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Entrevista:PILAR MERCADÉ | Fundadora de Prisba y voluntaria social

"El más solidario es el que menos tiene"

La Barcelona que conoce bien Pilar Mercadé no es la que encandila a los turistas ni la que aparece en las revistas de arquitectura. La ciudad para la que su equipo trabaja sin tregua la habitan necesitados que precisan ayuda para salir a flote.

En Barcelona viven 59.000 familias monoparentales, de las que el 80% son mujeres y, de éstas, el 60% reside en Ciutat Vella. Estos datos ayudan a situar el mapa barcelonés de esa pobreza oculta que se ceba especialmente en las madres solteras e inmigrantes. La Fundación Prisba la crearon hace 12 años Pilar y su equipo. Gestiona un presupuesto anual de unos 540.000 euros y da empleo a una treintena de personas en apuros. Cuenta con una docena de voluntarios que aportan "un plus de generosidad" en sus ratos libres.

Un centro de día en la calle Cecs de Sant Cugat (Casc Antic) al que acuden 60 ancianos,una lavandería que lava y plancha una media de 10.000 kilos de ropa al mes y una tienda de prendas de vestir de segunda mano que vende a consumidores modestos y a jóvenes partidarios del comercio alternativo, integran el grupo empresarial que regentan. La cuenta de resultados de estas sociedades no se mide en dinero, sino en la calidad humana del servicio que prestan a quienes más lo necesitan. El colorido y los diseños de sus locales contradice el tópico que asocia la asistencia social con una estética lúgubre.

Pilar Mercadé era una más de las personas del Casc Antic que en 1987 ideó la celebre campaña Aquí hi ha gana, que dio la voz de alarma sobre la extrema pobreza que había en el corazón de la ciudad. La fuerte repercusión del lema puso el asunto en la agenda de los políticos sensibles. Aquella campaña supuso un vuelco en la vida de Mercadé. Hasta aquel momento trabajaba en la farmacia de su familia, situada en la calle de Carders. Detrás del mostrador se percató de las situaciones de miseria que había en la zona. Empezó a reflexionar que al Aquí hi ha gana había que añadir: "Tienes que hacer algo para evitarlo". Pensó que había que elegir entre seguir expendiendo medicinas o involucrarse. Se involucró.

En los años que lleva realizando trabajo social Mercadé ha aprendido que "el más solidario suele ser el que menos tiene". Ejemplos no le faltan. Una anciana del barrio que apenas puede valerse y a la que los servicios municipales le llevan a diario la comida al domicilio, conoció a un transeúnte sin casa y se compadeció de él. Desde entonces ella cocina para que pueda comer un plato caliente al día.

Mercadé comenta que en el universo de mujeres en el que se mueve -porque tanto las que trabajan en temas asistenciales como las destinatarias de la ayuda lo son por aplastante mayoría- las cosas que estimulan la ilusión de continuar son testimonios como el de otra anciana de 90 años que una mañana le preguntó: "¿Esto que hacéis va a durar mucho o se acabará pronto?". Al contestarle Pilar que seguirían el tiempo que fuera necesario, la mujer respondió: "Ahora ya no quiero morirme, porque conoceros es lo mejor que me ha pasado en la vida". Mercadé cuenta que, al constatar la energía que despliega, algún hombre le ha preguntado por qué no monta "empresas lucrativas, para hacer dinero". A ello, responde que se siente rica porque su riqueza radica en poder llevar a cabo lo que hace.

Con frecuencia actúa de puente entre la Administración y la gente, lo cual le ha valido llegar a manejarse con soltura en los intríngulis de la burocracia. El 20% del presupuesto que gestiona se cubre con subvenciones públicas, el resto, con recursos propios. Los locales que ocupan en régimen de alquiler son municipales. "Somos austeros y vamos a lo esencial evitando los gastos superfluos". Sabe por experiencia que el trabajo social acostumbra a ser el cajón de sastre: "Se relega a las personas a un segundo término para hablar de las obras, del urbanismo; en definitiva, de las piedras", afirma Mercadé.

Opina que el ser humano reacciona bien y da lo mejor de sí cuando alguien deposita su confianza en él. Dice que la buena gente es mayoría. Afirma que no tienen impagados y que cuando hacen un préstamo a alguien en apuros se lo devuelven en seguida. Entre su clientela abundan los inmigrantes ecuatorianos, filipinos, magrebíes y uruguayos.

Asisten a situaciones divertidas como cuando un joven inmigrante se quedó en calzoncillos en la lavandería porque la ropa que vestía era la única que tenía y la necesitaba limpia aquella tarde para el trabajo de camarero que acababa de lograr.

No faltan anécdotas sobre lo bien que reacciona la gente al pedirles colaboración. Un día Mercadé fue a visitar al publicitario Lluís Bassat para pedirle que dibujara el anagrama de la lavandería. Le contestó: "Pilar, sabes que cobro mucho dinero por lo que me estás pidiendo. ¿Qué piensas darme a cambio?". Mercadé le respondió: "Ni un duro, pero haré algo mejor, le diré a todo el mundo que eres una buena persona". Aceptó en el acto y dibujó una marca preciosa con mucho gancho.

Hija de editor (editorial Vox), Pilar Mercadé es la segunda de siete hermanos de una familia de buena posición. A los 27 años quedó viuda con tres hijos. Es luchadora por naturaleza y admira a políticos como Lula, de quien dice que "es la esperanza". Tiene buena opinión del alcalde de Barcelona, Joan Clos, porque le nota más receptivo que otros y porque no olvida que Prisba arrancó durante el tiempo que él era concejal de Ciutat Vella. Confiesa que la política la tentó el día que Pasqual Maragall le propuso ir en las listas electorales, lo cual, según le dijo, le permitiría ayudar a mucha más gente. Después de meditarlo rechazó la oferta y ahora está convencida de que fue una buena decisión.

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