Una favela de cine
Una película muestra la violencia de la calle y el drama de los jóvenes reclutados por el narcotráfico en Río de Janeiro
Una película -Ciudad de Dios, dirigida por Fernando Meirelles y Katia Lund, cuyo éxito internacional ha llenado de orgullo a los brasileños- ha puesto una vez más ante los ojos de la opinión pública internacional la violencia que se vive en las 620 favelas de Río de Janeiro, donde reside el 10% de su población.
Gracias al filme, según Meirelles, la tristemente famosa favela Cidade de Deus, con sus 200.000 habitantes, va a ser escogida los próximos días por el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva para comenzar en ella una serie de proyectos sociales que podrían cambiar su rostro. A ella acudirán seis ministros, además del alcalde de Río, César Maia; la gobernadora, Rosinha Garotinho, y quizás el mismo Lula, y luego el proyecto se extenderá a las otras favelas de Río y del resto del país.
El filme ha sido un puñetazo a la clase media, que ve las favelas sólo de lejos
Paulo Lins, catedrático de la Universidad Federal de Río de Janeiro, autor de la obra que ha dado origen a la película, Cidade de Deus, de próxima aparición en España, vivió en la favela de los 7 a los 32 años. "La película ha respetado la esencia del libro. Aunque no participé directamente en el guión, acompañé día a día las imágenes que se iban montando", explicó de incógnito en una tasca de Río, porque tras el filme pesan duras amenazas contra él por parte del narcotráfico.
"Los que hemos vivido en esa favela sabemos que la película es sólo una pálida imagen de la realidad. La violencia real a la que sus moradores están sometidos en el fuego cruzado entre los narcotroficantes y una policía corrupta en un 99% es mucho mayor que la que refleja el filme", aseguró.
Para el escritor, que prepara ahora su segunda novela, Corrupción y violencia, la película, que actualmente está en las carteleras españolas, ha sido un puñetazo en el estómago de la clase media brasileña, que sabe que existen las favelas, pero las ven sólo de lejos. "Ahora es como si hubiesen entrado dentro y se han horrorizado, pero la verdad es que la vida allí es muy dura".
A quienes objetan que habla sólo de la violencia, mientras que en las favelas existe también mucha bondad, solidaridad y calidad humana, Lins les responde que pretendía sólo revelar al mundo la violencia que allí reina. Y el drama son los cada vez más jóvenes reclutados por el narcotráfico, el único que les ofrece trabajo. "Es increíble ver a esos muchachos con ametralladoras rusas en sus manos`", afirmó. "¿Quién da esas armas, que algunas veces las posee en dotación sólo el Ejército, a esos narcotraficantes?", se preguntó.
El escritor piensa que la experiencia que va a comenzar en Cidade de Deus puede ser la única experanza de rescate, porque se funda en la preparación y las oportunidades de trabajo de los jóvenes.
Las cifras de la violencia son siempre aproximadas, pero se sabe que la muerte por disparos es la más habitual entre los jóvenes hasta los 25 años; que mueren asesinados 56 de cada 100.000 habitantes; que hay 3.000 niños en las calles dispuestos a todo; que han aumentado en un 40% los asaltos a los turistas. Y el 10% de la población posee el 45% de la riqueza.
"Antes, los negros de las favelas nunca atravesaban los túneles que separan a éstas de los barrios ricos de la ciudad. Ahora el narcotráfico paraliza los túneles, asalta los coches y secuestra a la gente. Más aún, por primera vez, sobre todo desde que ha comenzado un cerco más estrecho contra ellos, han tenido la osadía de ametrallar el Palacio del Gobierno de la ciudad y hasta el de la Alcaldía. ¿Cabe mayor demostración de fuerza?".
Y recordó tambien que hace sólo unos meses, por primera vez, el narcotráfico paralizó todo el comercio de una ciudad de ocho millones de habitantes, que fue obligado a cerrar sus puertas, sin disparar un solo tiro; sólo con una consigna transmitida boca a boca.
"Cuando yo estaba en la favela y aún no había sido dominada por el narcotráfico, aunque vivía en una chabola de 10 metros cuadrados, vivía feliz. Fue el tráfico de drogas y el abandono por parte del Estado lo que creó el infierno de la violencia", aseguró el escritor. Él vivía con sus padres y otros tres hermanos en un barrio popular de Río cuando unas inundaciones destruyeron su casa. Su padre era pintor de brocha gorda. Tuvieron que irse a vivir a la favela Cidade de Deus.
"Hicimos un pacto en familia: mis tres hermanos trabajarían, y yo, como me gustaba más estudiar, intentaría llegar hasta a la Universidad. Era una inversión económica. Si lo conseguía y un día triunfaba, les ayudaría a ellos", relató. Y lo ha hecho: les ha comprado un piso a cada uno con sus derechos de autor.
Peripecias de unas fotos
La película Ciudad de Dios narra la vida de un muchacho de la favela, Buscapé, que intenta rescatarse y seguir adelante haciéndose fotógrafo.
En la vida real, el protagonista, que era amigo del autor de la obra que originó el filme, Paulo Lins, e inspiró el personaje al director Meirelles, es un hombre de 40 años llamado José Wilson dos Santos, que ha trabajado de fotógrafo incluso para algún periódico.
En la película, Buscapé observa una foto y dice: "¡Mira qué foto más bonita. Sólo podía ser de Rogerio Reis!". Éste era el nombre del entonces jefe de fotografía del diario Jornal do Brasil. Y era el ídolo del protagonista del filme.
Hoy Reis es director de la agencia fotográfica Tyba y trabaja también desde hace cuatro años para este diario. Ellos no se conocían. Se han encontrado para las fotos de este reportaje. Reis no pudo ir a fotografiar la favela por riesgo a ser tiroteado. Lins tampoco quiso ser fotografiado allí porque está amenazado de muerte. Juntos decidieron que Reis haría fuera de la favela la foto de Lins y él, que, como morador de aquel lugar, es aceptado como fotógrafo, haría, aunque con cierta prudencia, algunas fotos de la favela, donde, por cierto, no fue filmada la película. "Porque no nos lo permitieron", dice el director Meirelles.
Sólo algunas escenas finales y algunos interiores son de Cidade de Deus. La película fue rodada en un conjunto de chabolas que había surgido en Río en la misma fecha de los años sesenta y de las mismas características. Fue una intentona fallida de sacar las favelas de la zona noble de Río para llevarla a 40 kilómetros de la ciudad, construyendo una especie de barrio popular que acabó siendo un nuevo foco de miseria y de violencia.
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