lo que acaba de morir. Regreso de la Muerte. Lo que hemos querido enterrar, aquí crece".

Nada cuesta imaginarnos la obra de Oteiza a la manera de un río soleado, como su nonagenaria barba blanca, que rompe el dique y corre...

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