Desde el litoral
El litoral vasco es motivo de una exposición fotográfica en el Museo Naval de San Sebastián, con una colección de imágenes captadas entre 1850 y 1960 bajo el título Itxas marruma. El coordinador de la muestra es José María Unsain (Orio, 1951), que ha preferido la clasificación temática a la cronológica. Se hubiera deseado una compartimentación más precisa, pero no cabe duda que la suya es una decisión acertada para eliminar obstáculos interpretativos al espectador y agilizar con ello el descubrimiento de un universo plagado por múltiples actividades, algunas de ellas caídas hoy día en desuso.
La muestra la componen 67 fotografías elegidas por su interés histórico, social, antropológico y, por supuesto, su calidad estética. Acompañándola, a modo de catálogo, se ha publicado un libro con más de doscientas imágenes. Todas ellas se han encontrado en fundaciones, archivos y colecciones privadas después de un arduo trabajo de investigación. La compensación de la búsqueda se ha premiado con la localización de algunas piezas inéditas que ahora añaden nuevos detalles al conocimiento del ámbito marítimo vasco. Paisajes de ensenadas portuarias son preámbulo de un apartado dedicado fundamentalmente al transporte, comercio y la construcción naval.
En las fotos se encuentran momentos en que los astilleros de Mutriku, Deba, Pasaia, Bilbao o Sestao ponen a flote veleros y vapores. Después de la botadura, su destino puede ser la pesca o el flete de mercancías y pasajeros. La carga y descarga de los muelles junta mujeres y hombres en las faenas portuarias. De las bodegas va saliendo carbón o bacalao para luego hacer sitio al mineral de hierro. Tripulaciones y marineros posan para el fotógrafo. De Bayona (Francia) llega un mitin de estibadores en huelga y contrapuesto los oficinistas de la naviera protegidos por el ejercito. Cada retrato es relato de una biografía llena de fantasías, aventuras y misterios.
La pesca añade un nuevo factor humano. Las chalupas boniteras arribadas a puerto por remeros, las traineras largando el cerco a la sardina y la anchoa, los bateles con nasas para mariscos, se alternan con quienes preparan los palangres, con las obreras de la fábrica de salazón, las costureras de redes o los anzueleros. Como colofón llegan las estampas de tabernas, toldos y casetas de playa, bañistas, regatas, cucaña, recreo de niños y un curioso imaginario marítimo. Desde el carnaval, al desembarco de Juan Sebastián Elcano o los concursos de pregoneras de pescado. Toda una concatenación de imágenes para volver a descubrir un litoral generoso en dones y experiencias, hoy desafortunadamente amenazado por losas de chapapote.
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