El tiempo apremia
El presidente George W. Bush no padece problemas políticos tan graves como los que afligen a Tony Blair o José María Aznar. Pero sus perspectivas de reelección en 2004 pueden verse comprometidas si no despeja pronto la incertidumbre bélica. Los seis meses de negociaciones en la ONU han sido vividos en Estados Unidos como una larga espera que ha dañado las perspectivas económicas y ha acaparado la atención del Gobierno, impidiendo la aplicación de medidas como la segunda reducción de impuestos y la reforma del sistema sanitario, que Bush considera imprescindibles para afrontar ventajosamente las próximas elecciones presidenciales. La experiencia de su padre constituye un recordatorio de que ganar una guerra no ofrece réditos electorales si no se acude a las urnas con una economía fuerte.
El Partido Republicano reclama a la Casa Blanca que invada ya y acabe con la incertidumbre. La opinión pública parece estar de acuerdo. En un sondeo publicado el viernes por la televisión conservadora Fox, un 71% de los encuestados decían desear que comenzara la guerra y se despejaran las incógnitas. John Zogby, uno de los analistas de sondeos más prestigiosos, declaró que todo indicaba que la prolongación de la espera no hacía más que erosionar el respaldo de la población a Bush y sus proyectos militares. El estratega republicano Scout Reed dijo a The Washington Post que las incógnitas sobre el coste de la guerra estaban paralizando "los consejos de administración y los préstamos bancarios a los pequeños negocios".
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