Las grandes revistas científicas no difundirán descubrimientos que puedan usar los terroristas
La Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia reúne en Denver a 6.000 investigadores
Las principales publicaciones científicas del mundo, donde los investigadores dan a conocer sus descubrimientos más descollantes, se han unido en una declaración conjunta en la que manifiestan su preocupación por el riesgo de que la "buena ciencia" pueda caer en las manos equivocadas y sirva para crear armas biológicas, y se comprometen a asumir reglas de autogobierno para atenuar este peligro. La declaración ha sido presentada en la reunión anual de la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia que se celebra en Denver con participación de más de 6.000 científicos.
La cuestión es extremadamente delicada para la comunidad científica y para el avance de la investigación, que tiene en la libre circulación de la información detallada un pilar fundamental. A la declaración, presentada en Denver, se han adherido organizaciones científicas e investigadores. En total son ya 32 los firmantes del acuerdo -incluidas las revistas Science, Nature y Proceedings, ésta última de la Academia Nacional de Ciencias-, que propone una vigilancia específica por motivos de bioseguridad sobre los artículos que reciben para su publicación, su modificación si se considera conveniente e, incluso, la no publicación de los mismos en casos extremos.
La Declaración sobre publicaciones científicas y seguridad será presentada esta semana en las paginas de las principales revistas, acompañada de comentarios editoriales que explican la postura conjunta adoptada. Su anuncio y debate público en Denver contó con los representantes de dichas revistas y de los científicos promotores de la iniciativa, especialmente Ronald Atlas, presidente de la Sociedad Americana de Microbiología (ASM). Entre los firmantes figuran también revistas tan destacadas como New England Journal of Medicine, JAMA, Biochemistry, Neuron,, Journal of Inmunólogy o Journal of Virology.
Pese a que en el debate se hizo hincapié en que este problema venía incubándose desde hace tiempo, los impulsores del documento afirman: "La preocupación por el riesgo de que la buena ciencia caiga en malas manos saltó al primer plano tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001". Tras aquel ataque terrorista, Bush anunció medidas para limitar la libre información de la investigación, lo que fue recibido con alarma por parte de la comunidad científica, y no se concretó en normas específicas de ámbito general. El envio de ántrax por correo y el pánico que generó en EE UU disparó las alarmas sobre esta cuestión.
"Nos corresponde a nosotros, a la comunidad científica, definir los estándares y establecer el marco para asegurar que la información crítica no llegue a los terroristas, pero permitiendo que continúe el avance de la investigación biomédica y la protección de la salud pública", declaró Atlas en la sesión dedicada a bioseguridad y ciencia, de la reunión de la AAAS, sociedad editora de Science. Puesto que los descubrimientos científicos no sólo se dan a conocer en las revistas prestigiosas, sino que también se presentan en congresos, seminarios y cada vez más en medios informáticos en Internet, el documento hace una llamamiento a estos ámbitos para sumarse a la iniciativa de autorregulación.
Cómo vigilar
El documento, explicaron los promotores y firmantes del mismo, se fraguó hace un mes en una reunión celebrada en Washington, en la Academia Nacional de Ciencias, con participación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Al encuentro asistieron representantes de revistas de otros países.
El problema que inmediatamente afloró en el debate de Denver fue cómo definir lo que es potencialmente peligroso por ser susceptible de utilización por terroristas o países dispuestos a desarrollar armas biológicas, qué instancia debe encargarse de la vigilancia y qué hacer con un artículo de "doble uso", es decir, interesante por sus beneficios potenciales pero también útil para su mala utilización. Por supuesto, una receta de cómo fabricar armas con patógenos y cómo diseminarlos sería el caso fácil, pero también el más improbable, puesto que este tipo de trabajo no se publica en las revistas científicas, señala el editor jefe de Proceedings.
"Estamos trabajando en unas líneas de actuación, pero lo primero es saber con qué tenemos que tener cuidado, cuáles son los riesgos", comentó el redactor jefe de Nature, Meter Wrobel. "Luego hay que estudiar qué hacer en caso de que se identifique el peligro. Lo normal sería debatir con el autor modificaciones en su artículo, que es una práctica muy normal, por razones técnicas, con los trabajos que recibimos".
Desde luego, la sola idea de restar contenido a los artículos es inaceptable para los científicos. Y los responsables de las revistas coinciden en destacar que "hay que proteger la integridad del proceso científicos publicando artículos de alta calidad con suficiente detalle para permitir su reproducción ".
Una tensión soterrada
Donald Kennedy, de Science, ve una tensión soterrada entre científicos y responsables de seguridad, pero dice que la situación no es nueva: físicos y matemáticos la sufrieron durante el desarrollo de las armas atómicas. El mal uso de la ciencia no es nuevo, dice Gig Kwik, del Centro para Estrategias Civiles en Biodefensa, que pide medidas de abajo arriba (desde la comunidad científica), antes que de arriba abajo, imponiendo desde los gobiernos sistemas que interfieran el avance de la ciencia. "Los científico aborrecen las prohibiciones", afirmó.
La Sociedad Americana de Microbiología (ASM) ya ha tomado medidas de vigilancia en sus publicaciones, recomendando a los investigadores que supervisan la calidad científica de cada artículo (lo que se llama "revisión entre pares", puesto que los encargados de hacer esta labor son científicos destacados y en activo), que presten atención a la información potencialmente peligrosa. Entre 2001 y 2002 las revistas de la ASM recibieron 140.000 artículos de un centenar de países. Sólo se identificaron dos como "preocupantes", pero, tras analizarlos, se van a publicar con modificaciones. Proceedings también ha empezado a identificar artículos potencialmente peligrosos y en los últimos dos meses ha señalado 20, menos del 1% de los recibidos.
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