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Reportaje:

Frutas de Huelva en manos polacas

Los empresarios han duplicado los contratos en origen para la campaña agraria que acaba de empezar

Alejandro Bolaños

Monika, Roksana y Renata ocupan desde hace unas horas las mismas casas que dejaron en junio del año pasado, tras varios meses de trabajo en una finca de naranjos en Cartaya (Huelva). Junto a medio centenar de compatriotas han repetido el extenuante viaje de dos días en autobús que les ha vuelto a llevar desde el sur de su país, Polonia, al extremo occidental de Huelva. Pero el viaje les compensa. Y a los empresarios que las contratan también.

Asaja, COAG y Freshuelva, las organizaciones que canalizan las peticiones de los empresarios onubenses, redoblaron este año su apuesta por la contratación en origen, un sistema que la campaña pasada les permitió contar con 7.450 trabajadores, la inmensa mayoría mujeres, de Polonia, Rumanía, Marruecos y Colombia para recolectar fresas, cítricos, frambuesas y arándanos. Asaja, con 800 puestos de trabajo, empezó a experimentar hace tres años con esta modalidad de contratación, que limita la estancia del trabajador a la duración de la campaña. Para esta temporada, los empresarios onubenses solicitaron 18.000 contratos, aunque el Gobierno las dejó en 12.000, casi el doble que en 2002.

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Los empresarios han pedido que las trabajadoras del año pasado repitan. Y casi todas lo han hecho. La explicación que da Monica Gayi es simple pero incuestionable: "En Polonia no hay trabajo". En la localidad de 40.000 habitantes en la que vive Monika, de 23 años, la oferta de de los empresarios onubenses se ha convertido en un acontecimiento. Y no sólo tiene claro que repetiría, sino que quiere "vivir en España".

"El salario medio de un trabajador está por los 800 zlotys, unos 220 euros al mes", aclara Camilo Oliva. Las cuentas son claras: ocho días en los campos onubenses equivalen a un mes de salario en su país. "Allí encontrar empleo ahora está muy difícil, yo no encuentro nada estable desde 1994", ejemplifica Camilo, con un castellano tamizado de dejes tropicales. Es el único hombre de la expedición y desde luego el único que ha nacido en Santa Clara (Cuba). Su extenso viaje vital le llevó primero a las selvas de Angola, un destino bélico forzoso. Como otros cubanos, su itinerario siguió en un país del antiguo bloque comunista, Checoslovaquia, donde conoció a la que sería su esposa, una polaca con la que se reunió años después.

Su dominio de los dos idiomas le garantizó un hueco en la oferta laboral de los empresarios onubenses. "Yo ya tengo 50 años", replica cuando se le inquiere sobre si también quiere quedarse en España, "estoy aquí por el trabajo y el dinero, para ayudar a mi hijo en su carrera de fotógrafo". Camilo oficia de traductor, pero muchas de sus compañeras de faena ya chapurrean el español y algunas, como Monika o Renata Drozdowska, lo hablan con soltura. Diccionarios y cintas de conversación delatan que se toman en serio aprender el idioma. "Necesito cambiar de país, no tengo trabajo desde hace cinco años", dice Renata, que tiene a su cargo dos hijos a los que enviará casi todo el dinero que gane en los próximos cuatro meses.

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"El trabajo no es duro, nos tratan bien", relata Roksana en un aceptable inglés. Como muchas de sus compañeras, que comparten casas equipadas de forma elemental con cuatro literas por habitación, tuvo que dejar los estudios sin acabar y nunca había trabajado en el campo. Su sueño es quedarse en España pero empleada en "un hotel". Todas conocen alguna amiga que el año pasado cumplió ese sueño al casarse con un agricultor de la zona. La mayoría espera que la próxima entrada de Polonia en la UE acelere las cosas. "Nos han dicho que si se viene durante tres campañas seguidas es fácil que te den un permiso de trabajo", añade Camilo.

José Luis Marín, gerente provincial de Asaja, no duda en considerar "una experiencia dura" la selección de trabajadoras en Polonia y Rumanía. "Las mayores se te echan a llorar para que las contrates". Marín resalta que los empresarios asumen el coste del viaje y luego descuentan la mitad del gasto a las trabajadoras, a las que también estan obligados a dar alojamiento gratuito.

"Para nosotros lo más rentable son los trabajadores españoles, pero no hay suficientes", dice el gerente de Asaja, que señala que en las campañas que se desarrollan en Huelva durante la primavera pueden llegar a trabajar 100.000 personas. Para Marín la explicación es también muy simple: "el nivel de vida ha subido en los pueblos y por lo que se paga en el campo ya no vienen". Antes "iban a la fresa pueblos enteros de Cádiz" y se fletaban autobuses diarios desde el norte de Huelva, Sevilla y Badajoz. Pero ahora los 28,75 euros diarios que compensan a las trabajadoras polacas no son suficientes. Y Marín descarta de plano la posibilidad de subir los jornales para atraer más mano de obra nacional. "No hay margen, los precios del campo están intervenidos por Europa, no podríamos repercutir el coste". A su juicio, la contratación en origen "puede ser la salida" para alimentar de mano de obra el milagro económico del campo onubense.

Los inmigrantes malditos

Más de 5.000 inmigrantes, documentados o sin papeles, la mayoría magrebíes vagaron durante semanas el año pasado por los pueblos freseros sin oportunidad de trabajar. Su situación fue tan precaria que motivó la intervención de ONG para garantizarles una alimentación de subsistencia.

"No contratamos trabajadores sin papeles, puede haber algún caso, pero no por eso se puede culpar a todo el sector", explica el gerente de Asaja, quien señala que los empresarios prefieren a las trabajadoras del este de Europa a los magrebíes en las contrataciones en origen no sólo por cuestiones "culturales" o porque "trabajan mejor". "Los marroquíes desaparecen semanas antes de que acabe la cosecha para intentar quedarse en el país", asegura.

Asaja cree que este año la situación de emergencia humanitaria no se repetirá. El parecer de Jorge García, del Sindicato de Obreros del Campo, es bien distinto. "Se está repitiendo lo del año pasado, sólo que ahora la policía desaloja las chabolas que se levantan cerca de los pueblos y ellos se esconden para que no se les vea". El representante jornalero cree que también se repetirán las contrataciones ilegales, que los empresarios niegan: "los quieren cerca para trabajar los domingos, o por las tardes cuando haya que recoger mucha fresa en pocos días".

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