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Tribuna:GUERRA EN IRAK | Los hospitales
Tribuna
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¿Cuándo se gana la guerra?

¿Cómo y cuándo, parece valioso preguntarse, sabrán EE UU y sus aliados que han ganado la guerra de Irak?

Como si fuera un eco de la Segunda Guerra Mundial, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo la semana pasada que la Administración de Bush sólo estaría de acuerdo con una rendición incondicional. Pero hace medio siglo, los aliados trataban de pulverizar las ciudades alemanas y japonesas para forzar al eje a someterse. Nada parecido está planificado ahora.

En numerosas ocasiones, el presidente George W. Bush ha definido la guerra como un esfuerzo para lograr un cambio de régimen en Bagdad, lo que suena bastante simple: deshacerse de Sadam Husein y su corte y reemplazarla, tan pronto como sea posible, con un más benigno y protodemocrático régimen. Pero no se trata sólo de echar a Sadam y compañía de sus oficinas, palacios y escondites.

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EE UU entra en los palacios de Sadam

Hace tan sólo una semana, Washington habló profusamente de "decapitación". Pero no alardeó de capturar a Sadam Husein "vivo o muerto", como sí hizo respecto al líder terrorista Osama Bin Laden, que se halla todavía, embarazosamente, libre; o al menos esto es lo que se conoce en Washington.El viernes, el secretario de Estado, Colin Powell, declaró que en realidad no importaba demasiado lo que sucediera con Sadam. "Tanto si lo encontramos como si no, al final es casi irrelevante", dijo Powell a la prensa.

No obstante, se ha practicado un esfuerzo militar considerable para impedir cualquier posibilidad de que Sadam Husein pueda escapar por el norte, por alguna vía subterránea que le condujera cerca de Tikrit, su lugar de nacimiento. La semana pasada se bombardeó con munición que puede penetrar búnkeres y fuerzas especiales vigilan la carretera que une Bagdad con Tikrit, de acuerdo con el general de Brigada Vincent Brooks, portavoz del Comando Central.

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Si el dictador iraquí ha sobrevivido hasta ahora, es verosímil que pueda continuar haciéndolo durante un poco más de tiempo. Podría incluso escapar al cerco sobre Bagdad, abriéndose paso a través del caos de la derrota para intentar aumentar la larga y costosa campaña subterránea contra, primero, los estadounidenses que ocupan Bagdad y, segundo, contra el nuevo Gobierno iraquí. Ciertamente, Sadam podría encontrar refugio en cualquiera de los muchos países árabes contrarios a la invasión de las fuerzas estadounidenses y británicas, en el supuesto de que no consiga seducir a fieles de su antiguo Gobierno.

Para tener una buena perspectiva de todas las posibilidades, sólo se necesita echar un vistazo a un país no lejano del oeste iraquí. Israel ha ganado todas las guerras contra sus enemigos árabes, pero después de muchas décadas están todavía envueltos en un combate contra una fantasmal oposición.

En este sentido, no es tan irrelevante el hecho de que Sadam viva para luchar en otra ocasión, de forma distinta. Como ya ha quedado demostrado en esta guerra, muchos iraquíes que creen que los agentes de Sadam retienen algún poder son reacios a abrazar a las tropas británicas y americanas.

Para vencer ese miedo, y la natural tendencia de muchos iraquíes a sentir impulsos patrióticos heridos por la presencia de unos invasores fuertemente armados en medio de su territorio, EE UU y el Reino Unido han tratado de presentarse como liberadores. Han publicitado algún incidente aislado de iraquíes aplaudiéndoles. Pero están en tierra vieja y peligrosa. El comandante británico que tomó Bagdad arrebatándoselo a los turcos otomanos en marzo de 1917, el general Frederick Stanley Maude exhortó a la ciudadanía local: "Nuestro ejército no viene a vuestras ciudades y tierras como conquistadores o enemigos, sino como liberadores". Los británicos dominaron Bagdad durante décadas.

A pesar de que los estadounidenses vayan a quedarse presumiblemente durante menos tiempo, esto podría generar la misma clase de resentimiento si no se maneja el caso con mano izquierda, algo inusitado en los anales de los ejércitos triunfantes. Esta situación podría animar la resistencia hacia este nuevo Gobierno, lo que EE UU desea minimizar, incluso si se mata o se captura a Sadam. Podría incluso desestabilizar todo Oriente Próximo, que es precisamente lo contrario de lo que Washington trata de alcanzar.

R. W. Apple es analista de The New York Times.

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