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EL ARTE POP ESPAÑOL PIERDE A UN GRAN CREADOR DE OBJETOS Y SENTIDOS

Úrculo fallece repentinamente a los 64 años

El artista sufrió un infarto después de una comida en la Residencia de Estudiantes con Esperanza Aguirre

Un infarto fulminó ayer la vida de Eduardo Úrculo (Santurce, Vizcaya, 1938), artista vital y moderno. Fue a las 17.00 en la Residencia de Estudiantes de Madrid, cuando salía de una comida a la que había asistido con la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre.

La noticia de la muerte del artista de los sombreros y las maletas, que había sacado sus esculturas llenas de humor y sensualidad a las calles de Oviedo o Madrid y había logrado mucha notoriedad como pintor figurativo y cartelista -en los años ochenta hizo una serie famosa para promocionar la Universidad Internacional Menéndez Pelayo-, así como tertuliano asiduo al programa Qué grande es el cine, que dirige José Luis Garci, provocó una inmediata conmoción entre los presentes. Entre estos se encontraba el director de la institución, José García Velasco, y la mujer del artista, Victoria Hidalgo, que dos horas después de que ocurriera el ataque al corazón, ante el que nada se pudo hacer, recibía en la puerta de la Residencia al hijo del pintor, Yoann.

Acababa de regresar de Pekín, donde había expuesto, e iba a hacerlo en Nueva York
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Hasta allí se desplazaron amigos y autoridades, como Luis Alberto de Cuenca, secretario de Estado de Cultura y gran amigo del artista, con quien últimamente había recuperado una parte desconocida de su obra, hecha en época de juventud: unos tebeos que había publicado en La Nueva España, el periódico de Oviedo, ciudad a la que se sintió siempre unido.

"Siento un abandono, una soledad, un hueco", dijo De Cuenca, que recordó también que este año se le había otorgado la Medalla de Oro de las Bellas Artes, a la que se sumó ayer la del Mérito Artístico del Ayuntamiento de Madrid. "Su arte y mi poesía estaban muy unidos, eran miméticos, siempre lo decíamos", aseguraba muy afectado.

También deambulaba Álvaro Alcázar, su galerista actual, hijo de Carmen Gamarra, su galerista de siempre y en cuya nueva sala Metta había expuesto Úrculo hace meses. Alcázar preparaba codo con codo con él lo que iba a ser su nueva exposición en Galander O'Reilly, en Nueva York, en el mes de julio, con obra nueva. "No dejaremos pasar la ocasión, se hará, tenía una ilusión enorme por estar allí presente", aseguró Alcázar.

El cuerpo estuvo en la Residencia hasta que el juez levantó el cadáver. A las 19.10 lo trasladaron al Instituto Anatómico Forense para que le practicaran una autopsia y hoy será trasladado al tanatorio de Tres Cantos, a partir de las diez de la mañana. No renunció a nada hasta que ayer su corazón dijo no. Le habían instalado dos bypass en el prestigioso hospital Mount Sinai, de Nueva York, donde fue tratado por el cardiólogo español Valentín Fuster.

Úrculo había regresado de Pekín como del viaje "más importante de su vida", según declaró ayer el crítico de arte Fernando Castro Flórez, que fue el comisario de la exposición Eduardo Úrculo, preparada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (Seacex), dentro del programa Arte español para el exterior. La muestra se inauguró el 8 de marzo, con asistencia de la reina Sofía, en el Museo del Milenio de Pekín, donde habían expuesto antes Picasso, Miró y Dalí y seguirá después por otros países de Asia.

Durante la presentación de la muestra, el pasado 27 de febrero, en el palacio Viana del Ministerio de Asuntos Exteriores, con Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Úrculo se presentó como "el hombre de los bodegones", tras conocerse su obra como el hombre de los sombreros, de los culos o de las maletas, por los temas que dominaron sus etapas anteriores.

La exposición itinerante de Pekín presenta 50 cuadros sobre bodegones y naturalezas muertas, desde unos primeros dibujos de los años sesenta en París hasta las últimas telas de bodegones neocubistas, que presentó recientemente en la galería Metta, de Madrid. Álvaro Alcázar declaró ayer que el pintor atravesaba un gran momento y lamentó que no haya podido cumplir el sueño de su vida, que era la exposición en Nueva York. Para este montaje estaba pintando cuadros en la línea de los bodegones neocubistas, donde aparece también siluetas de rascacielos convertidos en vasos y botellas de cristal.

"Yo también soy neoyorquino", le dijo Úrculo al actor Robert de Niro cuando presentó en Madrid la pintura de su padre. "Estaba en un momento de enorme actividad, con la exposición de Pekín y las pinturas de naturalezas muertas, donde incluía algunas calaveras, con enorme presencia de la muerte y la melancolía, desde una tradición española del barroco".

Castro Flórez cree que, además de pintor, se pierde un narrador. En 2002 ilustró para el Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg una edición de El extranjero, de Camus, con traducción de José Ángel Valente y epílogo de Mario Vargas Llosa, pero estaba animado a escribir un diario de su viaje a China. "En Pekín dijo que era la mejor exposición de su vida, la que estuvo esperando 60 años. Estuvo visitando la Muralla con 12 grados bajo cero con un gorro Mao y se volvió un adicto a Pekín. También pasó por Shanghai, con los enormes contrastes entre la China comunista y la que entra en el capitalismo. Es un artista muy popular, nada conceptual ni intelectualizado. Estaba fascinado por el cine, además de participar en el programa de Garci, llegó a aparecer en alguna película. El sombrero significaba el mundo del lujo, también le interesaba el mundo de la moda, con su serie de las geishas".

El artista Eduardo Úrculo, en una imagen tomada en 1997.
El artista Eduardo Úrculo, en una imagen tomada en 1997.RICARDO GUTIÉRREZ

Vargas Llosa: "Encarnaba la vida y la pintura"

"Eduardo encarnaba la vida y la pintura, en él ambas cosas se confundían", decía ayer el escritor Mario Vargas Llosa sobre su "viejo amigo" Eduardo Úrculo. "Estamos muertos de pena", repetía el autor hispano peruano ante el repentino fallecimiento del pintor. "Éramos muy muy amigos, nos veíamos con cierta frecuencia. Era una persona extraordinariamente generosa, un magnífico amigo que regalaba todas las reuniones con su incansable sentido del humor y sus infinitas anécdotas. Era una de esas personas que lograba crear cordialidad y simpatía a su alrededor".

"Pero ahora", añade Vargas Llosa, "lo que importa es lo que queda, y eso es su obra, que es importante y le sobrevivirá". "Para él vivir era pintar", continúa el escritor, "Y pintaba la exuberancia, la pasión con la que vivía. Era un pintor lleno de fantasía, en constante renovación en sus temas y en sus técnicas. Su curiosidad era enorme y reflejaba en su pintura las tendencias más novedosas del arte moderno".

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